El Duopolio llevará la ruina a la mejor Liga del mundo
En el fútbol de este país, que es tan amigo de las etiquetas, devoto de los extremos y muy dado a combinar autocomplacencia y autodestrucción, en las últimas semanas se percibe con gran nitidez un movimiento de clubes con visibles muestras de cansancio por sufrir en carne propia la dictadura de los que están en lo más alto de la escalera. De los poderosos Real Madrid y Barcelona. El Duopolio. Contra ellos, Contra ellos, el club de los medianos; los demás.
Los demás, salvo Valencia y Atlético de Madrid, que se han desmarcado del pelotón y están dispuestos a unirse al Duopolio. Al contrato que les ofrece el Duopolio. El fútbol español, según datos oficiales, pasará a embolsarse unos 800 millones de euros, algo más de los 600 que percibe ahora.
El Real Madrid, más activo que el Barcelona, pero con la anuencia de éste, ha agarrado las riendas de las negociaciones. Florentino Pérez, que lo fiscaliza todo, le ha dado poderes al abogado Javier Tebas, ex vicepresidente de la Liga de Fútbol Profesional, ducho en la materia de la intermediación y maestro del tejemaneje a media luz; por supuesto, sin taquígrafos impertinentes.
Tebas, cuya oronda sombra abarca los concursos del Mallorca y Xerez, sabe manejarse en las esquinas y ha podido convencer a Valencia y Atlético, que percibirían el 11% del total del futuro contrato, un documento que, de firmarse, dejaría la situación tal y como está ahora. Es decir, dos mastodontes pastoreando al resto del fútbol con dinero suficiente (si se aprueba la moción de Florentino el 34% del total) para poder invertir en grandes figuras y dejando al resto a veinte puntos de diferencia bien entrada la primavera.
Los dos 'grandes', a velocidad de crucero
No sé si José María Del Nido, presidente sevillista, quiere seguir los pasos de Simón Bolívar (“Más cuesta manejar el equilibrio de la Libertad que mantener el peso de la tiranía”), pero Valencia y Atlético, con deudas agobiantes y alarmante falta de liquidez, se hacen los sordos ante el canto general del resto de sus iguales y se resisten a leer a Andrew Matthews, cuando escribe aquello de mantener un equilibrio entre nuestras necesidades y las necesidades del prójimo. Pues el prójimo, incluyendo al Valencia y al Atlético, verá otro año más el desfile militar de Real Madrid y Barcelona mientras que el resto de equipos se despedazarán por atrapar el tercer lugar de la tabla, un puesto de bronce que les sabrá a título.
El sábado pasado, La Romareda no reventó para ver a Messi, Iniesta y Xavi Hernández. Los zaragocistas sabían con antelación de la nula probabilidad de una victoria maña. En Santander todavía escuece el voleón en la cara que recibieron los suyos en el Bernabéu. Y es que, pasados los fastos mundialistas, los máximos representantes del Duopolio ya comienzan a viajar a velocidad de crucero. Y los demás que arreen.
Distinto pasará en la Bundesliga, donde el Bayern Munich, el poderoso pánzer teutón, fue el que más cobró el pasado ejercicio, pero la diferencia entre lo que se embolsa el club muniqués con el Leverkussen es sólo de 8 millones de euros. Y los campos a rebosar cada domingo. Existe competencia.
La misma que ocurre en Italia o en Inglaterra. La Premier League repartió la pasada campaña entre sus veinte representantes 1.179 millones. El que más, el Manchester United, con 58 millones de euros. El que menos, el Middlesbrough, 34. Se estima que el nuevo contrato por derechos televisivos de la Premier se incrementará casi un 40%. Pero en la Liga más antigua del mundo primará el equilibrio y ganarán todos en competencia. En España no. El Duopolio cierra la puerta a la solidaridad con los demás clubes. Sigue en lo más alto de la pirámide y se niega a bajar de ahí. Con los motores echados para las próximas décadas, una vez que el fútbol ande metido en la ruina, con ellos solos para el baile. En la Liga del campeón del mundo, los saurios ya echaron la papeleta y se la jugarán a suerte. El Real Madrid de José Mourinho pinta bien y saca una cabeza a su gran rival. Los otros no tardarán en unirse al coro de palmeros, una vez despellejados para ganar el tercer puesto.