"Una sofocante noche, un minero decidió excavar un túnel bajo el muro Sina para irse a vivir a la región central. "Debe de estar bien vivir dentro del muro Sina" -pensó hace unos días, mientras excavaba con su pala en una mina de carbón. En cierto modo, se podría decir que le vino la inspiración divina. Así pues, durante los siguientes días, recorrió el muro hasta encontrar una zona donde había un denso bosque junto al muro. Nadie podía ver al minero, ni siquiera los guardias que vigilaban el muro desde arriba, pues estaba oculto bajo el follaje. A la noche siguiente, el minero empezó a excavar con su fiel pala. La excavación iba a buen ritmo, y el hombre no tardó mucho en hacer un hoyo tan profundo como para cubrirle por completo. Llegado a un punto en el que no podía sacar la tierra excavada al exterior, decidió meterla en sacos que luego sacaba a la superficie con ayuda de una escalera. El minero estaba tan entregado a su tarea que solo paraba para beber agua y relajar los músculos. Tras pasar veinte años de su vida excavando sin descanso, el hombre se consideraba un experto. Durante esos años, aprendió a hacer hoyos más profundos con más rapidez y eficacia que cualquier otro hombre. Los túneles que dejarían boquiabierto a cualquier otro minero no suponían problema alguno para su pala. Pero aquel día fue distinto. A pesar de estar excavando durante horas, al hombre no le parecía estar avanzando. Sondeó varios puntos de las paredes del foso principal, pero no obtuvo ningún resultado. El muro parecía no tener fin bajo tierra, pues el minero encontraba impedimentos a cada paso. Aun así, no se rindió. Hacía tiempo que había descartado la idea de excavar un túnel para tener una vida mejor dentro del muro Sina. Simplemente, quería conquistar el muro. "Juro, por todos los años que llevo excavando, que superaré este muro" -se decía a sí mismo mientras se limpiaba el sudor de la frente. La profundidad del hoyo era ya más de cuatro o cinco veces la altura del minero cuando se topó con una roca dura, "¿El lecho de roca?" -pensó. Pero parecía estar hecho del mismo material que la base del muro. El minero clavó con fuerza su pala en la roca. La pala se hizo añicos, pero la roca permanecía intacta. El hombre exhaló un suspiro más profundo que cualquier hoyo que hubiese excavado en veinte años."
Los muros (2)
"Su amigo preguntó: "¿El muro?". "Es raro, ¿verdad?" -dijo el minero, acercando el borde del vaso a los labios."¿Quién iba a imaginar que el muro se extendía tantos metros bajo tierra?". Los dos hombres estaban sentados el uno frente al otro en una mesa al fondo de una taberna situada en la zona más pobre de la ciudad. Muchos días, el minero acudía allí después del trabajo con su único amigo. El día después de que la pala se hiciera añicos, los dos hombres se dirigieron a la taberna, como siempre hacían. El minero, confiando en que su amigo guardaría el secreto, le contó lo que había ocurrido. "Tal vez los muros también se adentran en el subsuelo" -sospechó el minero. "Dime una cosa: ¿qué son los muros?". Su amigo le interrumpió con un tosido, mirando con disimulo por toda la taberna. Los clientes habituales estaban ocupados bebiendo, tirándole los tejos a la camarera o gritándose entre ellos. Nadie les estaba observando. Pero aun así, el minero prefirió no decir ni una palabra más sobre el asunto. Si alguien le oyese, la Policía Militar no tardaría en llegar a la taberna. "¿Tanto te interesa?" -le preguntó su amigo. "Sigue viviendo aquí, como siempre has hecho. Eres pobre, pero tienes trabajo y dinero suficiente para tomarte un trago. ¿No te basta con eso?". "Sí" -respondió el minero. "Sí, tienes razón. Volveré a la mina. Al fin y al cabo, es lo que me ha tocado vivir". Pero el hombre no apareció en la mina al día siguiente. Ni al otro. Ni al otro. Su amigo fue a visitarle a su casa varias veces, pero nunca lo encontró allí. El minero no tenía familia ni otros amigos, así que no había nadie a quien preguntar por su paradero. Sin saber qué hacer, el amigo acudió a la Tropa de Guarnición y les contó todo. Al día siguiente, la Policía Militar y la Tropa de Guarnición organizaron una partida de búsqueda a gran escala. El dispositivo que se montó era excesivo para un minero pobre, incluso aunque fuese un delincuente que hubiese intentado pasar por debajo del muro. El amigo no entendía por qué había tanto obsesión por buscar al minero, pero nunca se encontró rastro de él ni del pozo que había excavado. Y un día, su amigo también desapareció. Nadie volvió a verlo."[1]