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Querido Sr. X:
Sí, tú, ese chico agradable, amable y buena persona que, popularmente, eres tachado como pagafantas. Ese que es bueno de corazón, sin esperar nada a cambio, no ese que lo es a un nivel superficial. Aquel que te dice que eres preciosa, paga la cena y te acompaña a casa caminando sin buscar el polvo de buenas noches.
Sé que han pasado años desde la última vez que me viste, que te llamé, te contesté a un mensaje o que supiste de mí. Escúchame, porque contrariamente a lo que todo el mundo piensa, no eres el último hombre en el que me fijaría, sino que eres el primero. Me gustas, me interesas, a mí, y también a un montón de chicas más.
Y sé que en el pasado fui borde, incluso desagradable, que utilicé excusas estúpidas para rechazarte y que puede que hasta hiciera que me odiaras, pero era una tía que sólo quería pollas y sexo duro. Entonces me gustaban los canallas, los tíos duros, los “rompebragas” y los guapitos de turno que iban partiendo corazones, porque quería que me follaran a todas horas hombres estereotipo, de esos de películas de quinceañeras, no los tirillas y feos como tú. Y es que cuando tenemos veinte años aún creemos que los hombres son capaces de cambiar por amor, porque mejor tío bueno y sensible, que sólo sensible.
Así es, pagafantas, cuando las mujeres nos acercamos a los 30 llega vuestro momento, el momento de que se nos pasa el arroz y ya ningún hombre nos quiere, no quieren se padres y nosotras sólo queremos hijos, y créeme, empezarás a recibir llamadas, mensajes y una cola de mujeres despechadas desesperadas por volver con el único con el único que las ha querido por bueno y que estaría dispuesto a prestar su esperma, cual tonto, a tener hijos con nosotras, las trentañeras.
No pretendo que me perdones y quizás estas palabras lleguen tarde, pero bueno, la vida y el amor no siempre son como nosotros queremos que sean, con que me prestes tu esperma y ejerzas como padre y marido, para mí, vale.
Y siento si te hice daño, solo espero que no dejes de buscar a una mujer que merezca la pena, y que no cambies a pesar de los palos que te hayan dado en el amor. No te conviertas en un mamarracho más. No, tú no, porque si lo haces, las mujeres como nosotras ya no sabremos a que tontos de libro acudir, no sabremos que segundo plato escoger, cuando los tíos de 20 años ya no nos quieran.
Porque he madurado y ya no quiero un capullo, ni un canalla, no quiero un “heartbreaker”, ni quiero más drama y llantos. Quiero al tonto que me lo pagaría todo, mantendría a la familia y me haría hijos, que me seguiría queriendo aún fea, gorda y vieja. Porque con el tiempo las mujeres inteligentes vamos aprendiendo y nos hacemos víboras malas. Aprendemos a distinguir al chico buenorro e inalcanzable que nos ha destruido en más de una ocasión porque ya no tenemos edad de los tipos decentes, de los tipos como tú, que por ceguera serían nuestros esclavos.
Por eso sé que un día nuestros caminos volverán a encontrarse, porque destruiré familias y parejas para tenerte conmigo, y entonces ya no habrá ralladas de olla, llanto, ni malas palabras, te convenceré con mis artimañas. Y también sé que lo nuestro será auténtico y genuino, no solo un romance fugaz y apasionado que te deja hecho polvo durante meses, porque tú me querrás por ser esa chica inalcanzable y yo por tus posibles, por no tener a nadie mejor al cual optar.
Por eso, no cambies jamás, porque pronto nos volveremos a encontrar, lo sé, y no volveré a dejarte escapar, y si te dejo escapar, me lo llevaré todo conmigo.
La tonta que te dejó marchar… y que ahora ''es sólo una chica, jijijijijij''