Tensión sexual resuelta
Llevaba esperando 15 minutos en la entrada de una tienda, y ella seguía diciendo que estaba al caer. Decidí esperar 5 minutos más antes de irme, ya dudaba de que viniese. Y ahí llego ella, no sé cómo lo supe, pero lo supe al ver su paraguas, algo me decía que ella era la que empuñaba ese paraguas azul. Pero paso de mí. ¿No me habría visto o bien me había equivocado? Me daba igual, fui tras ella. Ella iba rápido, más rápido de lo que habría deseado. Me hizo acelerar el paso hasta llegar casi a correr, pero antes de alcanzarla se paró en seco y se giró. Yo me pare a un poco más de un metro de ella esperando a verle la cara a la chica misteriosa. Y debajo del paraguas vi como asomaba una sonrisa que me cautivo, era dulce y a la vez traviesa. El paraguas fue descubriendo el resto de su rostro poco a poco, y era mucho más bonito de lo que me imaginaba por las fotografías.
Nuestras caras estaban a pocos centímetros, sin darme cuenta ella se había acercado más a mí. Yo iba a saludarla, pero se me adelanto. Me dio el mejor beso que me habían dado hasta el momento, despertó en mí cosas que nunca había sentido. A mis 22 años sentí por primera vez algo que atribuí a algo parecido al amor, aquella chica me gustaba de verdad.
Deseé que nunca se acabara ese beso, pero se terminó y volví a la realidad. Teníamos un plan, ella invitaría a la cena y yo a una noche de hotel. Pero al preguntarle por el restaurante escogido, ella me dijo que había habido un cambio de planes. Simplemente me cogió la mano y me hizo seguirla, y yo la seguí con plena confianza, sabía que esa noche no la olvidaría jamás.
Después de callejear mucho me dirigió hacia la puerta de un hotel. ¿Qué había sucedido con la cena? Mi estómago estaba hambriento, si bien era cierto que quería estar con ella, también lo era el hecho de que estaba hambriento. Ella debió de leerme el rostro, con una sonrisa me dijo que estuviese tranquilo que cenaríamos. Quizás el restaurante de ese hotel sería el sitio escogido.
Me llevó hasta el ascensor. Allí me explico que sabía que no iba muy bien económicamente, y que el hecho de que hubiese ido a Madrid a pasar unos días para verla eran suficiente. Estaba siendo invitado a pasar lo que parecía que iba a ser una de las mejores noches.
Al entrar en la habitación me quedé estupefacto, la cama estaba llena de pétalos de rosa. Y estaba sonando una música de ambiente, se había encargado de todo. Oí su voz detrás de mí como me decía al oído: “La primera vez debe ser especial, algo para recordar siempre”. Sí, era virgen.
Después de decirme esas palabras se fue al baño. Mientras tanto yo me quede contemplando el escenario que tenía ante mí. Estaba nervioso, e intentaba recordar los consejos que me había dado una buena amiga mía.
Ella salió del baño vistiendo un picardía, solo eso, sin nada debajo. Mientras observaba su cuerpo, sus pechos, su vientre plano, sus piernas, su coño, noté como mi polla se iba poniendo dura y ella lo vio también, y sonrió con cara de chica mala. Eso aún me puso más cachondo de lo que ya estaba, quería poseerla, quería follarla, desatar todos los años que había estado esperando por encontrar una chica como aquella.
La cogí del brazo y la atraje hacía mí. Le empecé a besar la boca, luego el cuello, y fui bajando hacía sus pechos. La tumbé en la cama y allí juguetee con sus pezones largo rato, mientras que con la boca jugaba con un pecho, una mano jugaba con el otro pecho. La mano que tenía libre bajaba hasta encontrarse con su coño. Estaba húmedo, más bien casi empapado. Me dediqué a jugar con su coño, centrándome sobre todo en el clítoris. Ella no paraba de gemir, notaba como se le aceleraba la respiración, y de repente noté como su mano empujaba mi cabeza hacia abajo. Comprendí el mensaje, así que bajé, dispuesto a comerle el coño. Pero quería hacerle sufrir, le empecé a besar por el vientre, y fui bajando. Al llegar a su coño le di un beso, pero no me pare, seguí bajando por sus piernas. Oí un gruñido de desaprobación por su parte, y con una sonrisa volví a subir, esta vez sí que me pare en su coño.
Mi lengua danzaba por su clítoris, con cambios de ritmo, juguetona. Su respiración empezó a acelerase más. Estaba ya próxima al orgasmo, así que cogí la mano que tenía libre y le introduje un dedo mientras que con la boca seguía jugando. Su respiración se aceleraba al igual que sus gemidos. No paraba de mover las caderas arriba y abajo, y yo me dediqué a introducir otro dedo más. Parecía que le gustaba, y yo disfrutaba dándole ese placer.
De repente le oí pegar el grito más fuerte que he visto en mi vida, y con su manos me estiró del pelo, hasta ese momento ni me había dado cuenta que tenía sus manos en mi cabeza.
Me subió la cabeza hasta llegar donde la suya y me besó, con su lengua quería probar su propio sabor. Sin darme cuenta ella había bajado su mano y estaba jugando con mi pene, eso me gustaba. Era mi turno ahora. Sus besos se convirtieron en mordiscos en mis labios, y acto seguido se separó y se puso encima de mí, mientras que con su mano introducía mi pene en su vagina. Todo su rostro denotaba placer en ese momento, y con una sonrisa me preguntó si estaba listo. Claro que lo estaba, ¿acaso lo dudaba? Ella se rió, y empezó a moverse, arriba y abajo con sus caderas. Sentí correr por mi cuerpo sensaciones que no había sentido antes. Me gustaba.
La cogí y la puse a cuatro patas. Empecé a penetrarla cada vez con más fuerza y a darle unos azotes mientras con una mano le cogía y le estiraba del pelo. Temí haberle dado muy fuerte, pero su cara de goce y de viciosa me dijo lo contrario. Le gustaba, así que me dispuse a darle otro. Y en ese momento llegó, una explosión por mi cuerpo. Me corrí como nunca antes lo había hecho. Ella se giró y me dijo: “¿No me digas que ya has acabado? Con lo que me estaba gustando”.
Me dio un beso y se levantó de la cama, yo observé cada forma de su cuerpo, era un cuerpazo, y por esa noche era todo mío. La vi cómo iba hacia una bolsa encima de una mesa, y de ella saco la cena. Me había olvidado por completo que estaba hambriento, y después de aquel ejercicio aún lo estaba más.
