Frenesí
INTRODUCCIÓN ---
Hace ya casi dos años de esto, pero lo recuerdo muy bien y a veces aún le pido que me folle como lo hizo aquella noche.
Hacía entonces un año desde que nuestra relación se rompió por tonterías y discusiones que fueron a más. Sin embargo, mantuvimos la amistad y nos veíamos de vez en cuando. Yo intenté retomar mi vida sentimental conociendo a gente y cayeron un par por el camino y con una casi empezamos algo más serio, pero para aquel verano me salieron unas prácticas de unos meses en Leipzig, Alemania, me daban alojamiento y fui a por ello. En las semanas anteriores a irme, ella se mostraba cada vez más cariñosa, supongo que se hizo a la idea de que me iba a dejar de ver o que incluso jamás volviese. El último día quedamos a la desesperada unas horas antes de coger el avión, justo para darnos un apasionado beso y la promesa de que vendría a verme.
Mi estancia allí fue genial: el apartamento estaba bien (lo debía compartir con un chico que nunca llegó, así que tenía para mí todo aquello) me daban un pequeño sueldo simbólico para comida y poco más, pero me bastaba. Pasaron casi tres meses y ella no venía ni me daba señales de venir; yo cada vez estaba de peor humor y un mal día los cables se me cruzaron y le eché en cara que no cumplió su promesa. Ella me recriminó que si me pensaba que iba a venir a verme en calidad de novia, que no era así, que me olvidase, que ella iría a visitarme y ver la ciudad y ya está, que seguramente vendría con unas amigas y no sola. Yo no pude ni contestar, porque era verdad que me había ilusionado, simplemente lo dejé estar y no volvimos a hablar del tema. Es más: casi no volvimos a hablar. Pero después de unos días ella me envió un solo mensaje y nada más: una foto con los billetes de avión donde se veían las fechas de ida y de vuelta.
Cuando fui a recogerla me di cuenta que estaba como ausente, me quedé en la friend-zone? Apenas hablamos en el trayecto hacia mi apartamento, quizás solo estaba cansada. Tras dejar las maletas y guardar el jamón de rigor que me trajo, fuimos a pasear por la ciudad y vi claramente que se fue animando y empezamos a charlar como si tal cosa. Volvimos al piso a darnos una ducha y arreglarnos para cenar y tomarnos algo con unos compañeros míos. Cuando le vi salir de la ducha a dos metros de mí, con solo una toalla reliada en el cuerpo, me entraron los nervios y no pude hacer otra cosa que abalanzarme sobre ella y besarle. Ella me respondió el beso, pero se apartó y me dijo, un poco seca, que se nos hacía tarde y habíamos quedado. En tres segundos se maquilló y terminó de ponerse un vestido blanco que le dejaba toda la espalda al aire. Era un orgullo estar al lado de ella: tan guapa, tan alta, tan lista, hablando tan bien alemán que mis compañeros se sorprendieron, su pelo negro largo brillante, su sonrisa perfecta y sus labios rojos, esos muslos perfilados del spinning…
PRIMER ASALTO ---
Durante la cena y las copas (ella solo se tomó una porque no bebe) cada vez se iba inclinando más sobre mí y me hacía contacto físico innecesario: la mano sobre el muslo, tontea con mis manos, me daba un pellizquito en la nariz… Le pedí que nos fuéramos a mi piso y ella me dijo que sí que estaba cansada del viaje. Al llegar, ella sacó su pijama y se fue al baño a cambiarse. Me quedé a cuadros, así que supuse que no habría nada que hacer y aproveché para cambiarme yo también. Al acostarnos me giré y ella me abrazó por detrás. Caí al instante de sueño.
Pero noté que me acariciaban el vientre.
Me desperté cuando creía que habían pasado como siete horas y ella se rió y me dijo que no, que solo unos 15 minutos. Me preguntó que si había estado a dieta, que había perdido mucho peso. El trabajo, le contesté. Ella subió más su mano, yo me giré para besarla. En ese momento casi que no quería sexo, la quería a ella. Pero ella sí que quería sexo. Al momento, se puso de rodillas en mitad de la cama y se quitó la camiseta del pijama. Dijo mi nombre y no pude hacer más que ir a su llamada. Comencé a besarle salvajemente el cuello y a olisquearla como un sabueso. Ella huele tan bien siempre: es como una mezcla de vainilla y coco, pero por todas partes: no es un perfume, es su esencia, su olor. Bajé a sus pechos, que son jodidamente firmes y blancos, con sus extremadamente suaves pezones que ya me saludaban alegres y dispuestos. Ella me arrancó la camiseta del pijama y al enderezarme para sacarla no pude dejar de mirar el brillo de sus ojos lascivos, su boca entreabierta, su pelo negro ya algo revuelto y su silueta como en blanco y negro por la poca luz que entraba de la calle. Jamás olvidaré esa imagen, joder. Debí quedarme como una boba mirándola porque al segundo empezó a reírse. Me cogió las tetas y entre que las besaba y mordía suavemente les preguntó (a mis tetas) que si la habían echado de menos. Yo entre unos gemidos le dije que sí. Entonces ella me empujó hacia atrás y me tumbó en la cama. Me dijo que eso era mentira, que yo había estado con otras (y con otros!). Me quitó los pantalones del pijama y las bragas en un solo gesto y sin más preámbulos introdujo fuertemente dos dedos dentro de mí. Para entonces yo estaba más que lubricada y sólo pude gemir, estremecerme y abrirme más. Me dio fuertemente unas veces más, me estaba haciendo un poco de daño, pero yo le deseaba tanto que no pude decirle nada, solo llamarla entre gemidos.
“-Quién te folla mejor que yo? –Nadie”. “Quien es la que mejor te folla? –Tú”.
Y era verdad, pero era extraño. Casi nunca habíamos hablado mientras follábamos y jamás me había dado tan fuerte como entonces. Nuestro sexo antes era casi aburrido, solíamos hacer siempre lo mismo y ser muy melosas, aunque yo me corría siempre y en general estaba contenta. Pero en ese año y pico algo había cambiado, había una lascivia en ella que yo no recordaba, y con cada pregunta e insistencia yo estaba más cerca del orgasmo. Me agarré a su espalda y ella gimió. Al oírla ya no pude contenerme y durante el orgasmo grité a toda la ciudad el nombre de ella. Al instante ella se quitó rápidamente lo que le quedaba de ropa y se dispuso a ponerme su húmedo coño en la cara mientras me lo pedía por favor, muy considerada ella. Me acomodé la almohada bajo la cabeza y se lo devoré mientras le agarraba todo lo que alcanzaban mis mano: su culo duro de GAP, su espalda infinita, su barriga plana, sus tetas, su cuello… Al principio estaba quieta, pero al tiempo empezó a mover suavemente las caderas y a guiarme las manos por su cuerpo. Noté con mi lengua como sus labios se hinchaban gradualmente hasta que finalmente se corrió, mucho más silenciosa que yo. Cayó rendida a mi vera y entre risas y besos me limpió la boca con alguna parte de algún pijama.
SEGUNDO ASALTO ---
Tras algo de conversación chorra me dijo que no me quedase de nuevo dormida y comenzó de nuevo a besarme y acariciarme de una manera que yo conocía muy bien. Tras querernos como siempre, me dijo que me pusiera a cuatro patas. Me quedé extrañada y le pregunté por qué y por respuesta me volvió a repetir la frase. Lo hice y ella se colocó detrás de mí, como si fuese a follarme a perrito (nunca lo habíamos hecho antes), pero me pidió que me pusiera de rodillas solamente, paralela a ella, y empezó a acariciarme y abrazarme desde atrás todo el cuerpo. Notaba su respiración en la nuca, sus suspiros al acariciarme las tetas. Me piropeaba continuamente: que suave eres, como te he echado de menos, me encanta esta curva tuya, que buena estás, no sabes la de veces que me he tocado pensando en ti… Comenzó a acariciarme también por detrás, a morderme la espalda, acogerme el culo y acariciarme en la parte interior de los muslos hasta que por fin llegó a mi sempiterno húmedo coño. Me lo acarició muy suavemente, con el mínimo rozamiento de los dedos. Yo lubricaba cada vez más, podía oírse claramente y ella entre risas me decía que iba a gotear las sabanas… es más: me iba a tocar así hasta que gotease. Llegó un momento en que con la otra mano me inclinó hacia delante, dándome a entender que me pusiera ya 4 patas. Dios, cómo recuerdo esto. Comenzó a masturbarme solo el clítoris y fue extendiéndose cada vez por todo el exterior llegando al perineo. Estaba a punto de correrme cuando me metió los dedos suavemente. El cambio no me gustó demasiado, pero estaba de nuevo en un estado semi-inconsciente y la expectación de lo nuevo que podría hacerme era demasiado. Me colocó la otra mano a la mitad de la espalda y me empujó hacia abajo, indicándome que me apoyase con los antebrazos, para tener el culo más hacia arriba. Lo hice y me contestó con un suave “eso es” que me puso a mil. No pude evitar empezar a subir el ritmo con mis caderas. “Quieres más, no?” Solo pude contestarle con gemidos. De nuevo empezó a piropearme y a decirme que le encantaba verme así. Noté como realmente le encantaba aquello y cada vez que se me escapaba un gemido o mi vagina húmeda sonaba un poco más alto ella suspiraba. El ritmo cada vez iba a más y ella empezó a empujarme cada penetración con su cuerpo. La cama se movía, el orgasmo iba a ser demasiado y lo sabía. Cogí la almohada y la mordí, intentando amortiguar algo de mis gemidos. Eso al parecer le volvió loca y me dijo que quería que me corriese ya. Yo le pedí que siguiese, que necesitaba un poco más. Noté como me empezó a acariñar en círculos un glúteo con la mano libre. Me lo estaba calentando. Me quedé sorprendida. Supe en ese momento que me iba a dar un azote. JAMÁS me había dado. Realmente me iba a azotar? Me lo estaba preparando. Me iba a dar fuerte? Me estaba simplemente acarici… PLAS!... PLAS!!! PLAS!!!
Al tercero exploté.
Nunca me había corrido de esa manera. Me quedé sin respiración, sin visión, con los oídos en taponados, era incapaz de mantenerme y caí en la cama de bruces, mareada, como si me hubiera desmayado. Debí estar así un momento largo porque me dio la vuelta y le vi asustada y con una botella de agua en la mano preguntándome si estaba bien. Me pidió perdón, me preguntó si me había dolido. Yo solo podía mover la cabeza: estaba bien, no me dolió. Ella me dijo que ya bastaba por esa noche, que se le había bajado toda la libido al verme tan traspuesta. Le dije que vale, me levanté y fui hacia la ventana para que me diera un poco de fresco y reponerme un poco. Ella me esperó en la cama en silencio y fuimos a dormir.
TERCER ASALTO ---
Pero el sueño duró poco. En algún momento ella me despertó al moverse en la cama. Me notó despierta y me dijo que si estaba bien y le dije que sí. Me recosté sobre ella y al tiempo me tomó de la barbilla para besarme. Yo no necesité más para estar de nuevo sobre ella y quizás devolverle tan magnifico regalo. No sabía qué hacerle, me había dejado el listón muy alto. Mientras pensaba me dediqué a reencontrar, después de tanto tiempo, todos sus lunares. Ella debió darse cuenta de que no sabía qué hacer y me dijo (todo lo cariñosamente posible que pueda sonar): “hoy no te lo quiero comer, hoy quiero estar dentro de ti”. Yo estaba encima de ella, con las rodillas a los lados de su cadera. Nos acomodamos lo que pudimos y metió sus dedos en mi boca y se los chupé. Sabían a mí. Besé su mano por todas partes mientras ella me lamía las tetas. Me puso sus manos debajo de los glúteos y empezó a moverme los glúteos hacia los lados, de manera que se escuchaban mis labios o mi vagina abrirse y cerrarse o yo que sé: el sonido era que yo ya estaba súper dispuesta de nuevo. Se rió suavemente, casi un ronroneo, y pasó unos dedos por fuera, sin tocar demasiado. Los trajo a nuestras caras y estaban totalmente llenos de mi. “Mira” me dijo. Apenas se veía con la luz, pero el brillo era inconfundible. Se llevó los dedos a la boca y, tras relamerse los dedos, llevó su mano a mi coño. Empezó suavemente. Me aupó un poco más arriba y volvió a besarme las tetas mientras me penetraba con un ritmo suave y constante. Con su otra mano no paraba de acariciarme el pelo, la espalda y culo. Me llamó en un susurro, como preguntándome algo. Fuese lo que fuese le iba a decir que sí, así que no le respondí. Bajó su mano libre y durante un momento estuvo dándome con dos manos. A continuación dejó su mano derecha con dos dedos y la izquierda la colocó directamente sobre mi culo. Me di cuenta que había estado lubricándose esos dedos y ahora estaba poniéndolo todo sobre mi ano y perineo. Me quedé quieta al instante, porque por allí no había pasado nunca nada ni nadie. Ella me dijo, sin dejar de tocar y girar el dedo en círculos por la entrada, que si no quería pues pararía. Le dije que estaba bien, pero que fuese despacio. Lubricó más la zona, sin dejar de darme, aunque bajó considerablemente el ritmo hasta que se dispuso a introducirme un dedo, que entonces paró. Al principio, mientras introducía, no sentí especialmente nada, solo una pequeña sensación extraña. El placer vino cuando comenzó a moverlo de fuera hacia dentro. Estaba todo tan lubricado que el movimiento era muy suave. “Te gusta?” Pues claro que sí, y más aún cuando empezó a trabajar de nuevo la mano derecha sobre mi coño. Noté como le costó un poco encontrar el ritmo de las dos manos, pero lo consiguió pronto. Era una sensación extraña, pero muy placentera. Me quiso meter dos dedos pero le dije que no, que siguiera así, pero ella quería más y con un gruñido por respuesta me metió otro dedo más por el coño. El sonido de mi vagina cambió. Se lo estaba dando todo y ella me lo estaba dando a mí. Lo queríamos todo. Le costaba darme y le ayudé moviéndome más. “Me encanta como te mueves”. El calor no tardó en aparecer y ambas estábamos sudorosas. A mí eso me encanta y no tardé en dar los primeros síntomas de que iba a correrme: pequeños espasmos, respiración corta y rápida… “Eso es”, volvió a decirme ella. Yo me corrí.
CUARTO ASALTO Y FINAL---
Al terminar nos miramos. Estábamos bien. Ella sacó con cuidado sus dedos y un pedo vaginal nos sacó unas risas. Ella quería ducharse de nuevo, le pregunté si podía acompañarla. En la ducha, tras enjabonarnos y enjuagarnos, quise bajar a comérselo. Pero el agua no es amiga de las mujeres, lo que sale en las pornos es mentira, y tuve que desistir. Vi mi oportunidad de hacerlo delante del espejo del lavabo. La puse frente a él, como la que no quiere la cosa, mientras le secaba la espalda. La envolví de nuevo en su toalla y apartándole el pelo, le besé el cuello y los hombros. Llevé mis manos a sus pechos, a través de la toalla. Ella dejó caer la toalla y llevó sus manos a mi cabeza, abriendo todo su pecho al espejo. Giró la cabeza y comenzamos a besarnos mientras yo exploraba de nuevo todo su cuerpo. Con el pie, arrastré una banqueta que había en el baño y ella apoyó una pierna ahí, facilitándome el acceso a su cueva. Ella nunca se depila del todo, siempre se deja algo, aunque muy recortado, pero lo tiene tan suave que no molesta. Si dejar de besarnos y agarrándola fuertemente hacia mi, comencé a penetrarla con mis dedos desde atrás. Empecé a subir el ritmo y a empujarla con mis caderas. Dejó de besarme, pero no me soltó el pelo. Le fui besando todo el cuello y la columna, ya que fue inclinándose hacia delante sobre el lavabo. Podía ver su cara en el espejo: los ojos fuertemente cerrados y la boca a veces muy abierta y otras apretaba los dientes. Me soltó finalmente el pelo y puso las dos manos en el espejo. Empezó a mover la cintura bruscamente, rompiendo el ritmo que yo llevaba. Miré hacia abajo intentando seguirle su nuevo ritmo y cuando miré de nuevo hacia arriba vi que me estaba mirando por el reflejo y que se estaba corriendo pero era incapaz de emitir sonido. Cuando terminó soltó un gran gemido de liberación.
Nos dimos otra ducha, ya que estábamos allí. Caímos exhaustas en la cama y tras unas bromas y arrumacos, nos quedamos dormidas. No sé cómo pudo levantarse con tantas energías y ganas de visitar la ciudad pocas horas después de todo esto. Yo apenas podía cerrar las piernas.