No es que yo sea un yonki ni mucho menos, pero confieso haber probado de mil formas distintas todas las drogas (jaco, ele, hongos, amanita y sucedáneos, coca, speed, cannabis, pastillas raras holandesas que ni puta idea del nombre, etc.) que merecían la pena ser probadas. Esto sucede por varias razones: la primera es que siempre he sabido instintivamente del poder que ejercen sobre la mente las sustancias que alteran los estados normales de conciencia; la segunda está relacionada con la primera e implica una infinita curiosidad y afán por amasar conocimiento (Nietzsche manda, como siempre) merced de estados alterados que dan mucho juego a la exploración.
No os voy a engañar ni soltar el rollo moralista. Las drogas están de puta madre, son cojonudas, lo que pasa es que son inherentes a una serie de riesgos que hay que saber gestionar con mucha cabeza y responsabilidad si no se quiere acabar perdiendo los papeles a consecuencia de adentrarse en un mundo con dinámicas muy diferentes al de esta realidad. Luego están los que le temen a las drogas porque se temen a sí mismos y su grado de fortaleza mental es insuficiente para enfrentarse a una estimulación sensorial y mental en la que no existe la certeza de que todo discurra sin imprevistos. Esta gente son moralistas que juzgan un hecho como el que ordena el calendario; es decir, ignorantes que ordenan lo bueno y lo malo en función de un criterio instintivamente temeroso, cobarde, que no transgrede. Es humano y hay que entenderlo.
También he visto perder a mucha gente (y gente que lo valía, con dignidad y valor) la cabeza y la vida por el tema de las drogas. Suele suceder que cuando uno goza de los más suculentos manjares en lo que a sustancias se refiere esta realidad se vuelve de un color extremadamente gris e insípido y el individuo ordena sus prioridades de acuerdo al enganche que tiene, que inexorablemente le conduce a vivir de una determinada forma alejada del normal discurrir de la vida (trabajar, no joder al sistema, cumplir la ley etc). Vamos, lo que algunos llaman vivir de forma decente porque de otro modo la sociedad colapsaría; fíjese el origen del valor y cuál es su intencionalidad si se quiere aprender de moral un mínimo.
El rollo es que de todo lo que he probado sólo consumo habitualmente cannabis. Es la droga (ilegal y casi casi diría hasta legal) menos dañina que existe y la que menos dificulta el normal desarrollo de la vida en esta dimensión. No es una adicción porque vivo perfectamente sin fumar, lo que pasa es que ni por asomo se disfruta de igual forma viviendo aquí. El cannabis, como casi todo en esta vida ejerce una influencia sobre ti en función de tu personalidad y sobre todo de las capacidades (cognitivas, artísticas, inteligencias, sensoriales etc.) que tengas. A los simples igual no le da para más que para echarse un FIFA bien fumadotes o hacer el gilipollas perdiendo el tiempo. A los hijos de la gran puta que poseemos capacidas y recursos casi ilimitados nos pone muy activos, con una estimulación que se nota aunque no sea en plan lonchita bien cortada. No sé si me explico, pero el que quiera saber de qué va el rollo que se lea a Mckenna o a Watts y que se prepare para flipar pero bien. En el mundo anglo pegan bastante los autores que cuentan sus rollos (ensayos curradísimos) con toda esta movida desde puntos de vista que el paradigma racional proto-europeo (el progreso y los pseudo-valores post-1789) sencillamente jamás podrá aceptar, pero de los que nadie mínimamente letrado podrá ignorar su veracidad y trascendencia.
Entonces un porrito sano o varios en el día a día entran de puta madre y sin problemas. Lo suyo es cuadrarlo con un momento (enfocarlo en una rutina) o con una actividad determinada (consumo enfocado hacia algo) y disfrutarlo bien. Lo típico de salir del curro con muy mala hostia (el trabajo industrial eleva la testosterona, y si encima eres español y andas inmerso en tu propia guerra individual por tierras herejes ni te cuento) y encender un buen petardo mientras te comes colas y retenciones de camino a casa. O ponerse con una pila de libros (filosofía manda), un cuaderno y dos horas por delante y empezar a empaparse de conceptos, metáforas, arquetipos, visiones y paradigmas y pasarlos a limpio. Leer a Baudelaire, a Kerouac, a Nietzsche, a Junger y tantos otros bien fumado es pegarse un éxtasis dionísiaco de cultura que te coge fuerte y eleva por encima de cualquier mortal. Si en el mismo día te vas con el BMW y Café Quijano a toda hostia a buscar bronca con la intención de sacar la barra del maletero a la que venga el chute de adrenalina post-filosofía te deja directamente en el nirvana. Esto es vivir como un filósofo: como un Dios y como un animal. Un puto Licurgo, un puto Junger armado hasta los dientes respirando y ensanchando el Espíritu Universal.
Follar con porritos sanos también se puede. Casi igual que con la farlopa. Irse a chulear con alguna novieta también, incluso de compras. Conducir también se puede aunque tener +200 cv bajo el pie derecho bien emblonado algo aún impresiona y no te digo si subes el teutón de vueltas y empieza a rugir. Sabe Dios que algunos pasos por curva sintiendo la trasera no los ha tenido ni Schumacher, ni Weber ni la puta que los parió. Por eso BMW manda. Al TEMPLO no se va fumado porque eso es faltarle al respeto y un GUERRERO no comete ese tipo de ofensas.
Así que lo dicho. Y muy importante tener cash y contactos para fumar buen material. El camello del barrio es para pobres. La buena merca se pilla en Holanda fumando buen lemon y amnesia y kifas cojonudas. Y la vida sigue, no tiene nada de malo emblonarse fuerte si se cumple como un HOMBRE generando cash, congestionando el músculo, ampliando la cultura y el espíritu y en suma se cumple con el destino que cada uno tiene.
Bien sabía Cervantes lo que hacían los turcos.
PD: De los INDIOS hay mucho que aprender. Currando en Bolivia fumaba marihuana casera (de lo mejor que he probado) con un indio (no mestizo) y aquel cabrón lo hacía de forma india, acorde con su raza. Para ellos es algo más ritual, más trascendental con la pachamama y el espíritu y no tanto un consumo neurótico como muchas veces tiende a pasar con el hombre blanco. El hombre blanco no entiende ni respeta la naturaleza de los elementos que emplea y se está cargando el planeta después de haber arrasado el orbe. Que sí, que es el más capacitado, inteligente y blabla pero es un jodido inútil para pensar.
Resumen: no hay. La sabiduría no puede ser democratizada.