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Las tácticas del mánager son contempladas con recelo por un grupo cada vez más numeroso de futbolistas, que han dejado de creer en unos sistemas excesivamente simplistas
El partido disputado el sábado por la noche en el Benito Villamarín retrotrajo a los futbolistas del Real Madrid a un paisaje agreste cada vez más transitado por el equipo de José Mourinho. Abrazados a la épica, sin más recursos en los estertores del encuentro que lanzar proyectiles tierra-aire desde la defensa buscando el área, donde Sergio Ramos tomó el protagonismo de delantero de emergencia durante los últimos diez minutos.
Esta tipología de partido, cada vez más recurrente en la tercera temporada de Mourinho al frente del Madrid, ejerce un efecto nocivo para el mánager y su libro de estilo. Después de casi treinta meses de trabajo conjunto, cada vez más futbolistas están sorprendidos de los pocos recursos tácticos que tiene Mourinho para afrontar ciertas situaciones que se reproducen con cotidianidad.
El equipo no tiene un plan B, ni un modelo de contingencia más allá del barullo y el empuje. Dos ramalazos nimios para una de las plantillas más caras de la historia del fútbol.
La entrada de Kaká, que de nuevo parecía repudiado, fue interpretada con desconcierto por los futbolistas. Es extraño que Mourinho cambie el sino de un encuentro con sus movimientos, algo en lo que se ha especializado Vicente del Bosque, por ejemplo.
En medio de una de las crisis más pronunciadas de la era Mourinho, el portugués observa hierático el hartazgo de muchos de sus jugadores, y ya sólo encuentra el apoyo en el cónclave portugués. Algunos de sus hombres, que antes confiaban en él, han llegado a la conclusión de que el mánager era el idóneo para liderar la persecución sobre el Barcelona, pero sospechan cada día más que carece de los argumentos para llevar al equipo a otro nivel o a la era de dominancia a la que el equipo se asomaba y que ya ha parecido dejar escapar.
He puesto los párrafos más llamativos, podéis leer el artículo entero en la fuente.