La sonda Rosetta nos habrá dejado mañana para siempre. Esta nave algo más grande que un frigorífico ha hecho historia, junto a su hermana Philae, al ser las primeras en acompañar a un cometa en su viaje hacia el Sol y aterrizar sobre él. Estos días, los ingenieros de la Agencia Espacial Europea (ESA) preparan un último “más difícil todavía”: posar a Rosetta al lado de una fosa del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, donde podría estar la clave para descifrar el origen de la vida en el Sistema Solar, y que todo el mundo se emocione al verlo en directo.
“Va a ser como tirar un dardo, desde que Rosetta encienda sus propulsores para bajar no tendremos ningún control sobre la nave”, dice Mark McCaughrean, asesor científico en la División de Ciencia de la ESA.
Esta noche, la nave ejecutará la “maniobra de colisión” para abandonar su órbita y descender hacia los amenazadores acantilados de su cometa. Será un camino de 19 kilómetros en los que avanzará a unos 80 centímetros por segundo, la velocidad de una persona caminando. Es la forma de exprimir al máximo sus últimas horas de vida en cuanto a datos científicos, pero también garantiza que no se pierde para siempre. Debido a la ínfima gravedad en el 67P, “basta con saltar cuatro centímetros” para salir disparado a la inmensidad del espacio desde la superficie, comenta McCaughrean, que recientemente visitó Madrid para dar una charla en la Fundación BBVA.
La nave debe posarse en un lugar bautizdo como Deir-el-Medina, un pozo de 150 metros de diámetro, pero sin caer en él. “Hay bastante incertidumbre, por ahora lo que sabemos es que aterrizaremos dentro de un área de unos 700 metros por 500”, detalla el científico de la ESA. El mismo día de la colisión se sabrá el lugar de aterrizaje con un margen de pocos metros y también la hora casi exacta a la que Rosetta vivirá su instante final.
“Ayer por la noche [por anteayer] hicimos un último test de toda la secuencia y todo parece estar bien”, explica Raymond Hoofs, asesor de operaciones científicas de la ESA y uno de los encargados de crear la programación que guía a la nave hasta su muerte. Esos comandos son luego enviados al centro de control en Darmstadt, Alemania, desde donde se mandan a Rosetta. Hoofs dice que hay muchas probabilidades de éxito, pero no tantas como algunos creen. “La última vez fuimos tan precisos con el aterrizaje de Philae [la sonda que viajaba con Rosetta] que todo el mundo está muy confiado, pero esta vez es más difícil”. Todo depende, dice, de que la maniobra con el propulsor de esta noche sea perfecta.
Ninguna nave estuvo nunca así de cerca de un cometa y pudo retratar su descenso con tanta precisión. “Hasta ahora lo más cerca que hemos estado del 67P es unos 2 kilómetros, pero, cuando estás a unos 50 metros, hay mucho más gas y polvo y, si hay algo extraño o único en ese material, posiblemente lo veamos”, señala McCaughrean. Se refiere a moléculas orgánicas como aminoácidos, que son la base de las proteínas, y otros compuestos básicos del ADN, la molécula fundamental para todas las formas de vida conocida.
Los cometas son como un fondant explosivo, recubiertos de polvo y rellenos de hielo y otros compuestos. Cuando se acercan al Sol, el agua helada se evapora y sale violentamente a la superficie dejando una característica cola. El polvo de la superficie colapsa y deja al descubierto parte del relleno del cometa. Los responsables de la misión han visto que el interior de la fosa Deir-el-Medina está cubierto de bultos hechos de un material que “ha permanecido más o menos intacto desde los orígenes del Sistema Solar”, hace 4.500 millones de años. En la Tierra, por ejemplo, la superficie ha cambiado mucho con la tectónica de placas y los volcanes. Cuando el planeta aún era muy joven, el calor de la formación era tan alto que la superficie era solo lava y no había materia orgánica ni agua. ¿Cómo aparecieron entonces?
El Sistema Solar cambió radicalmente unos 500 millones de años después de nacer. Ya existían los planetas que conocemos, pero se movieron bruscamente porque sus respectivas fuerzas gravitatorias se repelían. Cuando Urano y Neptuno se movieron al exterior originaron un enorme caos. Los objetos más pequeños, como cometas y asteroides, se desbocaron y comenzaron a chocar con todo. “En esa época la Tierra ya estaba más fría, así que el agua y las moléculas orgánicas llegadas por un impacto podían sobrevivir en la superficie”, comenta McCaughrean. La teoría más aceptada, dice, es que probablemente el agua de la Tierra llegó gracias a impactos de asteroides. Y los compuestos orgánicos originales, a bordo de cometas como el 67P. Mañana, “puede que Rosetta aterrice junto a la misma fuente del origen de la vida”, resalta.
Mañana, cuando sean las 10 de la mañana en la península Ibérica, los ingenieros de la ESA enviarán a Rosetta sus últimas órdenes. Se trata de un software que la obliga a apagarse para siempre en cuanto sus sensores noten que ha aterrizado. “No me gusta llamarlo misión suicida, aunque yo mismo monté un lío porque lo dije así a algún periodista”, confiesa McCaughrean. “Digamos mejor que será una muerte tranquila”, bromea.
No era posible dejar la nave en hibernación sobre el 67P porque las normativas de comunicación espacial lo prohíben para evitar interferencias en la estrecha banda de frecuencias que comparten todas las misiones espaciales. Y si se abandona la nave orbitando en torno al 67P puede que se pierda para siempre sin energía en sus paneles solares. La opción elegida es pues la única que permite “hacer ciencia” hasta el último momento. En realidad, dice McCaughrean, obsesionado por elegir las palabras adecuadas para el gran final, “no estamos matándola, solo hemos elegido hacer algo asombroso antes de su final”.
La sonda enviará imágenes durante todo su descenso, hasta tres por minuto, que permitirán retratar como nunca la zona de fosas activas de un cometa. Durante las tres últimas horas todos los datos se recibirán con la antena de espacio profundo de la NASA en el municipio madrileño de Robledo de Chavela, resalta Hoofs.
“Las mejores fotos serán desde unos 100 o 50 metros de altura”, explica McCaughrean. “La última podría ser solo la superficie borrosa del cometa rodeada de negro; no será la mejor, pero sí la más simbólica”, señala.
Debido al retardo de las señales, el final de la misión se confirmará 40 minutos después de que haya sucedido el impacto, en torno a las 13:20, hora peninsular española. Se espera que las últimas imágenes de Rosetta se difundan unos 15 minutos después.
Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/09/28/ciencia/1475098972_341684.html