La ciencia ficción es uno de los géneros literarios más recientes que existen en la historia de la literatura. Cuenta, concretamente, con doscientos años de antigüedad. No puede ser de otra manera, ya que la temática que caracteriza las historias vinculadas a esta materia está basada en la ciencia y la tecnología y cómo influyen en la sociedad. Una temática que supo utilizar por primera vez Mary Wollstonecraft Shelley en 1818 con Frankenstein o el moderno Prometeo, donde explota las posibilidades que da la ciencia para crear nueva vida y cómo este descubrimiento afecta a su entorno social, en este caso la sociedad victoriana del siglo XIX.
Y no, no hay historias de ciencia ficción anteriores a la de la escritora inglesa. De nada nos valen los relatos de Platón sobre la Atlántida en Critias y Timeo, las narraciones paródicas de Luciano de Samosata en Una historia verdadera (con visita a la luna y todo) o las conocidas Utopía de Tomás Moro, los Viajes de Gulliver de Swift o el Micromegas de Voltaire. Ninguno parte en sus tramas del afán racionalizador del hombre moderno, el surgido a partir del Renacimiento y la Ilustración, que culminó con la idea de que la ciencia y la tecnología serían una herramienta reformadora de un mundo imperfecto.
Así, el nacimiento del monstruo formado de retazos humanos fue concebido en la mente de Shelley en 1816 en Ginebra, donde pasaba unas vacaciones en la mansión de Villa Diodati con su reciente marido Percy Bysshe Shelley, su amigo Lord Byron y el medico de este (y posible amante), John Polidori. Ese año de 1816 tuvo un verano inusualmente frío y lluvioso provocado por una serie de erupciones volcánicas, coronadas por la del monte Tambora en Indonesia, la erupción más grande conocida en 1300 años. Esta circunstancia hizo que los allí presentes compartieran vacaciones encerrados en la villa de Suiza donde mantenían largas conversaciones, incluidas las relativas a las investigaciones de Galvani y de Darwin sobre el poder de la electricidad para revivir cuerpos muertos. Mary los acompañaba “como una casi silenciosa oyente”, según sus palabras.
Para situarnos en la historia, tenemos que saber que en esos momentos previos a la creación del relato de Frankenstein, Mary Shelley tiene 18 años, un bebé vivo y otro muerto, y una relación escandalosa con Percy que ha finalizado con el suicidio de la primera esposa de este. Mary escribió en su diario: “Sueño que mi pequeña bebé vuelve a la vida otra vez. Que sólo ha estado un poco helada y que nosotros la acercamos al fuego para calentarla, entonces comienza a vivir. Y despierto y no encuentro ningún bebé. He pensado sobre esto toda mi vida”. Eso sin contar el fallecimiento de su madre tras el parto de la escritora, que marcó su desarrollo vital con una continua obsesión con la muerte. Por cierto, la madre de Shelley fue la filósofa feminista Mary Wollstonecraft, autora de Vindicación de los derechos de la mujer (1792), obra que estableció las bases del feminismo moderno y la convirtió en una de las mujeres más populares de Europa en su época.
Pues bien, con Shelley y los demás de vacaciones bajo la lluvia en la casa del lago suizo, el 16 de junio Lord Byron propuso un juego: “¡Escribamos cada uno una historia de terror!”. Ahí fue donde Mary, impresionada por esas conversaciones sobre las posibilidades de la electricidad y sus nuevos usos médicos, gestó la historia del científico perturbado (creando así el concepto del científico loco) que trata de dar vida. En el fondo, una crítica a la seguridad que se tenía en que la ciencia haría avanzar las sociedades hacia su perfección.
Este es un momento importante. Rara vez se ha sabido con tanta certeza cuándo nacía un tipo de literatura, ya que es la primera vez que una premisa científica es la que pone en marcha una historia. Nos encontramos ante una narración que supera con creces la mera novela gótica para adentrarse, en este caso sin saberlo, en los umbrales de la ciencia ficción. Inciso: Polidori, el médico de Byron, e invitado al lago suizo con los Shelley, creó en ese juego literario un protagonista vampiro, que luego utilizó para su novela El vampiro de 1819, considerada la primera referencia literaria a ese subgénero de terror.
De esta manera, dos años después de aquel verano en Ginebra, en 1818, Mary modela el germen de la historia, añade capítulos, tramas y da a luz el primer Frankenstein. “¿Cómo es posible que yo, entonces una jovencita, pudiera concebir y desarrollar una idea tan horrorosa?”, escribía Mary en la introducción a la tercera edición de Frankenstein. No obstante, (y esto es algo que aun hoy muchos discuten) la escritora utilizó para dar vida a su Victor Frankenstein a un personaje del siglo XVII, considerado uno de los primeros científicos: Johann Konrad Dippel, teólogo, científico, físico, químico y alquimista que encarna a la perfección la visión de Shelley sobre los límites de la conciencia y la búsqueda de la inmortalidad. En vez de estudiar en los libros el saber de los antepasados, empezó a observar los hechos. Además, desdeñó (y aquí hay mucho de la madre de Mary Shelley) las creencias tradicionales por una fe mucho más libre y personal, aspecto que es fundamental en el personaje de Victor.
La novela de Frankenstein se publicó por primera vez sólo con el apellido Shelley en el lomo, sin el nombre de Mary Wollstonecraft, por miedo a que nadie quisiera leer esta historia en palabras de una mujer, aunque la edición de 1921 ya iría firmada con su nombre completo. Desde entonces se ha editado sin cesar, se han realizado cientos de versiones y se han tocado todas las vertientes artísticas con la historia. De todas las ediciones que se pueden encontrar actualmente a la venta, hay unas cuantas que son joyas.
Destaca, por ejemplo, la que Ariel ha publicado bajo el título de Frankenstein, o el moderno Prometeo: edición anotada para científicos, creadores y curiosos en general. Esta edición se basa en la versión original de 1818 (mucho más intensa que la corregida en 1831) y está traducida directamente del manuscrito por José C. Vales, tras la revisión y corrección de Charles E. Robinson, una de las autoridades más destacadas del mundo en la obra de la autora inglesa. A esta cuidada edición se le suman anotaciones a lo largo de toda la obra. De esta forma, el libro se lee como un dialogo entre la autora de hace doscientos años y estudiosos de primera fila que exploran los aspectos científicos, sociales y éticos de este maravilloso relato.
Sin duda otra magnifica edición es el Frankenstein anotado de la editorial Akal, y coordinada por Leslie S. Klingler (EEUU, 1946), con cerca de 1.000 notas que proporcionan información y contexto histórico no solo de la historia de Frankenstein sino también de la vida de Mary Shelley. El libro contiene la introducción de Guillermo del Toro, así como la introducción original de la versión que hizo Mary Shelley de su historia en 1831, y el ensayo de 1818 de su marido, Percy Shelley, titulado Sobre Frankenstein. Además, la edición tiene cerca de 200 ilustraciones, incluyendo, y esto sí que es estupendo, material gráfico original de la edición de 1831 y docenas de fotografías de lugares del mundo real que aparecen en la novela.
El Frankenstein de la Editorial Nørdica es especial por varios motivos: por ser la edición conmemorativa del bicentenario de la novela (reedición en realidad), y porque cuenta con el trabajo artístico de Elena Odriozola (San Sebastián, 1967), que en 2015 fue Premio Nacional de Ilustración. En esta edición, la ilustradora donostiarra trata de interpretar al protagonista de la novela, el doctor Frankenstein, mediante la imagen de una mujer embarazada que recorre las distintas escenas de la historia en un lúgubre e inquietante teatro, a la espera de alumbrar ella también una criatura. Nørdica es una pequeña editorial que cuida sus obras como pocas, y su Frankenstein edición bicentenario nos da una nueva y original visión que sin duda enriquece el texto clásico.
Otra edición ilustrada de Frankenstein que es menos conocida y que volvió locos a los amantes de los libros es la preciosa versión ilustrada y editada por Planeta con el texto de Mary Shelley, con los dibujos de Bernie Wrightson (EEUU, 1948-2017) y con la introducción de Stephen King. Un trío de ases para una edición espectacular, con un formato acorde con la importancia de la obra, pero que está descatalogada desde hace bastante tiempo.
Otro Frankenstein muy especial es el Frankenstein Underground editado por Norma Comics, en el que la criatura cobra protagonismo en el universo de Hellboy, uno de los personajes del cómic contemporáneo más importante, nacido de los pinceles de Mike Mignola (EEUU, 1960). Curiosamente, el mundo del cómic no se ha visto seducido por la imagen popular de brutalidad absurda que trasmitía el personaje cinematográfico protagonizado por Boris Karloff, sino más por el protagonista original del libro. Así ocurre en la versión en viñetas de Dick Briefer de los años 40, la de Grant Morrison de principios de siglo en sus Siete soldados de la victoria, o el que aparece en el reciente Joe Frankenstein de Chuck Dixon y Graham Nolan. De esta forma, Mike Mignola se une a esta línea en la que la criatura de Victor Frankenstein buscará su destino tras un encuentro con Hellboy, sólo para acabar como empezó: sufriendo una nueva persecución.
La historia de Mignola transcurre en el México de 1955, donde la criatura es retenida en un laboratorio del que escapa para encontrarse con una misteriosa anciana. Esta mujer cura sus heridas y escucha su relato tremendo: cómo tiene que esconderse de la humanidad, que lo teme y lo persigue desde hace más de un siglo. A este existencialismo se le sumará otro problema: un ocultista lo desea para su colección de criaturas sobrenaturales y mandará a uno de sus secuaces más sanguinarios a capturarlo. La historia es tremenda. Las viñetas se suceden con fluidez, para lo que es vital la ayuda en el color de Dave Stewart y la colaboración de Ben Stenbeck, que ha sabido mantener los claroscuros de la estética del universo Hellboy, que focalizan y dinamizan la narración.
La editorial Sexto Piso no se ha quedado atrás en su edición de Frankenstein. En esta ocasión, la editorial ha conseguido la serie de grabados en madera que Lynd Ward (EEUU, 1905-1985), uno de los padres de la novela gráfica, dedicó al monstruo en 1934. La unión de la literatura de Shelley junto a la obra plástica de Ward con su impactante expresionismo y sus inusuales perspectivas y claroscuros, unido al art déco, plasman a una criatura patética y terrible. Esta edición incluye un epílogo de la autora y crítica estadounidense Joyce Carol Oates, en el que incide en lo más profundo de la obra para demostrar que el monstruo de Frankenstein es uno de esos personajes que “se han convertido en creaciones colectivas; nos pertenecen a todos”.
Para comprarlo:
- Frankenstein (Edición anotada para científicos, creadores y curiosos en general) (Ariel)
- Frankenstein (Akal)
- Frankenstein (Nórdica)
- Frankenstein Underground (Norma)
- Frankenstein (Sexto Piso)
Texto copiado íntegra y descaradamente de aquí (zendalibros.com, Sergio Bang).
He querido traer el artículo porque me pareció bastante fundamental y con recomendaciones de ediciones muy buenas. Además en este foro triunfa mucho la ciencia ficción y quizá todavía hay algún merodeador que no se ha decidido a leer Frankenstein y puede que esto le convenza.