Después del combate con la sierpe, me vi completamente paralizado y muy a mi pesar, el grimoso de Karabanth posó sus manos sobre mí y pude recuperar la movilidad. Atravesar el foso no fué tarea sencilla. Estuvimos a punto de caer casi todos al asqueroso abismo de no ser de nuevo por la intervención del grimoso, que nos concedió la aptitud de volar. Eso me confirmó dos hechos que yo ya sospechaba. Uno que nuestra particular compañía está todavía muy verde. Y dos, que la criatura grimosa no es de fiar. Su ayuda ha sido sin lugar a dudas provindencial, pero el hecho de que no las manifieste hasta que son necesarias, me hace sospechar.
Una vez recompuestos del combate y salvado el escollo del foso, continuamos con nuestra exploración, encontrándonos con más criaturas hostiles a las que dimos muerte con relativa facilidad. Tenemos potencial en combate y cierto nivel de sabiduría para desentrañar misterios. Pero el incidente del foso dejó patente que nos falta perícia para desenvolvernos en lugares hostiles y más compenetración entre nosotros.
Habíamos entrado en aquel lugar antes del alba pero nuestros cuerpos empezaban a sentir que el día se terminaba. Aunque habíamos pasado todo el día bajo tierra, el cansancio nos decía que la jornada tocaba a su fin y debíamos descansar para proseguir con garantías. Y fué en ese momento justo, cuando en nuestra aventura se abrió un nuevo capítulo.
Nos disponíamos a abrir una nueva estancia pero la puerta estaba barricada por el otro lado. Es entonces cuando conseguimos comunicarnos con su ocupante. Tuvimos que convencerle pero al final cedió, retiró la barricada que había fabricado con el mobiliario de la habitación y se presentó. La criatura, Flak era su nombre, nos dijo que era un siervo del Caballero Negro y que le había enviado a recoger "cosas". Era la segunda vez que escuchábamos nombrar al Caballero Negro. El monje dijo haber escuchado en un pasillo una voz que le decía "El caballero negro se acerca".
Flak nos contó que su señor mora en las profundidades de las catacumbas. Que comanda un ejército del cual él es sólo un miembro más. Y que su señor a veces planea invadir la superficie. Al escuchar aquello, no dudé en levantar mi espada para tajar de arriba a abajo a aquel engendro, pero curiosamente Läquesis interceptó mi espada con la suya, salvando así la vida de la criatura.
Ignoro cuales eran en ese momento las intenciones de la enana. He hablado algo con Grom, el ambicioso semiorco criado entre humanos, el joven Dorian apasionado por la cartografía y al arisco e individualista Zangy, pero no sé absolutamente nada del pasado ni del hechicero ni de la bárbara.
Fué entonces cuando descubrimos en una habitación contigua a Yrix. Una naga que pretendía zamparse a Flak y que nos proporcionó valiosa información sobre aquel lugar, a cambio de algunas monedas de oro.
Para empezar, el nombre y localización del infame creador de muchas de las criaturas a las que habíamos dado muerte en aquellas mazmorras. Un nigromante de nombre Svilenius. Nos proporcionó además un mapa completo de toda la planta que Dorian compró sin dudar. Maldito mediano, si mostrase la mitad de interés en combate que la que muestra por los mapas, sería un excelente luchador.
Con aquella información y Flak como eventual 'compañero' de viaje (yo prefiero considerarle prisionero) nos dirigímos al laboratorio del nigromante.
Svilenius era un anciano barbudo que vestía harapos y sombreros como lo haría cualquier mago clásico que podais imaginar y se servía de los que sin duda serían amplios conocimientos en alquímia para llevar a cabo sus actividades nigrománticas. La magia no jugaba ningún papel en aquello.
Después de tratar de sermonearme para justificar su profanación de cadáveres, mis compañeros decidieron perdonarle la vida y mentirle a nuestra contratante. No soy un hombre de ciencia, pero sin duda prefiero defender a los vivos antes que a los muertos. No me agrada en absoluto que se juegue con los fallecidos de esa manera, pero mi vocación marcial y mi diosa me dicen que debo confiar en mis compañeros y en sus buenas intenciones. Confío en que todas estas decisiones nos llevarán a un bien mayor.
Llegados a este punto de la aventura, sólo nos restaba registrar todas aquellas estancias que aún no habíamos visitado y deshacernos del resto de experimentos fallidos de Svilenius. Pero antes de eso, nuestros cuerpos necesitaban ya un descanso desde nuestro encuentro con Flak y encerrándonos en una habitación, extendimos nuestros sacos de dormir y descansamos. Durante la noche, antes de pasar al mundo de los sueños, reflexioné una vez más sobre el hecho de que no conocemos nada de Läquesis y Makü. Además volví a tener pesadillas con...
La mañana, aunque nosotros no la vieramos, llegó y nos pusimos en camino de nuevo. Nada remarcable. Seguimos eliminando criaturas y limpiando criptas. Cabe mencionar nuestro encuentro con 2 criaturas humanoides con cara de ave que no parecían ser obra del nigromante ni moradores habituales de osaríos, criptas o catacumbas. Además eran capaces de hablar lengua común. Pero la enana, sin mediar palabra, se lanzó contra ellos. Nos cogió a todos un poco desprevenidos. A ella la desarmaron con facilidad. Dorian perdió para siempre su daga y sufrimos más heridas de las que nos habría gustado.
Después de aquello y de cerciorarnos de haber limpiado el lugar, salimos a la superfície por un agujero excabado evitando así tener que usar la campana que abría la entrada principal donde nos esperaba Valentia.
Una vez allí, Zangy hizo de interlocutor y le contó lo que quería escuchar. Que el trabajo estaba hecho. La sacerdotisa entonces se dirigió a mi para confirmar la información. No sé si mi cara delataba algo o si simplemente pretendía apelar a mi sentido del honor y del deber y a mi devoción para confirmer lo que el gnomo le decía. En cualquier caso nos creyó, nos pagó los servicios prestados y nos propuso un segundo trabajo.