Con el Mollivirus, ya son cuatro las familias de virus gigantes identificadas desde 2003, de las cuales dos de ellas fueron encontradas en el permafrost, subraya Claverie, profesor de medicina de la Universidad Aix-Marseille y director del Laboratorio de Información genómica y estructural de Marsella.
En su opinión, esto lleva a preguntarse sobre el eventual riesgo de que algunos de estos virus despierten un día si los hombres remueven en profundidad el subsuelo de las regiones árticas, en busca de minerales preciosos o de petróleo.
Los virus gigantes, con un diámetro superior a las 0,5 micras (0,5 milésimas de milímetro), son fácilmente visibles con un simple microscopio óptico, al contrario que otros virus. Pueden ser confundidos con facilidad con bacterias.
Los investigadores los reviven en laboratorio sirviéndose de amebas como células huéspedes. Verifican que no son patógenas para el hombre o el ratón.
El año pasado, el equipo, en el que también se encuentra Chantal Abergel del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) francés, logró resucitar otro tipo de virus gigante conservado en el mismo permafrost, llamado Pithovirus.
El mundo científico, que durante mucho tiempo ha pensado que los virus eran minúsculos y compuestos solamente por un puñado de genes, descubrió con sorpresa en 2003 el primer virus gigante, formado por un millar de genes y bautizado como Mimivirus (de la familia de los Megavirus).
Un parásito con 500 genes
Otra familia de virus gigantes, los Pandoravirus, con 2.500 genes, fue descrita en la revista Science en 2013.
Mollivirus sibericum, descubierto en el extremo noreste de Siberia, posee más de 500 genes. Se presenta como una cáscara oblonga de 0,6 micras de longitud.
Para multiplicarse, necesita del núcleo de una célula huésped, lo algo que no requieren los Mimivirus o Pithovirus que se contentan con el citoplasma de la célula.
El análisis de ADN contenido en la muestra de permafrost ha permitido confirmar la presencia de genoma intacto de Mollivirus, aunque en una concentración extremadamente débil.
Resurgimiento de virus peligrosos
«Algunas partículas virales aún infecciosas pueden ser suficientes, en presencia de un huésped sensible, para el resurgimiento de virus potencialmente patógenos en las regiones árticas cada vez más codiciadas por sus recursos mineros y petroleros y cuyo acceso y explotación industrial está favoreciendo el cambio climático», revela el CNRS en un comunicado.
El calentamiento del planeta está derritiendo el hielo marino polar, permitiendo el acceso a la Siberia oriental o del norte por rutas marítimas que no existían.
«Si no tenemos cuidado y se industrializan estos lugares sin tomar precauciones, corremos el riesgo de despertar un día a virus como el de la viruela que creíamos erradicados», subraya Claverie.