Como amante de la historia, Stalingrado de 1993 era la eterna pendiente que tenía en mi lista de cine bélico histórico. Película que figura en cualquier lista de referencia del cine bélico y concretamente de la segunda guerra mundial, con críticas muy positivas y a la par, notas elevadas. Y siento ser la voz discrepante y discordante, pero... Me ha parecido decepcionante.
Como suele suceder en estos casos, la fama precedida de la cinta me hizo formar una serie de expectativas muy elevadas que no se han visto cumplidas ni por asomo. Y antes de que alguien lo diga: no, no es cuestión de que no haya comprendido el mensaje. La película claramente quiere mostrar el lado humano de la guerra, la evolución psicológica de los combatientes (sobre todo de los alemanes), como pasan de un entusiasmo inicial a una progresiva decepción que se transforma finalmente en repudia. Cómo se muestran los horrores que pasaron, con condiciones infrahumanas, apilados como ratas en los edificios semiderruidos de Stalingrado, siendo enviados a la muerte sin ningún tipo de reparo (como se ejemplifica en una escena donde se pide a un soldado que avance para lanzar una granada de mano a una posición enemiga bajo la promesa de fuego de cobertura y nunca recibe dicho apoyo) y sin el apoyo necesario para combatir (hay varias escenas donde se observa como carecen de apoyo aéreo). Cómo en medio de tamaño locura y masacre, surgen momentos fugaces de piedad (como la tregua temporal para recoger a los heridos y muertos en el campo de batalla).
Pero el gran pecado sin duda alguna de esta producción, es el ritmo. Todo transcurre con suma lentitud y parsimonia, lo que sumado a que desde la dirección tampoco tiene claro el rumbo que tomar y adoptar (¿retrato histórico de la contienda, o drama humano?), concluye con unos tempos muy mal manejados, con escenas que se recrean y se alargan más de la cuenta (a veces menos, es más y si puedes mostrar algo en un minuto, no es necesario emplear cinco) y otras donde se producen saltos inconexos (no hay una cronología clara y definida de la contienda, tan pronto están entre los edificios de la ciudad, como cavando trincheras en el hielo). Los 130 minutos de metraje se antojan claramente excesivos para lo que se narra y cuenta. Y es que las comparativas son odiosas, pero por ejemplo Valkiria demuestra con una duración similar, hacer un ejercicio más efectivo a nivel cinematográfico, aportando una gran fidelidad histórica y a su vez, profundizar en el drama humano, en la psique de los alemanes, sin por ello resultar tedioso en el proceso. Y creo que eso es resultado de una mejor dirección, en este caso, por parte de Bryan Singer.
Nota: 4.