En ocasiones, no hace falta reinventar la rueda, en ocasiones, no es necesario devanarse los sesos tratando de crear un drama profundo, impactante y complejo... En ocasiones, los mejores dramas, son los reales, aquellos que no han tenido ni gozado del espacio que merecen para ser propagados, retratando y denunciando los fondos de la sociedad y el ser humano. Y por eso producciones como esta Richard Jewell, son tan necesarias.
Con una dirección sumamente sobria, Clint Eastwood recoge una historia real y la retrata brillantemente en la gran pantalla, al igual que hizo con El Intercambio (Changeling). No necesita de grandes giros, ni de grandes modificaciones, la historia real es lo sumamente impresionante como para prescindir de la inventiva barata.
Durante el transcurso de la cinta, se refleja con gran precisión el hostigamiento que padeció Richard Jewell, todo a través de una campaña mediática orquestada en torno al juego sucio, donde trataron de aprovecharse de una persona humilde que pecaba de excesiva bondad y cierta ingenuidad, al creer en un sistema que claramente, se mostró incompetente, un sistema al que no le importaba la verdad, sino crear un villano para así tapar sus deficiencias y carencias a la hora de abordar la investigación, todo con la inestimable colaboración de unos medios de prensa que ajenos a la premisa elemental del periodismo (rigor en la información), prefirieron actuar cuales sucios y perversos depredadores, abonando el terreno del espectáculo grotesco, infame y barato mediante titulares capciosos, aseveraciones precipitadas y elucubraciones fantasiosas.
La interacción entre los personajes y sobre todo, la evolución del propio Richard, están muy bien escenificadas, con gran naturalidad y realismo. Al final el propio Richard, con su excelso discurso en la conclusión del metraje, manifiesta con suma viveza la pérdida de fé en el sistema, las taras e inconsistencias del mismo, junto con su hipocresía.
No, no todo vale...