""Casi doscientos años antes de la caída de Constantinopla, el emperador Andrónico II, ante el peligro de una invasión turca, llamó en su ayuda a los almogávares, comandados por Roger de Flor. Fue éste un caballero singular de padre alemán y madre italiana, ingresó en la orde de los templarios, participndo heroicamente en la defensa de Acre. Acusado de haberse enriquecido ilícitamente, tuvo que abandonar la orden, tras lo cual se dedicó a la piratería, entrando finalmente al servicio de Federico II de Sicilia. Para conseguir su ayuda, Andrónico II tuvo que nombrarle megaduque y prometerle en matrimonio a su sobrina María, hija del zar de Bulgaria.
Una vez en Bizancio, las tropas catalanas participaron en innumerables batallas -narradas por Ramón Muntaner en su célebre Crònica-, <spoiler>, <spoiler>, <spoiler.>
Con una brillantez inusitada, Ramón J. Sender novela estos hechos de un modo que el lector no olvidará fácilmente: batallas cruentas, ajusticiamientos sumarios, intrigas palaciegas, el correr de los corceles y los gritos de los moribundos se suceden en unas páginas trepidantes que reúnen el añejo sabor de la crónica con el estilo y la penetración e la literatura contemporánea""
Lo anterior es la sinópsis de la contraportada del libro. No le hace justicia y contiene spoilers (que desastre), así que hago yo otra.
Bizancio es una novelización de la increíble aventura de una partida de mercenarios catalanes y aragoneses que fueron enviados a luchar en oriente porque tras ganarle Sicilia a la corona de Aragón ya no eran necesarios y no sabían que hacer con ellos, pues causaban toda clase de problemas en tiempos de paz y salía caro pagarles la soldada.
Diminuta compañia de increíble eficacia, arrasaron allá donde fueron, desbaratando ejércitos con una facilidad inesperada y asombrosa y llegando a convertirse en una fuerza política y militar de primer orden en el sector oriental del mediterráneo.
La novela narra las vicisictudes internas de la compañía almogávar, la vida de sus capitanes y el proceso de hacerse adulta y perder la inocencia de una princesa bizantina.
[A partir de aquí mi opinión personal -- ATENCIÓN SPOILERS]
Debo decir que al principio me pareció aburrida y pesada. Por un lado algunas descripciones me parecieron demasiado "de libro de texto" y eso no ayudaba a que me metiese en la historia ni a que me importase lo que estaba pasando, además el autor tiende a hacer hablar mucho a ciertos personajes, haciéndolos elucubrar durante páginas y páginas sin dar información relevante ni interesante. Esto sucede especialmente cuando transcribe la correspondencia de los protagonistas, particularmente de la princesa.
A pesar de todo eso, en cuanto le pillas el pulso a la novela descubres una narrativa muy bien diseñada y una descripción y evolución de los personajes maravillosa.
La princesa María es una niña inocente y malcriada, siempre cuidada y siempre tratada como la aristócrata que es. Ve el mundo a través del prisma de las historias de caballerías y galanterías que aprendió de niña, sin hacer caso a las amarguras de su madre conspiradora ni a las hipocresias venenosas de la corte bizantina; sin embargo a medida que ve los horrores de la guerra, que decapitan a su principe azul y que su correspondencia y sus acciones la convierten en un personaje político trascendental para el futuro de todo un imperio, la chica se va endureciendo, como un callo, y se va corrompiendo y hacíendose adulta y cínica, y también una psicópata que deja de sentir empatía por los demás. Aprende cómo es el verdadero rostro del mundo, despiadado y brutal, y para adaptarse a toda esa fealdad ella también se vuelve despiadada.
¿Pero qué armas tiene una princesa para forzar las situaciones en su favor y para evitar ser devorada por los demás? No puede usar la fuerza como hacen los hombres, pero puede engatusarlos y engañarlos. De su madre aprende a ganarse afectos con falsas seducciones y a traicionar cuando sea necesario. De rechazar su forma de ser pasa a ser igual que ella: hipócrita, desleal, rabiosa, destructiva... Al final del libro las circunstancias han metamorfoseado a la niña inocente en un monstruo.
Genial.
El otro gran acierto de la novela es el contraste entre la cultura de la hipocresia de la corte bizantina y el sentido del honor transparente y sencillo de los soldados catalanes y aragoneses. Los mercenarios acuden a aquel país lejano con un propósito muy claro: ellos derrotan a los enemigos de Bizancio y a cambio se hacen ricos con el saqueo y el sueldo. Son trabajadores especializados.
Los Bizantinos, atendiendo a sus costumbres, por un lado, a cara descubierta, se intentan ganar su lealtad concediendo toda clase de honores al caudillo de los mercenarios Roger de Flor; mientras por otro lado preparan planes para librarse de ellos en cuanto no sean necesarios. Y es que Bizancio está dirigida por una familia de cobardes y envidiosos. Todos los honores y todas las muestras de amistad no son sinó maniobras políticas con un propósito determinado. Los soldados catalanes son incapaces de ver esto, incapaces de entender que alguien que les ha llamado para luchar en su defensa pueda guardar desconfianzas y rencores hacia ellos.
A medida que avanza la novela se da la increíble paradoja de que los almogávares ganan todas las batallas, y lo hacen de un modo espectacular y definitivo, pero finalmente son derrotados porque sus aliados, o más que sus aliados sus patronos, desconfian de ellos, los envidian y los traicionan. Son como perros leales que no entienden que su dueño los ahorque porque ya no le son útiles.
Para los soldados la vida es mucho más sencilla y abarcable que para los conspiradores. Simplemente siguen un código de honor sencillo e intuitivo. La guerra, aún con todos sus horrores, es fácil. Te pones delante de alguien y lo destripas arriesgando tu propia vida. Es básico, primitivo y transparente. No hay intenciones ocultas ni engaños. Vas a donde tienes que ir y te juegas el pescuezo. Por eso son inapaces de entender los pensamientos dentro de los pensamientos de los nobles bizantinos, cuyas mentes trabajan con rapidez enfermiza intentando buscar las intenciones ocultas de quienes les rodean. Sospechas y paranoias dentro de otras sospechas y otras paranoias, como una danza fractal de máscaras, mentiras, ocultaciones y planes retorcidos.
Unos y otros no se entienden por diferencias culturales infranqueables, y es precisamente la honestidad de los catalanes lo que más asusta a los bizantinos, pues alguien que va de frente, con la verdad por delante, tiene la superioridad moral de su lado. Aún siendo los catalanes los servidores y los bizantinos los señores, la propia presencia de los catalanes deslegitima su mandato y su poder. ¿Quienes son ellos, cobardes, hipócritas y traicioneros, para gobernar un país que no saben defender?
Especialmente me ha gustado uno de los personajes, Berenguer de Rocafort. Me ha recordado al genial Brian de Bois Guilvert de la novela Ivanhoe de Sir Walter Scott. Se trata de hombres hechos a si mismos, el verdadero übermensch nietzcheano. De origen humilde, llegan a capitanes por sus propios méritos. Soldados de carrera, violentos, de una inteligencia instintiva práctica y valientes hasta la insensatez. Su mayor defecto es su desmedida ambición que, dada su fuerza y capacidades, pueden llevarles a desfigurar el devenir de la historia. Finalmente ambos son derrotados por amores incompatibles con su ambición.
Rocafort es un personaje singular, porque en él se ceban todas las injusticias. A base de esfuerzos y penalidades consigue salir adelante, es puro mérito, pero aún así al final es entregado y condendo a morir humillantemente, de hambre, por pesonas cobardes, rencorosas y envidiosas que no saben reconocer sus propios errores.
¿Quien no querría ser como Rocafort que, a pesar de su existencia violenta, es un hombre capaz de controlar su vida y el entorno que le rodea a base de fuerza de carácter? El tono de Bizancio es pesimista porque en ella los hombres admirables son reducidos a la nada por los miserables.
En fin, que me ha gustado mucho la novela y la considero muy recomendable. Como último apunte decir que el autor no describe las escenas de sexo, simplemente las insinúa. Teniendo en cuenta que esta novela fue escrita en los años cincuenta, es triste ver cómo las cosas siguen igual. En nuestra cultura se censura más el sexo que la extrema violencia. Afortunadamente parece que ya vamos derribando ese tabú.