La inteligencia artificial (IA) ha avanzado muchísimo en los últimos años y está cada vez más presente en nuestra vida diaria. Hoy en día, la IA puede hacer tareas que antes parecían ciencia ficción, como entender y generar texto, imágenes, música y hasta tomar decisiones complejas en tiempo real. Un ejemplo claro son los modelos de lenguaje como este, que pueden mantener conversaciones, escribir ensayos, resolver problemas o traducir idiomas. También hay IA que reconocen rostros, identifican objetos en fotos, manejan vehículos de forma autónoma, o recomiendan contenido según nuestros gustos.
En el campo médico, la IA ayuda a detectar enfermedades a partir de imágenes como radiografías o resonancias, y se está usando para descubrir nuevos medicamentos. En la industria, se ha vuelto esencial para optimizar procesos, predecir fallos o mejorar la eficiencia de producción. Los algoritmos de aprendizaje profundo (deep learning) y redes neuronales han permitido a la IA aprender de grandes cantidades de datos, imitando ciertos aspectos del razonamiento humano.
Sin embargo, aunque la IA ha avanzado mucho en tareas específicas, todavía está lejos de alcanzar una inteligencia general similar a la humana. La inteligencia artificial actual es muy buena en tareas concretas, pero no tiene conciencia, emociones o la capacidad de razonar de forma completamente autónoma en diferentes contextos. Aún así, su capacidad para automatizar, procesar información y asistir a los humanos está creciendo rápidamente y seguirá cambiando la forma en la que trabajamos, aprendemos y vivimos.
(Incluso este mismo mensaje ha sido creado con inteligencia artificial)