La respuesta es no, y si no fijaos en este articulo de Juan Manuel de Prada (escritor y presidente del jurado del Festival de Estepona) donde defiende a Uwe y defeca en los foros de Internet:
"A nadie se le escapa que internet, ese gran libro de arena que ha puesto el universo al alcance de nuestra mano, es también una gigantesca letrina donde cualquier mamarracho evacua sus deposiciones, sus exabruptos, sus podredumbres mentales. Como en la puerta del retrete público, donde el salido no puede evitar la tentación de pintarrajear un falo hipertrofiado, ofrecerse como semental o injuriar a la mujer que nunca podrá poseer, en las aguas abisales de internet abunda el espécimen del calumniador profesional e insistente, casi siempre amparado por el anonimato, casi siempre resentido de su propia insignificancia, que al cobijo de foros, blogs y demás cónclaves virtuales va dejando su cagadita aquí y allá, propagando chismes sobre tal o cual persona (todo calumniador anónimo tiene su bestia negra, generalmente alguien que ha logrado en su oficio una relevancia que el calumniador virtual jamás alcanzará), inventando episodios apócrifos que enturbien su fama, atribuyéndole vicios o rarezas que el calumniado jamás soñó con incorporar a su repertorio, insultándolo en fin con encono y desesperación, como sólo insultan quienes chapotean en los lodazales de la mediocridad, quienes saben que nunca dejarán de chapotear en ellos y, sin embargo, necesitan, para sentirse vivos, salpicar con su barro hediondo a quienes respiran otro aire más noble.
No creo que exista una persona mínimamente célebre que no cuente con su calumniador o legión de calumniadores en internet. En otro tiempo, esta fauna corrompida y carroñera tenía que consolarse con ir voceando su odio por las esquinas, como perros enfermos de rabia, con la pálida esperanza de tropezarse con algún oyente crédulo, o tan bilioso como ellos mismos, que creyera sus infundios y contribuyese a difundirlos. Hoy esta labor desgañitada y agotadora ha encontrado un cauce de propagación privilegiado en internet. Al calumniador le basta con dejar su cagadita en cualquier vertedero virtual mínimamente concurrido por otros personajillos de su mismo jaez para que la mecha del polvorín se prenda y lo que en principio era tan sólo una infamia alimentada por el odio irracional y arbitrario se convierta en una especie que circula por doquier, arrastrada por las procelosas corrientes virtuales. Con un poco de suerte, en un par de años, esa calumnia habrá alcanzado la categoría de dogma de fe, y el calumniado habrá de cargar con ella mientras viva. De nada le servirá encomendar toda su vida a la negación del infundio: siempre habrá gente maliciosa, harta de chapotear en los lodazales de la mediocridad y el anonimato, dispuesta a mantenerlo vigente.
He conocido muchos casos de personas vilipendiadas en las letrinas de internet. Ninguno tan tremebundo, sin embargo, como el de Uwe Boll, un director de cine alemán que hace algunos años decidió especializarse en adaptaciones de videojuegos. Algunas de sus películas primerizas quizá no merezcan excesivos ditirambos; pero tampoco el alud de improperios que sobre él han arrojado sus detractores de internet, nombrándolo el Žpeor director de la historia del cineŽ. Cada vez que estrena una película, sus detractores –sin molestarse siquiera en verla– bombardean la red con reseñas feroces y ofensivas, vapulean a su director con los epítetos más atroces y arrastran sus creaciones por el fango, regodeándose en el ensañamiento. No importa que alguna de las películas de Boll merezca figurar en cualquier antología del cine pulp; sus detractores se las ingenian para demolerla antes de su estreno, de tal manera que cualquier distribuidor o productor que busca información sobre la misma se tropieza con un alud de agrios vituperios que lo disuade de invertir su dinero en una película que juzga infumable, sin haberla visto siquiera.
En un festival bastante gamberro que cada año organizamos en Estepona hemos tenido oportunidad de contemplar BloodRayne, la última creación de Uwe Boll, una trepidante película de vampiros que se cuenta entre las más deliciosas del subgénero, pero que ningún distribuidor del mundo ha querido estrenar en salas comerciales, intimidado por los varapalos que le han dispensado los calumniadores de internet. Llegará el día en que Uwe Boll ni siquiera podrá dirigir películas, perseguido por esa fama de cochambre que han arrojado sobre él. Y, mientras tanto, los calumniadores virtuales siguen chapoteando en el lodazal de su mediocridad, alborozados de su hazaña."