El techo de aprovechamiento de una videoconsola suele llegar con los años, cuando los programadores se hacen con las diferentes funciones y librerías específicas de los componentes. Creo que ese techo vendrá dado por Nintendo, con juegos de la casa, entendiendo que son ellos los que mejor conocen los entresijos de su ingeniería y sabrán aprovechar mejor los recursos que presta. De hecho, usan su propio motor, nada de Unreal Engine o mierdas así. Así que, dicho esto, creo que lo mejor -gráficamente- que vamos a ver estará, como máximo, a la altura de Zelda o Mario O. o M. Kart o Splatoon (que a mí, personalmente, me parecen preciosos: nítidos, efectistas, coloridos y se mueven con soltura). Cualquier intento de juegos tipo Doom o similares, requiere de hacer un destrozo de las texturas, con 4GB de memoria no puedes pretender hacer maravillas, es imposible cargar texturas grandes en alta resolución.
La filosofía de Nintendo es precisamente no tirar de músculo, más bien de juegos originales, que apuestan por mecánicas innovadoras. No hacen falta los gráficos más locos para hacer que Zelda o Odyssey te enganchen y te hagan vivir una experiencia inolvidable. Otro ejemplo de que el músculo gráfico no influye en la diversión y experiencia de un juego es Octopath. Está claro que los gráficos son un plus, pero ahí las consolas, y sobre todo el PC, son imbatibles.
PC tiene sus ventajas, Xbox y PS4 las suyas, el móvil las suyas y Switch las suyas. Son plataformas diferentes y ponerlas a competir es absurdo. Es más fácil tenerlas todas y jugar cada cosa donde toca. Jugar a Doom en Switch es aberrante, por ejemplo (el que diga lo contrario, no tiene ni puta idea de qué es Doom); pero, sin embargo, jugar a un indie en Switch es una experiencia mucho más gratificante que en cualquier otra plataforma.
Zelda: Breath of the Wild 
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