La edad es como el alcohol: te deshinibe, te va acercando cada vez a un estado mental que todo te la sopla y claramente qué te va a importar dejar pasar a un niñato / a que no sabe ni por dónde le da el viento. Cuando eres joven lo haces por consensos sociales y demás, cuando la vida te ha puteado una y otra vez hasta límites insospechados pasas de las gilipolleces así. No es que alguien ya anciano sea arisco o con poca paciencia; es que es un ser humano sin filtros ni mamoneos. Lo que hemos perdido el contacto con nuestro lado natural.
Y que alguien no se meta en ningún follón y se quede en casita leyendo a Stéphane Hessel no quiere decir que a la mínima te meta un zasca que te mande a casa llorando porque seguramente seas una nenaza. Ver a José Luis Sampedro, que a sus 94 años no estaba por tonterías ni por perder el tiempo.