Ya hace un tiempo que el Barcelona, que en todo el 2013 no ha ganado un partido grande, mira para otro lado cuando se trata de afrontar su anorgasmia. Los cambios estructurales que deben acometerse en esta plantilla son como los propósitos de año nuevo, se olvidan rápido. En los dos últimos años, el Barcelona ha terminado las temporadas resuelto a fichar un central de garantías y a encontrar un sustituto de un declinante Xavi. La realidad, como ir al gimnasio o dejar de fumar, no se ha correspondido con las intenciones. El campo se ha encargado de demostrar que Song no es central, Bartra no le vale a ningún entrenador y Thiago está en el Bayern de Guardiola. Y en esas anda Martino, esperando a Puyol, de quien se sabe poco desde que Di María le desbrozó la cadera y con un Xavi en el peligroso purgatorio de la absoluta intrascendencia.
Ante el Atlético, volvió a quedar ojiplático el barcelonismo dogmático, que no concibe el juego sin una posesión rozando picos del 90%. Equipos como el de Simeone, que esperan y cortan, o como el Madrid o el Bayern, que aprietan y ahogan, son realidades incómodas para el Barcelona, que a veces no le vale con elegir su estilo y pretende imponer también el de los demás. Porque a dónde va a parar, mejor que venga el Rayo con Paco Jémez y sus once jornaleros, ponga la defensa a cuarenta metros de la portería e intente sacar el balón jugado con futbolistas con más problemas para manejar el balón que Rajoy una pregunta fuera de guión y se lleven cinco entre odas a su valentía y fútbol. No vaya a venir uno de los que saben cómo jugarnos y tienen potencial y nos pinten la cara, y lo que es peor, no hagan perder al Barcelona, sino al fútbol y maten la ilusión de un niño catarí.