LOS TRES AÑOS DE DISIMULO DE ANDER HERRERA
CONVENCIDO DE QUE EL ATHLETIC ERA UNA ESTACIÓN DE PASO, PROCLAMABA SU IDENTIFICACIÓN Y ALABABA LAS EXCELENCIAS DEL CLUB, MIENTRAS ASISTÍA COMPLACIDO A LAS DESERCIONES EN LA CASETA
La marcha de Ander Herrera, que se suma en el plazo de estos dos últimos años a las de Javi Martínez, Fernando Llorente y Fernando Amorebieta, estaba cantada. El único requisito que faltaba para que tomase cuerpo era que hubiese un club dispuesto a pagar su precio, puesto que el jugador tenía muy claro que el Athletic solo era una estación de paso. Su “sueño” se ha hecho realidad en tiempo récord: salió del Zaragoza, que le formó y con el que legítimamente se identifica, y tres años después pertenece al Manchester United, donde recala con doce meses de retraso. El primer intento por ficharle se frustró a finales del pasado verano porque David Moyes, el técnico del club inglés, prefirió a otro jugador que había tenido a su cargo y conocía mejor, pero la disposición de Herrera al cambio de aires era idéntica a la que ahora ha mostrado.
En el seno del Athletic no eran ajenos a sus inquietudes, disponían de suficiente información sobre cuál era su forma de pensar. Estaban advertidos por su comportamiento de puertas para adentro, en el ámbito del vestuario, donde permanentemente ejerció una labor negativa, participando de los deseos de aquellos compañeros que acabaron desvinculándose del club, no en vano eran los mismos deseos que él cultivaba en su fuero interno. El subconsciente le traicionó en alguna ocasión y, por ejemplo, se puso en evidencia con unas manifestaciones sobre el pulso que Llorente mantuvo con Ibaigane, pero Herrera procuró siempre cuidar su imagen con el objeto de que la afición le considerase como un león de pro, un rojiblanco convencido.
Si para muchos socios y seguidores supone una sorpresa el paso que acaba de dar, se debe sencillamente a que Herrera se ha distinguido por la elocuencia de su verbo, una constante reafirmación de su implicación con el Athletic. A tal punto trabajó esta faceta, remachando el clavo de las excelencias del club y de la implicación sin reservas con su filosofía, que incluso hubo sectores mediáticos que le adjudicaron muy alegremente el rol de referente intelectual de la plantilla. En este sentido, se ha de reconocer que Herrera, al contrario que en el campo, donde su rendimiento estuvo presidido por la irregularidad y los fuegos de artificio, ha dado muchísimo juego delante de los micrófonos.
Con su cara de niño que no ha roto un plato y cierta habilidad para juntar palabras, Herrera se erigió en una estrella de la sala de prensa de Lezama, lanzando a los cuatro vientos mensajes populistas que calaban enseguida en un entorno ávido de este tipo de manifestaciones, sobre todo en coyunturas delicadas. El tiempo ha demostrado su impostura, decía una cosa cuando estaba pensando otra. “El interés del Manchester halaga, pero estoy en un sitio que es especial y diferente, y para seducirme debería primero depositar la cláusula y después hablar conmigo”, es una de las perlas que dejó caer el pasado 4 de septiembre. Otra: “Es un auténtico orgullo vestir esta camiseta, estoy muy feliz aquí, seducirme más que el Athletic es difícil. Aquí me siento muy bien valorado”. Herrera quiso convencer al mundo de que él no estaba enterado de lo que se estaba cociendo, que poco menos era una víctima de la maniobra efectuada por el Manchester.
UN ‘BIENQUEDA’ Hoy, visto lo visto, está muy extendido el convencimiento de que desde entonces o en algún momento de la temporada, alcanzó con los dirigentes ingleses el acuerdo que se acaba de consumar. Y que durante este período ha interpretado un papel, amparado en el disimulo. Una escena cumbre sería la que hizo tras un partido disputado lejos de San Mamés, a punto de abrirse el mercado de invierno: “Este es un tema que cansa porque a la gente le va a parecer que busco salir y para nada es así”. Por supuesto, tras la clasificación para la Champions, insistió en que le ilusionaba sobremanera tomar parte en ese torneo con el Athletic. Su agente no dudó en alimentar la ceremonia de la confusión declarando recientemente: “El enfoque de Ander está en el Athletic y nada más. Solo se centra en la próxima temporada con el Athletic porque está muy emocionado por disputar la Champions con su equipo”.
Palabras huecas, tanto como las que ha utilizado para despedirse de Bilbao. En su línea de bienqueda, Herrera se ha apresurado a elaborar un escrito y un vídeo donde repite toda la retahíla de lugares comunes. En el fondo, ni él se cree esa serie de tópicos que contrastan con su proceder. Es innegable que está en su derecho de jugar donde le apetezca y que puede orientar su futuro profesional como mejor estime, pero podía haberse ahorrado el montaje que ha precedido a su adiós. Es una obviedad que el centrocampista nunca hizo suyas las convicciones que inspiran al cuerpo social del Athletic y que, desgraciadamente, Josu Urrutia ha tenido que enunciar con cierta frecuencia.
Eso de que “el Athletic debe ser el mejor equipo para los futbolistas del Athletic, el único equipo”, por sentimiento y también por correspondencia al trato que les concede en todos los órdenes, es papel mojado para Herrera. No le dice nada, como no le dijo nada a Llorente, quien rehusó aceptar “una oferta irrechazable” después de pasarse dos años mareando la perdiz. El sentimiento de ambos era coincidente, de ahí que en mitad de la vorágine generada por la negativa del delantero a seguir en Bilbao, Herrera se atreviese a decir: “Las dos posturas, la de Fernando y la del club, son legítimas. Somos profesionales del fútbol y esto puede suceder”. Semejante posicionamiento provocó que el Athletic le llamase la atención en privado.
Fue en balde, como tampoco sirvió que un año antes fuese recriminado por acudir a los Juegos Olímpicos arrastrando una lesión que, a la vuelta de Londres, le obligó a pasar por el quirófano, retrasando su incorporación al equipo. Si la directiva hubiera actuado con mayor severidad quizá hubiese evitado el lamentable espectáculo que ofreció Herrera negando sin rubor los contactos con el Manchester United. El Athletic pierde a un jugador sobrevalorado, de relativo peso específico en el fútbol del equipo si se repasa su trayectoria, pese a las condiciones que atesora, y lo que es más importante, especialmente en los tiempos que corren, se ha quitado de encima una mala influencia para la plantilla.
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