Es sin duda un momento placentero sentarte en tu casa, ya sea en Whiterun, Solitude o incluso Riften, y leer cualquier libro que has ido encontrando por Skyrim. Pero claro, siempre el tiempo apremia, y como aventurero, acabas teniendo cada vez menos ocasión de hacerlo. Los libros se van amontonando y cogiendo polvo, y al llegar a tu casa, agotado, sucio y hambriento, utilizas tu tiempo para guardar y ordenar tus queridos objetos, crear pociones o preparar el equipo del día siguiente. Coges la cama como si fuera la nórdica que encontraste en Candlehearth Hall y tus últimos pensamientos son para el nuevo día lleno de aventuras que te espera mañana.
Imagino que a muchos, entre los que me incluyo, os guste leer los libros que os encontráis por Skyrim. El problema es que, o bien por falta de tiempo, o bien por la emoción del momento de no querer parar (o incluso por mera vagancia), acabamos dejándolos en el cofre o estantes de nuestra casa, para nunca retomarlos. Así que se me ha ocurrido la idea de crear un thread en el que recopilar por órden alfabético todos esos libros que siempre hemos querido leer pero nunca hemos hecho. De este modo, siempre que estemos en el trabajo o en la facultad, y tengamos tiempo libre, internet, y por supuesto, el juego lejos de nuestras manos, podamos comprender mejor el mundo de Elder Scrolls.
Levantaos, nórdicos. Despojaos de los grilletes de la opresión imperial. No os sometáis al yugo de un falso emperador. Permaneced fieles a vuestra sangre y a vuestra patria.
El Imperio nos dice que no podemos rendir culto al bendito Talos. ¿Cómo puede el hombre renunciar a un dios? ¿Cómo puede un auténtico nórdico de Skyrim renunciar al dios que se alzó de nuestra propia tierra? El poderoso Tiber Septim, primer emperador y conquistador de toda Tamriel, ascendió a la divinidad para sentarse a la derecha de Akatosh. Tiber Septim, auténtico hijo de Skyrim, nacido en la tierra de la nieve y la sangre y criado en el honor de nuestras gentes, es ahora Talos, dios de la fuerza y el honor. El Imperio no tiene ningún derecho a decirnos que no podemos rendirle culto.
Torygg, nuestro rey supremo, nos traicionó en favor del Imperio. Cambió a nuestro dios por la paz. Accedió a firmar un pacto con los thalmor, sellado por un emperador de unas tierras distantes. ¿Acaso debemos honrar semejante pacto? ¡No! Mil veces no.
Que las lecciones de la historia caigan en el olvido. El Dominio de Aldmer y sus señores thalmor declararon la guerra contra los hombres, igual que los elfos le declararon la guerra a Ysgramor y a nuestro pueblo en tiempos remotos. La resplandeciente Saarthal ardió hasta los cimientos, reducida a ruinas y escombros por su ataque traidor. Sin embargo, Ysgramor y sus hijos reunieron a los 500 compañeros y combatieron a los elfos, expulsándolos de Skyrim. En la Gran Guerra que libraron nuestros padres, los elfos volvieron a traicionar a los hombres al atacarnos sin mediar provocación. ¡No podemos confiar ni en el Dominio ni en los thalmor!
Como lo fue Ysgramor, Ulfric Capa de la Tormenta es un auténtico héroe de Skyrim. Su nombre resonará en Sovngarde durante generaciones. Solo él tuvo el valor de acusar al rey supremo Torygg y desafiarle a un duelo de combate. El Thu’um de Ulfric, que Talos mismo le otorgó, acabó con el tirano traidor. Y, con su muerte, nos hemos liberado del yugo Imperial y de los señores supremos de los Thalmor, las sombras tras el trono Imperial.
El Imperio ha enviado a sus legiones para gobernarnos. Han enrolado a nuestros propios compatriotas para combatir por su causa. Han enfrentado a hermanos contra hermanos y a padres contra hijos. Han hecho que Skyrim luche contra sí misma en su nombre y por su causa. No permitáis que nos dividan. ¡No permitáis que nos conquisten! Repudiad la ley imperial que prohíbe el culto a Talos. ¡Uníos a Ulfric Capa de la Tormenta y a su causa!
Un confuso texto en la lengua de los sload, supuestamente escrito por un nigromante occidental, N’Gasta, durante la Segunda Era.
¡N’Gasta! ¡Kvata! ¡Kvakis! ahkstas so novajxletero (oix jhemile) so Ranetauw. Ricevas gxin pagintaj membrauw kaj aliaj individuauw, kiujn iamaniere tusxas so raneta aktivado. En gxi aperas informauw unuavice pri so lokauw so cxiumonataj kunvenauw, sed nature ankoix pri aliaj aktuasoj aktivecauw so societo. Ne malofte enahkstas krome plej diversaspekta materialo eduka oix distra.
So interreta Kvako (retletera kaj verjheauw) ahkstas unufsonke alternativaj kanasouw por distribui so enhavon so papera ¡Kva! ¡Kvak!. Sed alifsonke so enhavauw so diversaj verjheauw antoixvible ne povas kaj ecx ne vus cxiam ahksti centprocente so sama. En malvaste cirkusonta paperfolio ekzemple ebsos publikigi ilustrajxauwn, kiuj pro kopirajtaj kiasouw ne ahkstas uzebsoj en so interreto. Alifsonke so masoltaj kostauw reta distribuo forigas so spacajn limigauwn kaj permahksas pli ampleksan enhavon, por ne paroli pri gxishora aktualeco.
Tiuj cirkonstancauw rahkspeguligxos en so aspekto so Kvakoa, kiu ja cetere servos ankoix kiel gxeneraso retejo so ranetauw.
Se dice que los “ciudadanos del Imperio que cometen el mismo error que sus antepasados merecen sufrir el mismo destino”. Y aunque quizá esto sea cierto, es difícil negar que la historia del Imperio es tan extensa, y que nuestros antepasados han cometido tantos errores, que en ocasiones es difícil registrarlos.
Esta obra tiene como objetivo recopilar de forma concisa los acontecimientos más recientes del Imperio en esta nuestra era actual, la que conocemos como Tercera Era. Este periodo de tiempo comprende menos de quinientos años, pero al menos sirve de punto de partida para aquellos que deseen estudiar nuestra vasta y diversa historia. Y quizá, solo quizá, impedir que se repitan desastres anteriores. Merece también la pena recalcar que con una estructura tan concisa se puede tener la sensación de que el Imperio ha cambiado de liderazgo con mucha frecuencia. En efecto, se puede argumentar que gran parte de la historia del Imperio gira en torno a los cambios de gobierno del propio Imperio.
Primer siglo
- Año 0 de la Tercera Era: inicio de la Tercera Era con la unificación de todas las provincias de Tamriel.
- Año 38 de la Tercera Era: muerte del emperador Tiber Septim y coronación del emperador Pelagio.
- Año 41 de la Tercera Era: asesinato del emperador Pelagio y coronación de la emperatriz Kintyra.
- Año 48 de la Tercera Era: muerte de la emperatriz Kintyra y coronación del emperador Uriel I.
- Año 64 de la Tercera Era: muerte del emperador Uriel I y coronación del emperador Uriel II.
- Año 82 de la Tercera Era: muerte del emperador Uriel II y coronación del emperador Pelagio II.
- Año 99 de la Tercera Era: muerte del emperador Pelagio II y coronación del emperador Antíoco.
Segundo siglo
- Año 110 de la Tercera Era: Guerra de la Isla.
- Año 111 de la Tercera Era: sir Amiel Lanno funda los Caballeros de los Nueve.
- Año 114 de la Tercera Era: se registra la muerte de la emperatriz Kintyra II.
- Año 119 de la Tercera Era: nacimiento de Pelagio III.
- Año 121 de la Tercera Era: Uriel III proclamado emperador.
- Año 121 de la Tercera Era: Guerra del Diamante Rojo.
- Año 123 de la Tercera Era, 23 de la Helada: muerte real de la emperatriz Kintyra II, recluida en secreto en cautividad.
- Año 127 de la Tercera Era: muerte del emperador Uriel III y coronación del emperador Céforo I.
- Año 137 de la Tercera Era: muerte de Potema, reina de Soledad.
- Año 140 de la Tercera Era: muerte del emperador Céforo I y coronación del emperador Magnus.
- Año 145 de la Tercera Era: muerte del emperador Magnus y coronación del emperador Pelagio III.
- Año 153 de la Tercera Era: muerte del emperador Pelagio III.
- Año 153 de la Tercera Era: Katariah sube al trono de su marido Pelagio y se convierte en emperatriz.
Tercer siglo
- Año 200 de la Tercera Era: muerte de la emperatriz Katariah y coronación del emperador Cassynder.
- Año 202 de la Tercera Era: muerte del emperador Cassynder y coronación del emperador Uriel IV.
- Año 247 de la Tercera Era: muerte del emperador Uriel IV y coronación del emperador Céforo II.
- Año 249 de la Tercera Era: invasión del imperio por el liche, el Usurpador Camorano.
- Año 253 de la Tercera Era: el Usurpador Camorano controla la región de Dwynnen con “la horda de la pesadilla”.
- Año 267 de la Tercera Era: derrota del Usurpador Camorano.
- Año 268 de la Tercera Era: coronación del emperador Uriel V.
- Año 268 de la Tercera Era: numerosas conquistas del emperador Uriel Septim V.
- Año 288 de la Tercera Era: invasión de Akavir por las fuerzas del emperador Uriel Septim V.
- Año 290 de la Tercera Era: muerte del emperador Uriel V y coronación del emperador Uriel VI.
Cuarto siglo
- Año 307 de la Tercera Era: Uriel VI toma el poder total como emperador.
- Año 320 de la Tercera Era: muerte de Uriel VI y coronación de la emperatriz Morihatha.
- Año 321 de la Tercera Era: publicación de la segunda edición de “Guía del Imperio”.
- Año 339 de la Tercera Era: muerte de la emperatriz Morihatha y coronación del emperador Pelagio IV.
- Año 389 de la Tercera Era: Jagar Tharn traiciona al emperador Uriel Septim VII.
- Año 396 de la Tercera Era: guerras regionales por toda Tamriel.
- Año 396 de la Tercera Era: guerra arnesiana.
- Año 399 de la Tercera Era: derrota de Jagar Tharn.
- Año 399 de la Tercera Era: fundación de Orsinium.
Quinto siglo
- Año 403 de la Tercera Era: asesinato de Lysando, rey de Salto de la Daga.
- Año 414 de la Tercera Era: el territorio de Páramo de Vvarden se abre para establecer asentamientos.
- Año 417 de la Tercera Era: se produce la “Deformación del oeste”.
- Año 421 de la Tercera Era: Greywyn funda los Cicatrices Carmesíes.
- Año 427 de la Tercera Era: inicio de la Plaga de Páramo de Vvarden y llegada de Nerevar.
- Año 427 de la Tercera Era: la profecía de la luna de sangre tiene lugar en la isla de Solstheim.
- Año 432 de la Tercera Era: publicación de la tercera edición de “Guía del Imperio”.
- Año 433 de la Tercera Era: asesinato del emperador Uriel Septim VII.
- Año 433 de la Tercera Era: la “Crisis de Oblivion”.
- Año 433 de la Tercera Era: se restablecen los Caballeros de los Nueve.
1 de Estrella del alba de 2920 El Duelo, Morrowind
Almalexia estaba tumbada en su cama de pieles, soñando. No abrió los ojos hasta que el sol entró por la ventana, infundiendo un brillo lechoso a los tonos carne y madera clara de su habitación. Todo estaba tranquilo y sereno, al contrario que el contenido de sus sueños, tan sangrientos y repletos de celebraciones. Durante unos instantes, simplemente se limitó a mirar al techo, tratando de repasar mentalmente sus visiones.
En el patio de su palacio se encontraba una charca de agua hirviendo que humeaba en aquella fría mañana de invierno. Con el movimiento de su mano, despejó el vaho y pudo ver el rostro y la silueta de su amante, Vivec, en su estudio situado al norte. No quería hablar en ese mismo momento: estaba tan guapo con sus vestiduras de color rojo oscuro, mientras escribía poesía, como cada mañana.
“Vivec”, dijo, y él levantó la cabeza sonriente al ver su rostro a través de miles de kilómetros, “he tenido una visión del final de la guerra”. “Tras ocho años, no creía que nadie pudiera imaginarse el final”, comentó Vivec con una sonrisa, aunque se puso serio confiando en las profecías de Almalexia. “¿Quién saldrá victorioso? ¿Morrowind o el Imperio cyrodílico?”
“Sin Sotha Sil en Morrowind, nos vencerán”, respondió. “Mi intuición me dice que el Imperio nos atacará por el norte a principios de la primavera, por Primera semilla a más tardar. ¿Podrías viajar a Arteum y convencerlo de que vuelva?” “Partiré hoy mismo”, afirmó ella simplemente.
4 de Estrella del alba de 2920 Gideon, Ciénaga Negra
La emperatriz deambulaba por su celda. El invierno le proporcionaba una derrochadora energía, mientras que en verano se pasaba sentada casi todo el tiempo al lado de la ventana, agradeciendo cada soplido del rancio viento de la ciénaga que entraba para refrescarla. Al otro lado de la habitación se encontraba su tapiz sin terminar acerca de un baile en la corte imperial, y parecía que se estaba riendo de ella. Lo desgarró separándolo del marco, para después hacerlo pedazos, que se amontonaron en el suelo.
Después, se rio de su propio gesto inservible de rebeldía. Dispondría de tiempo de sobra como para arreglarlo y tejer cien más. El emperador la había encerrado en el castillo Giovesse hacía siete años y probablemente la mantendría allí hasta que uno de los dos muriese. Con un suspiro, tiró del cordel para llamar a su caballero, Zuuk. Apareció en la puerta en cuestión de minutos, completamente uniformado como corresponde a un guardia imperial. La mayoría de los nativos kothringi, los miembros de las tribus de la Ciénaga Negra, preferían ir desnudos, aunque Kuuz había desarrollado un gusto refinado por la moda. Su plateada y reflectante piel casi no se podía ver, más que en su cara, cuello y manos.
“Alteza Imperial”, dijo haciendo una reverencia. “Zuuk”, comenzó la emperatriz Tavia. “me aburro. Hoy, vamos a discutir las formas de asesinar a mi marido”.
14 de Estrella del alba de 2920 La Ciudad Imperial, Cyrodiil
Las campanas que llamaban para acudir en todos los templos a la Oración del viento del sur retumbaban por las amplias avenidas y jardines de la Ciudad Imperial. El emperador Reman III siempre asistía al servicio en el templo del Único, pero su hijo y heredero, el príncipe Juilek, consideraba más político asistir al servicio en un templo diferente en cada fiesta religiosa. Este año, le tocaba a la catedral Benevolencia de Mara.
Los servicios de Benevolencia, por suerte, eran cortos, pero el emperador no consiguió volver a palacio hasta pasado el mediodía. Para entonces, los combatientes de la arena le estaban esperando impacientes para empezar la ceremonia. La multitud estaba mucho menos inquieta, ya que el potentado Versidue-Shaie había organizado una función con un grupo de acróbatas khajiitas.
“Tu religión es mucho más práctica que la mía”, comentó el emperador a su potentado a modo de disculpa. “¿Cuál es el primer juego?” “Una lucha cara a cara entre dos guerreros bastante preparados”, dijo el potentado, mientras su escamosa piel absorbía el sol a medida que se levantaba. “Están armados de acuerdo a su cultura”.
“Suena bien”, dijo el emperador aplaudiendo. “¡Que comience la competición!”
En cuanto vio cómo los dos guerreros entraban en la arena mientras la multitud clamaba, el emperador Reman III recordó que había aceptado esto hacía varios meses, aunque después se hubiera olvidado. Uno de los combatientes era el hijo del potentado, Savirien-Chorak, una brillante anguila de tono amarillo marfil, que empuñaba una katana y un wakizashi con sus flacos brazos, débiles en apariencia. El otro era su propio hijo, el príncipe Juilek, equipado con una armadura de ébano, un yelmo de orco salvaje, un escudo y una espada larga en su costado.
“Va a ser un enfrentamiento trepidante”, susurró el potentado, con una amplia sonrisa que cubría su rostro afilado. “Creo que no he visto jamás a un cyrodílico luchar contra un akaviri de esta forma. Normalmente se baten ejército contra ejército. Al menos, podemos decidir qué filosofía es la mejor: crear armaduras para protegerse contra las espadas, como hace tu gente, o diseñar espadas que se batan contra armaduras, como hacemos nosotros”.
No había nadie entre el gentío, a excepción de unos pocos consejeros akaviri aislados y del propio potentado, que deseara la victoria de Savirien-Chorak, pero se produjo una exclamación colectiva cuando mostró sus gráciles movimientos. Parecía que sus espadas eran una extensión de su cuerpo, una cola salida del brazo a juego con la que tenía detrás. Era una táctica de contrapeso, que permitió al joven lagarto enrollarse formando una circunferencia y girar hasta el centro de la arena para colocarse en una posición ofensiva. El príncipe andaba con pasos lentos y pesados, de una forma menos impresionante, siguiendo el método tradicional.
Cuando se abalanzaron el uno sobre el otro, la multitud gritó emocionada. El akaviri era como una luna que orbitaba alrededor del príncipe. Saltó sin esfuerzo por encima de su hombro para intentar asestarle un golpe por la espalda, aunque el príncipe giró rápidamente sobre sí mismo y bloqueó el ataque con su escudo. Su contraataque tan solo consistió en golpes al aire, ya que su contrincante se tiró al suelo, deslizándose entre sus piernas y haciendo que tropezara. El príncipe cayó a la arena con un estrepitoso golpe.
El metal y el aire se fundieron cuando Savirien-Chorak propinó una lluvia de golpes sobre el príncipe, el cual los frenó gracias a su escudo. “En nuestra cultura no tenemos escudos”, murmuró Versidue-Shaie al emperador. “Imagino que le resultará extraño a mi chico. En nuestro país, si no quieres que te golpeen, tienes que quitarte de en medio”.
Cuando Savirien-Chorak estaba alzándose para comenzar con otra serie de deslumbrantes ataques, el príncipe le propinó una patada en la cola, lo que hizo que cayera hacia atrás momentáneamente. En cuestión de instantes, rebotó, aunque para entonces el príncipe ya se había puesto de nuevo en pie. Los dos siguieron luchando en círculos, hasta que el hombre lagarto giró hacia delante con la katana extendida. El príncipe se percató del plan de su enemigo y paró la katana con su espada larga y el wakizashi con su escudo. La hoja corta y perforadora se insertó en el metal y Savirien-Chorak perdió el equilibrio.
La espada larga del príncipe rajó el pecho del akaviri y un súbito e intenso dolor hizo que soltara sus armas. Todo terminó en un momento. Savirien-Chorak estaba postrado en el polvo con la espada larga del príncipe en la garganta.
“¡El juego ha terminado!”, gritó el emperador, al que casi no se le oía por encima del aplauso del estadio.
El príncipe sonrió abiertamente, ayudó a Savirien-Chorak a incorporase y le acompañó al curandero. El emperador dio unas palmaditas al potentado en la espalda, con una sensación de alivio. Al principio de la lucha no se había dado cuenta de que pensaba que su hijo tenía pocas posibilidades de ganar.
“Será un guerrero increíble”, dijo Versidue-Shaie, “y un emperador mucho mejor”.
“Recuérdalo”, rio el emperador, “vosotros los akaviri realizáis movimientos muy vistosos, pero con tan solo uno de nuestros golpes, todo se acabó para vosotros”.
“Oh, lo recordaré”, afirmó el potentado. Reman pensó durante el resto de los juegos en ese comentario, lo cual no le permitió divertirse del todo. ¿Se podría transformar el potentado en otro enemigo, al igual que había ocurrido con la emperatriz? Tendría que mantenerse atento.
21 de Estrella del alba de 2920 El Duelo, Morrowind
“¿Por qué no te pones el vestido verde que te regalé?”, preguntó el duque de El Duelo mientras miraba como la joven doncella se ponía la ropa. “No me sienta bien”, sonrió Turala. “Y sabes que me gusta el rojo”. “No te sienta bien porque estás engordando”, rio el duque, tirándola a la cama y besando sus pechos y su abdomen abultado. Ella se rió por las cosquillas, pero se levantó y se envolvió en su vestido rojo. “Estoy rellenita, que es como debería estar una mujer”, dijo Turala.
“¿Nos veremos mañana?”
“No”, dijo el duque. “Mañana tengo que entretener a Vivec y pasado mañana vendrá el duque de Corazón de Ébano. ¿Sabes? Nunca aprecié realmente a Almalexia ni sus habilidades políticas hasta que se fue”. “Te pasa lo mismo conmigo”, sonrió Turala, “solo me valorarás cuando no esté contigo”.
“Eso no es cierto”, bramó el duque. “Te aprecio ahora”. Turala permitió que el duque le diera un último beso antes de salir por la puerta. Estuvo pensando sobre lo que había dicho. ¿La valoraría más o menos cuando supiera que estaba engordando porque llevaba un bebé en su vientre? ¿La querría lo suficiente como para casarse con ella?
3 de Amanecer, 2920 Isla de Arteum, Estivalia
Sotha Sil observaba cómo los iniciados levitaban por el aire uno por uno hasta llegar a la copa del árbol oassom, tomaban un fruto o una flor de sus ramas más altas y luego volvían al suelo con diferentes grados de elegancia. Mientras asentía con la cabeza a modo de aprobación, se tomó un momento para poder admirar el día. La estatua de Syrabane, cubierta de cal, para la cual decían que el gran mago había posado en los días antiguos, se erguía al borde del acantilado dominando la bahía. Flores proscato de un púrpura pálido iban y venían movidas por la agradable brisa. Más allá estaba el océano y la difusa frontera entre Arteum y la isla principal de Estivalia.
“En general, está bien”, proclamó mientras el último estudiante dejaba el fruto en su mano. Con una pequeña ondulación de la mano, el fruto y las flores volvieron al árbol. Con otra ondulación, los estudiantes habían formado en posición, estableciendo un semicírculo alrededor del brujo. De sus vestiduras blancas sacó una bola pequeña y fibrosa, con un diámetro de unos treinta centímetros.
“¿Qué es esto?”
Los estudiantes comprendieron la prueba. Se les pedía lanzar un hechizo de identificación sobre el objeto misterioso. Cada iniciado cerró los ojos y se imaginó la bola dentro del reino de la Verdad universal. Su energía tenía una resonancia única al igual que toda la materia física y espiritual, un aspecto negativo, una versión duplicada, rutas relativas, un significado verdadero, una canción en el cosmos, una textura en el tejido del espacio, una faceta del ser que siempre ha existido y siempre existirá.
“Una bola”, dijo un joven nórdico llamado Welleg, lo que provocó que los iniciados más jóvenes soltaran algunas risillas y que el resto, que era la mayoría, frunciese el ceño, incluido Sotha Sil.
“Si tienes que ser estúpido, por lo menos sé divertido”, gruñó el brujo; luego miró a una muchacha de pelo oscuro que miraba confusa. “Lilatha, ¿lo sabes tú?”
“Es grom”, dijo Lilatha sin mucha convicción. “Es lo que los dreugh vomitan tras el periodo de k-k-kr-krevinasim”. “Karvinasim, pero muy bien de todas formas” dijo Sotha Sil. “Y ahora dime qué es lo que significa”.
“No lo sé”, admitió Lilatha. El resto de los estudiantes también sacudieron la cabeza con un signo de negación. “Existen capas para comprender todas las cosas”, explicó Sotha Sil. “El hombre común mira un objeto y lo sitúa en un lugar dentro de su forma de pensar. Aquellos entrenados según los caminos antiguos, según el psijic o el misticismo, pueden ver un objeto e identificarlo por su función específica. Pero es necesario retirar una capa más para lograr la comprensión. Debes identificar el objeto según su función y su verdad, e interpretar ese significado. En este caso, esta bola es, efectivamente, grom, que es una sustancia creada por los dreugh, una raza submarina de las zonas septentrionales y occidentales del continente. Durante un año de su vida, experimentan el karvinasim cuando andan por la tierra. Después vuelven al agua y devoran la piel y los órganos que antes necesitaban para vivir en la tierra. Luego lo vomitan en pequeñas bolas como esta. Esto es el grom. Vómitos de los dreugh”.
Los estudiantes se fijaron en la bola y les entraron ciertas náuseas. A Sotha Sil siempre le gustó esta lección.
4 de Amanecer, 2920 La Ciudad Imperial, Cyrodiil
“Espías”, farfulló el emperador sentado en su baño, mientras miraba fijamente un bulto que tenía en el pie. “Estoy rodeado de traidores y espías”.
Su amante Rijja le lavaba la espalda con sus piernas rodeándole la cintura. Después de todos estos años, sabía cuándo debía ser sensual y cuándo sexual. Cuando estaba de este humor, lo mejor era ser tranquila, suave y seductoramente sensual. Y no debía decir ni una sola palabra a menos que se le preguntase directamente.
Dicho y hecho: “¿Qué pensarías si un tipo viene y se pone a los pies de su Majestad Imperial y suelta ‘Lo siento, su Majestad Imperial?’ ¿No crees que es más apropiado ‘Mis disculpas, su Majestad Imperial?’, ‘Lo siento.’, eso suena a que ese bastardo argoniano siente que yo sea su Majestad Imperial. Que espera que perdamos la guerra contra Morrowind, así es como suena”.
“¿Qué haría que te sintieses mejor?”, preguntó Rijja. “¿Quieres que lo azoten? Solo es, como tú dices, el jefe de batalla de Remanso. Eso le enseñaría a tener más cuidado”.
“Mi padre lo habría azotado. Mi abuelo habría hecho que lo matasen”, masculló el emperador. “Pero a mí no me importa que vengan a mis pies si me respetan y no conspiran contra mí”. “Debes confiar en alguien”.
“Solo en ti”, dijo el emperador sonriendo y girándose ligeramente para darle un beso a Rijja. “Y en mi hijo Juilek, supongo, aunque me gustaría que fuese un poco más cauto”.
“¿Y en el consejo, y en el potentado?”, inquirió Rijja.
“Un puñado de espías y una víbora”, dijo el emperador riendo y besando de nuevo a su amante. Cuando empezaron a hacer el amor, el emperador susurró: “Mientras tú seas fiel, yo puedo manejar el mundo”.
13 de Amanecer, 2920 El Duelo, Morrowind
Turala se encontraba de pie frente a las puertas negras y enjoyadas de la ciudad. El viento aullaba a su alrededor, pero no sentía nada. El duque había estado furioso desde que se enteró de que su amante favorita estaba embarazada y la apartó de su vista. Ella intentó verlo una y otra vez, pero sus guardias la echaron. Al final, ella volvió con su familia y les contó la verdad. Si al menos les hubiese mentido diciéndoles que no sabía quién era el padre... un soldado, un aventurero errante, cualquiera. Pero les contó que el padre era el duque, un miembro de la Casa Indoril. E hicieron lo que sabía que tenían que hacer como orgullosos miembros de la Casa Redoran.
Entre llantos, su padre le marcó la mano con el símbolo de la expulsión, pero la crueldad del duque le provocaba aún más daño. A través de la verja observaba las amplias llanuras invernales. Árboles sinuosos y dormidos y cielos sin pájaros. Ahora nadie en Morrowind la aceptaría. Tendría que irse lejos, muy lejos.
Comenzó su viaje con pasos lentos y tristes.
16 de Amanecer, 2920 Senchal, Anequina (hoy en día Elsweyr)
“¿Qué es lo que te preocupa?”, preguntó la reina Hasaama al darse cuenta del mal humor de su marido. Al final de la mayoría de los Días de los Enamorados, el rey gozaba de un humor excelente, bailando con la mayor parte de los invitados en el salón de bailes. Sin embargo, esa noche se retiró a sus aposentos más temprano de lo normal. Cuando lo encontró estaba postrado en la cama, encogido y con cara de pocos amigos. “Ese maldito cuento del bardo sobre Polydor y Eloísa me ha amargado”, gruñó. “¿Por qué ha tenido que ser tan deprimente?”
“¿Acaso no es esa la verdad del cuento, querido? ¿Acaso no estaban condenados debido a la cruel naturaleza del mundo?”
“Da igual cuál sea la verdad, ha hecho un pésimo trabajo al contar un pésimo cuento y no voy a permitir que lo vuelva a hacer”, dijo el rey Dro’Zel saltando súbitamente de la cama. Sus ojos estaban llenos de legañas a causa de las lágrimas. “¿Y de dónde dijo que era?” “Creo que de Valle de Gilver, más al este de Bosque Valen”, dijo la Reina muy agitada. “Querido, ¿qué vas a hacer?”
De un salto, Dro’Zel estaba fuera de la habitación, corriendo por las escaleras que iban hacia la torre. Y aunque la reina Hasaama supiese lo que su marido iba a hacer, no intentó detenerlo. Últimamente había sido imprevisible, dado a los ataques e incluso a crisis ocasionales. Pero nunca llegó a sospechar el grado de su locura ni su odio por el bardo y por el cuento de la maldad y la perversidad del hombre mortal.
19 de Amanecer, 2920 Valle de Gilver, Bosque Valen
“Escúchame una vez más”, dijo el viejo carpintero. “Si en la celda tres se guarda el latón sin valor, entonces en la celda dos se guarda la llave de oro. Si en la celda uno se guarda la llave de oro, entonces en la celda tres se guarda el latón sin valor. Si en la celda dos se guarda el latón sin valor, entonces en la celda uno se guarda la llave de oro”. “Comprendo”, dijo la señora. “Ya me lo has dicho. Y entonces, en la celda uno se guarda la llave de oro, ¿no?”
“No”, dijo el carpintero. “Déjame empezar desde el principio”.
“¿Mamá?”, preguntó el chiquillo tirando de la manga de las vestiduras de su madre.
“Un momento, cariño, mamá está hablando”, dijo ella concentrándose en el acertijo. “Has dicho que en la celda tres se guarda la llave de oro si en la celda dos se guarda el latón sin valor, ¿no?”
“No”, dijo el carpintero pacientemente. “En la celda tres se guarda el latón sin valor, si en la celda dos.”
“¡Mamá!”, gritó el niño. Y su madre al fin miró. Una brillante bruma roja se extendía por toda la ciudad como una especie de ola que iba sepultando edificio tras edificio a su paso. Detrás de ella se encontraba un gigante de piel roja. El daedra Molag Bal. Estaba sonriendo.
29 de Amanecer, 2920 Valle de Gilver, Bosque Valen
Almalexia detuvo su corcel en la vasta llanura anegadiza de fango para dejarlo beber en el río. La bestia se negó, como si el agua lo ahuyentara. Esto le extrañó mucho, pues ya hacía mucho tiempo que habían partido de El Duelo y debería estar sediento. Desmontó y se unió a su séquito.
“¿Dónde estamos?”, preguntó.
Una de sus doncellas sacó un mapa. “Creí que nos estábamos acercando a una ciudad llamada Valle de Gilver”.
Almalexia cerró los ojos y, rápidamente, los volvió a abrir. La visión era demasiado fuerte como para poder soportarla. Mientras sus seguidores la observaban, cogió un trozo de ladrillo y un fragmento de hueso y los apretó contra su pecho.
“Debemos continuar hasta llegar a Arteum”, dijo con un susurro.
15 de Primera semilla, 2920 Caer Suvio, Cyrodiil
Desde su privilegiada posición en lo alto de las colinas, el emperador Reman III podía ver aún las espirales de la Ciudad Imperial, pero sabía que estaba lejos de su tierra y de casa. Lord Glavio tenía una lujosa villa, aunque no lo bastante grande como para albergar a todo el ejército dentro de ella. Las tiendas se alineaban en las colinas y los soldados se acercaban a disfrutar de la famosa primavera de su territorio. No es de extrañar, pues el helado viento del invierno aún refrescaba esporádicamente.
“Príncipe Juilek, su hijo no se siente bien”.
Cuando el potentado Versidue-Shaie habló, el emperador reaccionó al instante. Para él era un misterio cómo ese akaviri podía desplazarse por la hierba sin hacer el menor ruido.
“Me atrevería a decir que lo han envenenado”, dijo Reman. “Consíguele un buen curandero. Le dije que contratase a un catador, como el que yo tengo, pero es un cabezota. Hay espías por todas partes, lo sé”. “Me temo que estés en lo cierto, majestad imperial”, dijo Versidue-Shaie. “Vivimos tiempos traicioneros y debemos tomar precauciones para asegurarnos de que Morrowind no gane esta guerra, ya sea en el campo de batalla o por otros medios más sofisticados. Por eso le sugiero que no dirija la vanguardia a la batalla esta vez. Sé que deseas hacerlo, igual que tus ilustres antecesores Reman I, Brazollo Dor y Reman II hicieron, pero me temo que sería demasiado arriesgado. Espero que no te moleste mi sinceridad”.
“No”, asintió Reman. “Creo que tienes razón. Pero ¿quién liderará la vanguardia entonces?”
“Yo sugeriría al príncipe Juilek, si se recupera”, respondió el akaviri.
“De no ser así, Storig de Farrun, con la reina Naghea de Fluvia a la izquierda y el jefe de guerra Ulaqth de Lilmoth a la derecha”.
“Una khajiita a la izquierda y un argoniano a la derecha...”, el emperador frunció el ceño. “Nunca he confiado demasiado en estos seres”. El potentado no se ofendió. Sabía que al decir “estos seres” se refería a los nativos de Tamriel, no a los tsaesci de Akavir como él. “Soy de la misma opinión, majestad imperial, pero debemos admitir que odian a los dunmer. Particularmente Ulaqth, después de que el duque de El Duelo arrasase sus tierras”.
El emperador concedió que así fuese y el potentado se retiró. Era sorprendente, pensó Reman, pero el potentado parecía de confianza por primera vez. Era alguien a quien convenía tener a favor.
18 de Primera semilla, 2920 Ald Erfoud, Morrowind
“¿Dónde está el ejército imperial?”, preguntó Vivec.
“A dos días de marcha”, respondió su lugarteniente. “Si marchamos toda la noche, llegaremos a lo alto de Pryai mañana por la mañana. Nuestros espías nos han informado de que el emperador liderará la retaguardia, Storig de Farrun la vanguardia, Naghea de Fluvia el flanco izquierdo y Ulaqth de Lilmoth el flanco derecho”.
“Ulaqth”, dijo Vivec, con una idea en mente. “¿Podemos confiar en nuestros espías? ¿Quién nos ha informado?”
“Un espía bretón del ejército imperial”, dijo el lugarteniente señalando a un joven con el pelo rubio rojizo que dio un paso al frente e hizo una reverencia a Vivec.
“¿Cómo te llamas? ¿Qué hace un bretón en nuestro bando, contra Cyrodiil?”, preguntó Vivec sonriendo.
“Me llamo Cassyr Whitley de Dwynnen”, dijo el hombre. “Trabajo en tu bando porque no todo el mundo puede decir que colabora con un dios. Y porque tengo entendido que seré bien remunerado”.
Vivec soltó una carcajada. “Así será, si tu información es cierta”.
19 de Primera semilla, 2920 Bodrums, Morrowind
La tranquila aldea de Bodrum estaba situada sobre el sinuoso río Pryai. Era un lugar idílico con un bosque ligeramente frondoso, y el río rodeaba un abrupto acantilado al este y una pradera de flores silvestres al oeste. La extraña flora de Morrowind se encontraba con la extraña flora de Cyrodiil. El resultado era glorioso.
“¡Ya tendréis tiempo de dormir cuando terminéis!”
Los soldados habían estado escuchando esto toda la mañana. No era suficiente haber caminado toda la noche, ahora tenían que talar árboles para construir una presa que desbordase el agua del río. La mayoría estaban tan cansados que no tenían fuerzas ni para quejarse.
“Permíteme que corrobore un asunto, señor”, dijo el lugarteniente de Vivec. “Hemos tomado esta orilla para poder disparar flechas y hechizos desde arriba. Por eso necesitamos derribar estos árboles. Estamos haciendo presas para inundar la llanura y así el fango hará más pesados y lentos a los enemigos, ¿verdad?”
“Exactamente”, dijo Vivec con aprobación. Llamó a un soldado que cortaba árboles cerca de él. “Necesito que elijas las ramas más rectas y fuertes para hacer lanzas. Coge a otros cien más o menos y en unas horas tendremos todas las que necesitamos”.
El soldado obedeció las órdenes suspirando por el cansancio. Los hombres y mujeres empezaron a preparar las ramas para hacer lanzas. “Espero que no te importe”, dijo el lugarteniente, “pero los soldados no necesitan más armas. Están demasiado exhaustos incluso para llevar las que ya tienen”.
“Estas lanzas no son para que las usen”, dijo Vivec, susurrando. “Si los cansamos hoy, esta noche dormirán bien y estarán llenos de energía mañana”. Dicho esto, se fue a supervisar el resto del trabajo. Era importante que estuviesen afiladas, pero era igual de importante que fuesen equilibradas y que se estrechasen proporcionalmente. Lo más adecuado para su estabilidad era la forma en pirámide, no como los conos de algunas lanzas y arpones. Ordenó comprobar su resistencia blandiéndolas y, si no eran lo bastante resistentes, los hombres debían hacer una nueva. Finalmente, después de hacerlo mal cientos de veces, todos aprendieron a hacer lanzas de madera perfectas. A continuación, les enseñó cómo y dónde debían colocarlas.
Esa noche nadie bebió antes de la batalla ni ninguno de los típicos asustadizos se quedó en vela preocupándose por lo que iba a suceder. Tan pronto como el sol se hundió en las colinas, todo el campamento descansó en silencio, excepto los centinelas.
20 de Primera semilla, 2920 Bodrum, Morrowind
Miramor estaba cansado. Durante los últimos seis días, había estado jugando y con prostitutas por la noche, y marchando por el día. Ansiaba comenzar la batalla, pero lo que más deseaba era descansar después de ella. Estaba con los mandos del emperador, en la retaguardia, lo que era una buena señal, ya que sería difícil que lo mataran. Aun así, significaba viajar a través del barro y la basura que las divisiones delanteras iban dejando tras de sí.
Cuando comenzaron a caminar por el campo de flores silvestres, Miramor y sus compañeros se hundieron en el fango hasta los tobillos. Tenían que hacer grandes esfuerzos para avanzar. Mucho más adelante pudo ver cómo el ejército liderado por lord Storig emergía del prado colindante. En ese instante comenzó todo.
Un ejército de dunmer apareció de repente como si fuesen espíritus daedra, lanzando fuego y lluvias de flechas sobre la vanguardia. Simultáneamente, una compañía de hombres que portaban la bandera del duque de El Duelo bordeó a caballo la orilla y desapareció junto a una cañada arbolada al este. El jefe de guerra Ulaqth, que estaba en la orilla derecha, soltó un alarido de venganza cuando vio esto y se lanzó a su encuentro. La reina Naghea envió a su flanco hacia el espacio abierto que había al oeste para interceptar al ejército justo en el barro.
El emperador no sabía qué hacer. Sus tropas estaban atrapadas en el lodazal y no podían avanzar para unirse a la batalla. Ordenó que se dirigiesen al este, en caso de que la compañía de El Duelo intentase rodearlos por el bosque. Nunca salieron, pero muchos hombres, encarados hacia el oeste, se perdieron la batalla. Miramor mantuvo la vista fija en el acantilado.
Un dunmer alto, que él supuso que era Vivec, dio la señal, y los magos guerreros lanzaron sus hechizos hacia algo al oeste. Miramor dedujo que se trataba de una presa. Un gran torrente de agua se precipitó sobre el flanco izquierdo de Naghea y el resto de la vanguardia. Ambos fueron arrastrados río abajo hacia el este.
El emperador hizo una pausa, como si esperase que su ejército fuese a volver. Poco después lanzó la llamada de retirada. Miramor se escondió entre los arbustos hasta que pasaron y después se retiró con el mayor sigilo que pudo.
El ejército de Morrowind también se estaba retirando a su campamento. Podía oírlos celebrando la victoria mientras remaba río abajo. Al este, vio al ejército imperial. Habían sido arrastrados hacia una barrera de lanzas dispuesta sobre el río: el flanco izquierdo de Naghea, el derecho de Ulaqth, la vanguardia de Storig... Cientos de cuerpos inertes ensartados como cuentas de un collar.
Miramor se llevó todos los objetos de valor que pudo recuperar de los cuerpos y prosiguió río abajo. Tuvo que recorrer muchos kilómetros antes de poder ver aguas cristalinas de nuevo, sin rastro de sangre en ellas.
29 de Primera semilla, 2920 Hegathe, Páramo del Martillo
“Tienes una carta de la Ciudad Imperial”, dijo la sacerdotisa mayor, entregándole el pergamino a Corda. Todas las sacerdotisas del claustro esbozaron una sonrisa e hicieron muecas de sorpresa, pero la verdad era que la hermana de Corda, Rijja, escribía muy a menudo, como mínimo una vez al mes.
Corda se fue al jardín a leer la carta, su lugar favorito, un oasis en el monocromático mundo del conservatorio. La carta en sí no decía nada extraordinario, chismes de la corte, la última moda y noticias sobre la creciente paranoia del emperador.
“Tienes suerte de estar lejos de todo esto...”, decía Rijja en su carta. “El emperador está convencido de que su última derrota en el campo de batalla se debe a que hay espías infiltrados en el palacio. Ha interrogado a todos, incluso a mí. Quiera Ruptga que nunca tengas una vida tan interesante como la mía”.
Corda contempló los sonidos del desierto y le pidió a Ruptga justo lo contrario.
3 de Mano de lluvia de 2920 Puerto Gélido, Oblivion
Sotha Sil se apresuraba por los pasillos ennegrecidos del palacio, medio sumergido en aguas salobres. Repugnantes criaturas gelatinosas correteaban a su alrededor entre los juncos, estallidos de fuego blanco se encendían entre los arcos más altos de la entrada antes de desaparecer otra vez y distintos olores lo asaltaban, olor a muerte rancia un instante y a perfumes florales al siguiente. Había visitado a los príncipes daedra en Oblivion varias veces, pero cada vez había algo nuevo esperándole.
Sabía cuál era su propósito y evitó distraerse.
Ocho de los príncipes daedra más importantes lo aguardaban en la sala semifundida y abovedada. Azura, príncipe del anochecer y del amanecer; Boethiah, príncipe de las conspiraciones; Herma-Mora, daedra del conocimiento; Hircine, el cazador; Malacath, dios de las maldiciones; Mehrunes Dagon, príncipe del desastre; Molag Bal, príncipe de la cólera; Sheogorath, el loco.
Sobre ellos, el cielo dibujaba sombras atormentadas mientras se celebraba la reunión.
5 de Mano de lluvia de 2920 Isla de Arteum, Estivalia
Se escuchó la voz de Sotha Sil gritar, resonando su eco desde la cueva: “¡Moved la roca!”
Inmediatamente, los iniciados obedecieron e hicieron rodar la gran roca que obstruía la entrada a la Cueva de los Sueños. Sotha Sil, con aspecto cansado, apareció con la cara manchada de cenizas. Sintió que había estado fuera durante meses, años, pero resultaron ser solo unos días. Lilatha le cogió del brazo para ayudarlo a caminar, pero él rechazó su ayuda con una amable sonrisa y sacudiendo la cabeza. “¿Lo has... logrado?”, preguntó.
“Los príncipes daedra con los que he hablado están de acuerdo con nuestras condiciones,” dijo con rotundidad. “Los desastres como el que sucedió en Valle de Gilver deberían evitarse. Ellos solo responderán a la llamada de los hombres y los mer si se realizan a través de ciertos intermediarios, como brujas y hechiceros”.
“¿Y qué les prometiste a cambio?”, preguntó el joven nórdico llamado Welleg.
“Los acuerdos a los que llegamos con los daedra”, dijo Sotha Sil mientras continuaba su camino hacia el palacio de Iachesis para encontrarse con el maestro de la Orden Psijic, “no deben discutirse con los inocentes”.
8 de Mano de lluvia de 2920 La Ciudad Imperial, Cyrodiil
Una tormenta batía las ventanas de la habitación del príncipe, inundándola con un olor de humedad que se mezclaba con los incensarios llenos de hierbas e incienso.
“Ha llegado una carta de la emperatriz, su madre”, dijo el mensajero. “Pregunta con angustia por su salud”.
“¡Qué padres más temerosos tengo!”, dijo el príncipe Juilek riendo desde su cama.
“Es natural que una madre se preocupe”, dijo Savirien-Chorak, el hijo del potentado.
“Todo es antinatural en mi familia, akavir. Mi madre, exiliada, teme que mi padre crea que soy un traidor que codicia la corona y que por ello me envenene”. El príncipe se volvió a hundir en su almohada, enfadado. “El emperador ha insistido en que tenga un catador para cada comida que consumo, igual que él”.
“Hay muchas conspiraciones”, dijo el akavir. “Ha estado guardando cama durante casi tres semanas y le han visitado todos los curanderos del Imperio, que arrastran los pies como si ejecutasen un lento baile de salón. Al menos todos podrán ver que se está haciendo más fuerte”.
“Lo bastante fuerte como para dirigir la vanguardia contra Morrowind muy pronto, espero”, dijo Juilek.
11 de Mano de lluvia de 2920 Isla de Arteum, Estivalia
Los iniciados formaban una silenciosa fila a lo largo de la arboleda y observaban la larga y profunda trinchera de mármol que se extendía frente a ellos, iluminada con ráfagas de fuego. El aire que la cubría vibraba con ondas de calor. Aunque los estudiantes mantenían un rostro inquebrantable y sin emoción, como verdaderos psijic, su terror era casi tan palpable como el calor. Sotha Sil cerró los ojos y pronunció el hechizo de resistencia contra el fuego. Anduvo lentamente a través del mar de llamas danzantes y trepó al otro lado, indemne. Ni siquiera se había quemado su toga blanca.
“El hechizo se intensifica con la energía que le dais a través de vuestras propias habilidades, igual que todos los encantamientos”, dijo. “Las claves son vuestra imaginación y fuerza de voluntad. No es necesario lanzar un hechizo para obtener resistencia contra el aire o las flores, y después de formular el encantamiento debéis olvidar que necesitáis un hechizo para obtener resistencia contra el fuego. No interpretéis mal lo que digo: la resistencia no es ignorar la realidad del fuego. Sentiréis la sustancia de las llamas, su textura, su hambre e incluso el calor, pero sabréis que no os va a provocar ningún daño”.
Los estudiantes asintieron y, uno por uno, lanzaron el hechizo y comenzaron a andar sobre el fuego. Algunos incluso fueron más allá, inclinándose para recoger un puñado de fuego y alimentándolo con aire, lo que provocaba que se expandiese como una burbuja y se fundiese entre sus dedos. Sotha Sil sonrió. Estaban combatiendo su miedo de forma admirable. Thargallith, el supervisor jefe, apareció corriendo por los arcos de la arboleda y gritó: “¡Sotha Sil! Almalexia ha llegado a Arteum. Iachesis me ha mandado a buscarte”.
Sotha Sil se volvió hacia Thargallith solo un momento, pero por los gritos supo al instante lo que había pasado. Welleg, el muchacho nórdico, no había lanzado el hechizo correctamente y se estaba quemando. El olor a carne y pelo abrasado provocó el pánico de los demás estudiantes, que estaban intentando sacarlo del fuego tirando de él, pero la pendiente era demasiado empinada lejos de los puntos de entrada. Con un gesto de su mano, Sotha Sil extinguió las llamas.
Welleg y varios estudiantes más se habían quemado, pero no era nada grave. El hechicero lanzó un hechizo de curación sobre ellos antes de volverse de nuevo hacia Thargallith.
“Estaré contigo en un momento, y dale tiempo a Almalexia para que ella y su séquito se sacudan el polvo del camino”, dijo Sotha Sil antes de volverse de nuevo hacia los estudiantes y hablarles con voz firme. “El miedo no rompe los hechizos, pero la duda y la incompetencia son los grandes enemigos de cualquier lanzador de conjuros. Maestro Welleg, haga su equipaje. Haré que un barco lo lleve al continente mañana por la mañana”.
El hechicero se encontró con Almalexia e Iachesis en el estudio; estaban bebiendo té caliente y riendo. Ella estaba mucho más guapa de lo que él recordaba, aunque nunca antes la había visto tan desmelenada; estaba cubierta con un manto, con los largos cabellos negros cerca del fuego para que se secasen. En cuanto Sotha Sil se aproximó, ella saltó y se apresuró a abrazarlo.
“¿Has venido nadando desde Morrowind?”, dijo Sotha Sil sonriendo. “Llueve a raudales desde Vigía Celestial hasta la costa”, explicó ella devolviéndole la sonrisa.
“A solo media legua de aquí y en este lugar nunca llueve”, dijo Iachesis orgulloso. “Claro que a veces echo en falta la excitación de Estivalia y a menudo hasta el continente. De todas formas, siempre me ha impresionado cualquier persona que consiga acabar algo allí.
Es un mundo de distracciones. Hablando de distracciones, ¿qué es todo eso que he oído sobre la guerra?”
“¿Te refieres a la que ha salpicado de sangre el continente durante los últimos ochenta años, maestro?”, preguntó Sotha Sil divertido.
“Supongo que me refiero a esa”, dijo Iachesis encogiendo los hombros. “¿Cómo va esa guerra?”
“La perderemos, a menos que pueda convencer a Sotha Sil para que abandone Arteum” dijo Almalexia mientras la sonrisa desaparecía de su rostro. Ella pretendía esperar y poder hablar con su amigo en privado, pero el viejo altmer le infundió el valor para seguir adelante. “He tenido visiones; sé que son verdad.”
Sotha Sil se quedó silencioso durante un momento y luego miró a Iachesis y dijo: “Debo volver a Morrowind”.
“Conociéndote, sé que si debes hacer algo, lo harás”, suspiró el viejo maestro. “Los psijic no se distraen. Las guerras estallan, los imperios se levantan y caen. Debes ir, y nosotros también”.
“¿Qué quieres decir, Iachesis? ¿Te vas a marchar de la isla?” “No, la isla abandonará el mar”, dijo Iachesis con voz contemplativa. “Dentro de algunos años, las nieblas invadirán Arteum y nosotros nos habremos ido. Somos consejeros por naturaleza, y en Tamriel ya hay demasiados consejeros. No, nos iremos y volveremos cuando las tierras nos vuelvan a necesitar, quizás en otra era”.
El viejo altmer se levantó con gran dificultad y apuró el último trago de su bebida antes de dejar solos a Sotha Sil y a Almalexia: “No perdáis el último barco”.
10 de Segunda semilla de 2920 La Ciudad Imperial, Cyrodiil
“Majestad imperial”, dijo con una sonrisa el potentado Versidue-Shaie mientras abría la puerta de su cámara. “No nos hemos visto últimamente. Pensé que quizá estabas... ocupado con la adorable Rijja”. “Está tomando los baños en Mir Corrup”, dijo con abatimiento el emperador Reman III.
“Pasa, por favor”.
“He llegado a un punto en el que tan solo puedo confiar en tres personas: tú, mi hijo el príncipe y Rijja”, dijo el emperador enfadado. “Mi consejo está plagado de espías”.
“¿Qué te preocupa, majestad imperial?” preguntó el potentado Versidue-Shaie con comprensión mientras corría la tupida cortina. Al instante, desaparecieron todos los ruidos externos, tanto los pasos que resonaban en los corredores de mármol como los pájaros que revoloteaban en los jardines primaverales.
“He descubierto que una miembro de la tribu orma de la Ciénaga Negra llamada Catchica, conocida por ser una envenenadora, estaba con el ejército en Caer Suvio cuando el campamento estaba establecido allí y mi hijo fue envenenado, antes de la batalla en Bodrum. Estoy seguro de que habría preferido matarme a mí pero no se le presentó la oportunidad”, dijo el emperador con ira. “El consejo opina que necesitamos pruebas claras de su implicación antes de acusarla”.
“Así es”, dijo el potentado pensativo. “Pero deberíamos averiguar si alguno de ellos formaba parte de la conspiración. Tengo una idea, majestad imperial”.
“¿Sí?”, dijo Reman con impaciencia. “¿Cuál es?” “Dile al consejo que no deseas investigar este asunto y mientras yo enviaré a la guardia para que encuentren y sigan a la tal Catchica. Descubriremos con quién se relaciona y podremos hacernos una idea del alcance de esta conspiración para acabar con la vida de su majestad imperial”.
“Sí”, dijo Reman con gesto de satisfacción. “Es un gran plan. Descubriremos quién está detrás de esto”.
“Que así sea, majestad imperial”, dijo el potentado con una sonrisa mientras abría la cortina para que el emperador pudiera abandonar la estancia. En el corredor se encontraba el hijo de Versidue-Shaie, Savirien-Chorak. El chico hizo una reverencia al emperador antes de entrar en la habitación de su padre.
“¿Hay algún problema, padre?”, susurró el muchacho de Akavir. “He oído que el emperador ha descubierto el nombre de la envenenadora”. “El gran arte de la elocuencia, hijo mío”, dijo Versidue-Shaie a su hijo, “consiste en decirles lo que quieren oír de manera que hagan lo que tú quieres que hagan. Necesito que hagas llegar una carta a Catchica y asegúrate de que entiende que si no sigue las instrucciones al pie de la letra, estará arriesgando su vida más que la nuestra”.
13 de Segunda semilla de 2920 Mir Corrup, Cyrodiil
Rijja se sumergió en las calientes y burbujeantes aguas del manantial, sintiendo un cosquilleo por toda su piel como si le estuvieran frotando con millones de piedrecitas. La roca situada sobre su cabeza la protegía de la fina lluvia pero dejaba entrar la luz del sol, dividida en capas al pasar a través de las ramas de los árboles. Era un momento idílico en una vida idílica y, al finalizar, sabía que recuperaría toda su belleza. Lo único que necesitaba era un trago de agua. El baño, aunque era muy aromático, le dejaba un sabor a caliza en la boca.
“¡Agua!”, gritó a sus sirvientes. “¡Agua, por favor!”
Una adusta mujer, con los ojos vendados, se acercó a ella para darle el agua que portaba en una piel de cabra. Rijja estuvo a punto de reírse de la mojigatería de la mujer, pues ni siquiera ella misma sentía vergüenza de mostrar su cuerpo desnudo, pero al caerle la venda, descubrió que no tenía ojos. Parecía una de esas mujeres de la tribu orma de las que Rijja había oído hablar, aunque nunca había visto a una de ellas. Nacidas sin ojos, eran virtuosas de sus otros sentidos. El señor de Mir Corrup tiene sirvientes muy exóticos, pensó para sus adentros.
En un momento, olvidó todo lo ocurrido. Solo podía concentrarse en el sol y el agua. Se disponía a beber del agua que le habían traído, pero se percató de que desprendía un extraño olor metálico. De repente, se dio cuenta de que no estaba sola.
“Lady Rijja”, dijo el capitán de la guardia imperial. “Veo que conoces a Catchica.”
“Nunca he oído hablar de ella”, tartamudeó Rijja antes de mostrar su indignación. “¿Qué estás haciendo aquí? Este cuerpo no es para tus lascivos ojos”.
“Nunca has oído hablar de ella y hace un minuto estabas hablando con ella”, dijo el capitán, cogiendo el agua para olerla. “Te ha traído icor, ¿no es cierto? Para envenenar al emperador”.
“Capitán”, dijo uno de los guardias, que venía corriendo hacia él. “No podemos encontrar a la argoniana. Es como si hubiera desaparecido en los bosques”.
“Sí, eso se les da muy bien”, dijo el capitán. “De todas formas, no importa. Ya tenemos su contacto en la corte. Su majestad imperial estará muy satisfecho. Apresadla”.
Mientras los guardias sacaban a la mujer del estanque, ella se contorneaba y gritaba: “¡Soy inocente! ¡No sé de qué va todo esto pero yo no tengo nada que ver! ¡El emperador pedirá vuestras cabezas por esto!” “Supongo que sí”, sonrió el capitán. “Si te cree”.
21 de Segunda semilla de 2920 Gideon, Ciénaga Negra
La taberna La cerda y el buitre era el tipo de lugar apartado que a Zuuk le gustaba para este tipo de encuentros. En el oscuro lugar, además de él mismo y su compañero, tan solo había un par de viejos lobos de mar, más dormidos que despiertos por el efecto de la bebida. La mugre del suelo no se veía pero se sentía. Los últimos rayos del sol iluminaban las partículas de polvo que invadían el local.
“¿Tienes experiencia en combate pesado?”, preguntó Zuuk. “Esta misión tiene una buena recompensa, aunque también correrás muchos riesgos”. “Por supuesto que tengo experiencia”, contestó Miramor con altanería. “Estuve en la batalla de Bodrum hace tan solo dos meses. Si tú cumples tu parte y consigues que el emperador atraviese el Paso de Dorsza con la menor escolta posible el día y a la hora que hemos acordado, yo cumpliré la mía. Eso sí, asegúrate de que no vaya de incógnito. No puedo atacar todas las caravanas que atraviesen el paso para ver si llevan al emperador Reman”.
Zuuk sonrió y Miramor se observó a sí mismo en la cara reflectante del kothringi. Le gustaba ver lo profesional y seguro de sí mismo que se mostraba.
“Trato hecho”, dijo Zuuk. “Y después tendrás el resto de tu oro”. Zuuk puso el gran arcón encima de la mesa y se levantó.
“Espera unos minutos antes de salir”, dijo Zuuk. “No quiero que me sigas. Los que me envían desean mantenerse en el anonimato por si te atrapan y torturan”.
“Está bien”, dijo Miramor y, a continuación, pidió más grog. Zuuk cabalgó a través de las estrechas y laberínticas calles de Gideon y, tanto él como su caballo, se alegraron de atravesar las puertas del lugar. El camino principal que conducía al castillo Giovesse estaba anegado, como cada año durante la primavera, pero Zuuk conocía un atajo por las montañas. Cabalgando a toda velocidad bajo los árboles cubiertos de musgo y las traicioneras piedras recubiertas de limo, llegó a las puertas del castillo en dos horas. Nada más llegar, se dirigió a la celda de Tavia, en la cima de la torre más alta.
“¿Qué opinas de él?”, preguntó la emperatriz.
“Es un pobre ignorante”, respondió Zuuk. “Pero es precisamente lo que necesitábamos para esta misión”.
30 de Segunda semilla de 2920 Fortaleza Thurzo, Cyrodiil
Rijja gritaba, gritaba y gritaba. Dentro de su celda, nadie podía oírla aparte de las enormes y grisáceas piedras, recubiertas de musgo pero igual de contundentes. Los guardias que custodiaban las celdas hacían caso omiso de ella, al igual que del resto de prisioneros. El emperador, a muchos kilómetros de allí en la Ciudad Imperial, también había hecho oídos sordos a sus gritos de inocencia.
Gritaba aun sabiendo que quizá nunca nadie volvería a oírla.
31 de Segunda semilla de 2920 Paso del Borde de Kavas, Cyrodiil
Hacía días o incluso semanas que Turala no había visto un rostro humano, cyrodílico o dunmer. A medida que avanzaba, pensaba para sus adentros lo extraño que resultaba que un lugar tan despoblado como Cyrodiil se hubiera convertido en la Provincia Imperial, sede de un Imperio. Incluso los bosmer de Bosque Valen debían de tener bosques más poblados que este de las tierras centrales.
Hizo memoria. ¿Cuándo había cruzado la frontera de Morrowind para adentrarse en Cyrodiil? ¿Hacía un mes o quizá dos? Hacía mucho más frío entonces que ahora pero no tenía sentido del tiempo. Los guardias habían sido bastante bruscos pero, dado que no llevaba armas, decidieron dejarla pasar. Desde entonces, había visto unas cuantas caravanas, incluso había comido con unos aventureros una noche de acampada, pero no encontró a nadie que la pudiera llevar a la ciudad.
Turala se había quitado el mantón y lo llevaba a rastras. Por un momento, creyó escuchar a alguien detrás de ella y se giró, pero no había nadie. Era un pájaro posado en una rama que emitía un ruido similar a una risotada.
Continuó andando y después se detuvo. Algo estaba ocurriendo. El bebé llevaba tiempo dando patadas dentro de su barriga pero ahora se trataba de algo diferente. Gimiendo, se tambaleó hasta el borde del camino y cayó sobre la hierba. Su bebé estaba de camino.
Se acostó boca arriba y empezó a empujar, pero no podía ver nada con las lágrimas de dolor y frustración. ¿Cómo había llegado a esta situación? Estaba dando a luz en un páramo, sola, a un niño que era hijo del duque de El Duelo. Sus gritos de rabia y agonía espantaron a los pájaros que estaban en los árboles.
El pájaro que se había reído de ella voló hasta el camino. En un abrir y cerrar de ojos, el pájaro desapareció y en su lugar vio a un elfo desnudo, no tan moreno como un dunmer ni tan pálido como un altmer. Supo al instante que se trataba de un ayleid, un elfo salvaje. Turala gritó pero el hombre la sujetó. Tras varios minutos de forcejeo, ella sintió una liberación y después se desmayó.
Se despertó con el sonido del llanto de un bebé. Estaba limpio y tendido a su lado. Turala cogió a su pequeña y, por primera vez en ese año, lloró de alegría.
Susurró a los árboles unas palabras de agradecimiento y comenzó a caminar con el bebé en brazos hacia el oeste.
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