Seamos coherentes con la realidad vista: España no mereció ganar, ni tan siquiera empatar. Este partido lo ha perdido Portugal por no materializar sus múltiples ocasiones claras de gol.
España jugó a lo de siempre: mucho juego y posesión de balón, inoperancia en ataque y mucho riesgo en defensa.
Con el nuevo trío de centrocampistas (Rodri, Koke y Soler) el juego de España no se resintió. El mayor dinamismo en la segunda no fue tanto por la entrada de Busquets, Gavi y Pedri, que también, sino más bien por la mayor verticalidad de Yeremy Pino y Nico Williams.
A la postre el mejor del partido fue Unai Simon por sus cuatro paradas de gol. En segundo lugar el trabajo de Morata, no solo por el gol sino por la gran presión que ejerce y su ayuda defensiva (impresionante fue el carrerón que se pegó a todo campo para salvar una contra de los portugueses). Después destacaría a Rodri, primero como pivote y luego como central. Y por su supuesto el lance decisivo de Nico para cazar aquel balón largo y servírselo en bandeja a Morata.
En el haber negativo se lleva la palma Ferrán, el mayor exponente de la inoperancia ofensiva de España. Algo mejor pero también mal estuvo Sarabia. Y tampoco estuvo muy fino Carvajal perdiendo excesivos balones en zona comprometida.
Desde luego con esa inoperancia en ataque España no puede ser favorita a ganar nada. Pero esto es fútbol, un deporte donde no es imprescindible ser el mejor ni jugar mejor para ganar. Este partido ha sido una muestra más de ello. Por eso puede ganar cualquiera, aunque con buen juego haya más probabilidades de hacerlo.