El señor de la tónica Schweppes: «Me amargaron la vida para siempre»
Actualidad 16 de mayo de 2009, 06:00 Zoom: Aumentar | Disminuir
Bernard Le Coq. Ese es el nombre del actor francés que, durante 12 años y en casi 50 anuncios, se metió en nuestros salones durante los cortes publicitarios para vivir entretenidas aventuras, en las que siempre había tiempo para saciar la sed con un burbujeante vaso de tónica Schweppes. Antes de conocerle, no habríamos utilizado aquel brebaje ni para matar las malas hierbas, pero Bernard Le Coq nos enseñó a amar la tónica.
El actor vive ahora, alejado de todo, en un pequeño islote de la Guayana francesa, antigua fortaleza militar. Al atracar en el pequeño puerto, lo que más nos llama la atención es la densa nube de mosquitos del tamaño de aeroplanos que pueblan la isla. Desde la fortaleza que corona el peñasco, Bernard dispara varios cañonazos que dispersan a los insectos el tiempo suficiente como para poder tomar tierra. Minutos después, nos recibe sonriente a las puertas de su casa, mientras nos ofrece una tónica y nos aconseja, por señas, que no nos rasquemos los ronchones. Pasamos al porche y comenzamos una animada charla. Nos explica que está sordo como una tapia, efecto secundario de toda una vida bebiendo tónica. Tal vez por ello, guarda algo de rencor a los responsables de la campaña de publicidad que protagonizó en los años noventa. Se siente engañado: «Yo no hablaba una palabra de español, y siempre pensé que estaba rodando una película. Algo importante. Una especie de 007 para todos los públicos, de ahí lo de no beber alcohol. Me enteré de que eran anuncios hacia el final». El relato de Le Coq resulta escalofriante, más aún cuando uno se lo imagina intentando dar, todos esos años, con la motivación de su personaje. «Me utilizaron mientras les fui útil y luego se olvidaron de mí», concluye con el regusto amargo que sus palabras y cuatro latas de tónica han dejado en su boca. Y es que Bernard bebe tónica como el resto de los humanos respiramos. «Me volví un adicto», reconoce. «Cuando dejé la publicidad y volví a actuar en Francia, siempre exigía suministro ilimitado de agua tónica. Mi agente lo vendía como una excentricidad de estrella, pero como nunca pasé de secundario dejaron de contratarme». Por aquellos tiempos Le Coq vivía en París y, aunque podía comprar baguettes y cruasanes por una suma razonable, la tónica Schweppes tenía un precio prohibitivo. Un día, mientras esperaba turno en la peluquería, leyó un artículo sobre la Guayana francesa y cómo los mosquitos portadores de malaria estaban haciendo que se desplomase el valor de las propiedades. Por suerte para Le Coq, uno de los componentes de la tónica, la quinina, le hacía inmune a la enfermedad, por lo que decidió darle un giro a su vida. «Le dije a mí mujer: "Ahí te quedas, yo me piro a la Guayana. Si quieres que te baje la basura, ya puedes ir atando la bolsa"».