La terapia funciona inyectando por vía intravenosa esporozoitos atenuados; es decir, una versión 'light' del parásito que causa la malaria. Esos esporozoitos se alojan en el hígado y cuando el sujeto vacunado es infectado realmente por la malaria activa, su organismo pone en marcha una respuesta inmune suficientemente potente para protegerle de desarrollar la enfermedad. Un mecanismo de actuación muy diferente al de RTS,S/AS01, la vacuna diseñada por Alonso en colaboración con los laboratorios GSK y hasta ahora considerada la más avanzada, pese a que sus niveles de protección han ido descendiendo con el tiempo.
"Hace 100 años que sabemos que es posible adquirir inmunidad contra la enfermedad bajo la exposición natural al propio parásito", explica a este periódico el propio Alonso, director del Instituto de Salud Global (un centro conjunto del Hospital Clínico y la Universidad de Barcelona). Ese contacto diario con los mosquitos que transmiten la malaria es el que hace que algunos adultos africanos acaben logrando protección natural contra la infección ("a costa de los muchos que se quedan en el camino").
Por eso, hace 40 años, Ruth Nussenzweig trató de 'imitar' esa misma inmunidad natural inyectando una forma inactiva del parásito a través de las picaduras de los mosquitos. Para ello sometía a los Anófeles a altas dosis de radiación para inactivar el parásito de la malaria ('Plasmodium falciparum') antes de que los insectos picasen a los voluntarios y les transmitiesen esa versión del parásito incapaz de replicarse.
Intentos fallidos
"Aunque las tasas de protección eran bastante altas [del 60%], el método era obviamente impracticable", explica a ELMUNDO.es Stephen Hoffman, director de la compañía Sanaria y uno de los autores del trabajo que ahora se publica (en colaboración con Robert Seder y otros científicos de los NIAID y de la marina estadounidense). Hoffman ha pasado los últimos años de su vida intentando buscar en el laboratorio un modo de inyectar el parásito inactivo, de manera estéril, segura, controlada y sin necesidad de las picaduras de mosquitos.
De hecho, sus primeros intentos de administrar esta vacuna por vía subcutánea lograron una protección muy baja, tanto como para estar a punto de hacerles abandonar la idea ("mis colegas decían que era imposible"). Con el respaldo de aquella carta de Alonso, el nuevo intento -esta vez por vía intravenosa- parece haber dado en la diana.
El ensayo incluyó inicialmente a 40 voluntarios. Los seis que recibieron cinco dosis a lo largo de un año tuvieron una protección del 100%, un porcentaje que se redujo entre quienes recibieron sólo cuatro dosis (se infectaron tres de nueve) y más aún entre los no vacunados (cinco de seis enfermaron de malaria).
Desafío
"La buena noticia es que hemos obtenido un alto grado de protección; el reto es que aún tenemos que demostrar que esa protección es duradera", señala a ELMUNDO.es Anthony Fauci, director de los Institutos Nacionales de Enfermedades Infecciosas de EEUU (NIAID), la institución que ha financiado el ensayo. En la mente de todos está la vacuna RTS,S/AS01 (que utiliza una proteína que recubre los esporozoitos para despertar una respuesta inmune) que ha ido perdiendo eficacia a medida que han ido avanzando los ensayos clínicos y se ha probado en miles de pacientes africanos hasta situarse en un 30%-50% (pese a que en la fase I también rozaba el 100%).
Además de la duración de la protección, añade Fauci con cautela, habrá que resolver los problemas logísticos que supone la vía intravenosa, y que hacen que la nueva vacuna sea prácticamente inviable para campañas masivas de protección. "El estudio es una prueba de concepto, hemos demostrado que es posible adquirir un alto grado de protección [contra la malaria], ahora debemos pensar si es posible replicar esos resultados mediante otra vía de administración, como la intradermal o la subcutánea", añade por teléfono desde Maryland.
Para ello, explica Hoffman, se pondrán en marcha diversos ensayos clínicos este mismo año ("o a principios de 2014") en Guinea Ecuatorial, Tanzania, Mali y previsiblemente Alemania; aunque Alonso no descarta también algún tipo de colaboración desde España. "Lo importante ahora es sentarse bien y diseñar bien los estudios que hay que hacer en los próximos 5-7 años para evitar errores del pasado, porque la historia de la vacunología nos ha enseñado que a veces por ir demasiado rápido se plantean estudios que no son los siguientes pasos lógicos".
"Le damos mucho valor al estudio, pero aún le queda muchísimo para convertirse en una vacuna", añade el científico español que más lejos ha llegado en el desarrollo de una terapia preventiva contra el paludismo. El investigador español, que conoce y colabora con Hoffman desde hace 25 años, asegura que no es cuestión de que ésta nueva inmunización vaya a sustituir o reemplazar a la RTS,S que él diseñó: "Yo soy el primero que espera que a la RTS,S le sustituya otra más eficaz, pero cualquier nueva vacuna va al menos cinco o 10 años por detrás. Yo sería el hombre más feliz del mundo si esta nueva sigue siendo 100% eficaz dentro de 10 años, aquí no hay rivalidades, la malaria es una enfermedad muy complicada".