Project Zomboid #HG

Diario de Castillete Tarradillo:

Me he despertado desorientado en la casa de mi hermano, en la zona residencial del este de Riverside.

No tengo muy claro dónde están mis familiares, pero tras unos vistazos desde las ventanas veo que la cosa desde que caí enfermo la última vez ha empeorado, y mucho; no existe el más mínimo atisbo de vida, al menos en lo que me alcanza la vista, pero por supuesto está todo infestado de esos malnacidos.

Tengo claro que aquí no puedo seguir, así que tras comer algo y hacer acopio de víveres, ropa, herramientas y trastos varios con los que hacer frente a estos hijos de puta, me dirijo al garaje con una mezcla de ilusion y terror pensando en el potente y seguro Hummer del que era dueño mi hermano.

Abro la puerta con el corazón desbocado... Y ahí está!! No me lo podía creer, estaba en buenas condiciones, y más de medio tanque de combustible!!

No lo dudé ni un segundo; tras un implacable y exhaustivo registro cargué hasta los topes el maletero del portentoso todoterreno, me comí unas Pandilla y me bebí una Kas de limón (ácida como sus muertos), y tras un relajante y placentero cigarrillo me senté en el asiento del conductor para empezar mi marcha con un destino claro: una pequeña granja apartada al oeste del condado con una gasolinera, un restaurante, un par de cobertizos y terreno fértil donde sembrar mis propios alimentos. Un plan sin fisuras.

Inserto la llave de contacto, la giro y.... Nada. Ninguna reacción de ninguna clase. Mis posteriores intentos fueron en vano, el resultado fue exactamente el mismo.

Tras el momento de nerviosismo y decepción inicial, me fijo en el cuadro de mandos del coche, y me fijo en un pequeño detalle... las luces ... Mi hermano dejó las luces puestas y la batería se ha descargado.....

Mi reacción normal sería la de maldecir a cuantos diablos pululan por el infierno y por supuesto de cagarme en la puta y santa madre de mi hermano, que es la mia, pero eso sólo atraería a más escoria muerta y me haría gastar mi valiosa energía.

Abro el maletero del Hummer y lo tengo claro; una llave de grifa. Toda la vida currando en la obra y en el gim para esculpirme me han hecho una mala bestia, y con mi amiga en mi mano derecha me da igual lo que me encuentre; llegaré por mis huevos.

Salgo a "pasear" con ojo avizor, no sin ir quitando de mi camino a bastantes cabrones de estos. Se nota que están podridos, y reconozco que estoy llegando incluso a disfrutar estos momentos, o tienen el cráneo blandito o de verdad me estoy poniendo fuerte.

Tras avanzar un par de manzanas vislumbro entre la ligera niebla a unos 150-200 metros lo que parece ser una furgoneta, justo lo que necesitaba para una batería nueva, pero había un problema, o más bien, decenas de problemas cojeando y babeando sangre por todas partes.

Estoy fuerte y tengo mi llave grifa y mis barras de hierro, pero tampoco soy Conan ni gilipollas, así que tenía que intentar conseguir esa batería sin liarme a palos.

Me acerqué con cautela, y justo cuando levanté el capó, la vieja varilla que lo sostiene abierto debía tener más años que un bosque, porque dió un chirrido que ni Godzilla saliendo del agua.

CIENTOS de zombies empezaron a salir de absolutamente todas partes. Tras corretear unos minutos presa del pánico, me recompuse y a base de gritos y ruidos varios intenté guiarlos y perderlos, hasta que tras unos minutos rodeando edificios, decidí perpetrar uno de ellos con la intención de serpentear por su interior para despistar a los pestosos, con la mala suerte de que me corté con un pequeño trozo de cristal de la ventana por la que entré, con una hemorragia fea de pelotas y una galopante infección que amenazaba con mi integridad y por ende con mis posibilidades de sobrevivir, pero una vez más mi extraña memoria me hizo recordar que a escasos metros del aparcamiento donde estaba mi deseada batería montada en una furgoneta de reparto, había una farmacia donde mi madre me mandaba de pequeño a comprarle el Ventolín para el asma de mi hermano.

Lo que pasó en los siguientes 15 minutos fue tan intenso, duro y atemorizador que creo que mi cerebro ha hecho un sobreesfuerzo por olvidarlo para no crear un trauma atroz, pero en resumidas cuentas, cerré la puerta de la farmacia en las narices de más de cincuenta zombies, y aguantaron unos escasos 30 segundos, lo suficiente para que saliera de allí con desinfectante, vendas y antibióticos, el kit completo para tratar mis problemas de salud actuales, leves pero preocupantes.

Salí de la farmacia de Don Manuel por la puerta trasera, agazapado y sorprendido de ver que el jaleo montado en la farmacia entretuvo a más de estos gilipollas de los que podía imaginar, así que con una mezcla de reticencia, ilusión y la mayor cautela que he tenido en mi vida, me dirigí al aparcamiento tras un breve rodeo con la esperanza de encontrar la furgoneta despejada, y conforme me acercaba con el corazón al mismo ritmo que el de un colibrí comprobé que "sólo" había unos seis o siete bastardos a unos cincuenta metros.

No lo pensé; saqué el destornillador de mi mochila y en un abrir y cerrar de ojos tenía la batería libre y mirándome con carita de gitana soltera para que la cogiera con mis cayosas manos, así que no la hice esperar, la agarré fuerte, y salí corriendo como alma que lleva el diablo a casa.

[...]

El coche está limpio, mi ropa y yo estamos limpios, acabo de comerme un estofado que ni la milf de Paulo Coelho, me he fumado un cigarrazo y me he echado una siesta que he dormido como un bebé.

Esa granja al oeste tiene muy buena pinta..
Ven llavecita grifa mía, tenemos que coger carretera ya.