Un folletín del Altoresso. Entrega semanal.

Altoresso

El sol platinó las murallas de Seldan y Themenos II se alongó al balcón de la Torre Regía. Divisó leguas de desierto y luego viró la mirada al vergel de su ciudad. Hubo de quitarse la corona pues le oprimía las sienes y apoyó los codos contra la baranda de piedra. Estaba nervioso. Quedaban dos semanas para otro Requerimiento.

Yulodor y Resca eran sincasta. Además huérfanos hasta donde les alcanzaba la memoria, flacos y casi negros del sol, quemaban su juventud en el distrito de los Ladrillos. Todos los atardeceres llegaban los deslizadores de carga con el Comendador del Distrito y se llevaban le peso estipulado de ladrillos de adobe. Un arca de menos equivalía a un sincasta menos. Los jefes sincasta, en su mayoría hombres muy ancianos que o bien dominaban el oficio magistralmente o eran delatores, procuraban llevar un conteo de la producción a lo largo del día y con cierta frecuencia gastaban ultrametal escondiéndolo en un ladrillo para dar el peso. Era simple matemáticas, un hombre menos, más trabajo.
“¿Para qué tal cantidad de ladrillos?”, rezaba una canción sincasta, “para los demonios del desierto, para la morada del Dragón rojo y para enterrar a los Emperadores.”

Yuldor y Resca agarraron los dos chips del jornal y fueron a tomar agua de burras. La Luna se enseñoreaba del cielo y una suave brisa dulcificó la noche.
Casi todos los esclavos de adobe gastaban una parte de su jornal en las tabernas, lenitivo contra el mal de la vida. Esa noche se presentaba distinta. Rumores que señalaban la presencia de un Errante en la Taberna de Hobs. Hacinados en bancos de madera, decena de sincasta trasegaban alcohol barato, jugaban a los dados, conversaban sin ánimos, algunos peleaban y al final de la noche todos volvían más o menos perjudicados a los barracones. Listos para dormir unas horas y volver a la pesadez de la carga diaria.
Pidieron una jarra y se sentaron en una esquina algo aireada. Al poco se incorporó Rubster, un famoso jornalero, algo mayor que Yuldor y Resca, borracho perenne al que todos respetaban pues había salvado más vidas que cien piedras de ultrametal. Maldecía, no seguía el protocolo, creía en Dioses prohibidos pero producía más ladrillos que diez hombres. “Es sencillo, criajos, cuánto más hago más me pagan y más bebo…” Los que conocían su historia no le creían. Había perdido a sus dos hermanos en sucesivos déficits de carga.

Iba ya bastante borracho, pues lo invitaban en casi todas las mesas, menos en las de los Jefes sincasta, alzados en una mesa elevada sobre una tarima. Se miraban con desprecio mutuo. Aunque estaban unidos por cadenas invisibles.

“Mañana estará la cosa jodida, doble carga, y la arcilla que tenemos viene de Ramai…mala cosa.” dijo Rubster.

“Es una locura, desde el Brujo de Ugai instauró los Requerimientos la familia Imperial actua neciamente…” dijo Resca.

“Tengo un conocido en las Murallas, lo vi durante la última Ceremonia, el mes pasado, dice que Themenos está haciendo una torre gigante en el Bajo Imperio, en Salis”. Dijo Yuldor.

“No creas a nadie de ese gremio, los ladrillos que estamos haciendo son corrientes, ladrillos de muralla, defensivos. Una Torre es distinto.” Dijo Rubster.

Un hombre embozado de negro irrumpió en la Taberna de Hobs. Bajo los faldones de su capa negra asomó la culata de una carabina láser, tecnología rebelde, antigua. Todos los hombres guardaron silencio y ningún vaso se acercó a una boca.
Caminó hasta la barra y el mismo Hobs bajó del altillo para servirle una copa. Todos se miraron extrañados. Los Errantes no bebían, era la primera Ley.
Yuldor se acercó lentamente hasta la barra. Llevaban semanas guardando dinero y había tomado la lógica decisión de escapar. Los Errantes podían sacar a gente. Yuldor miró atrás buscando el apoyo de Resca pero lo encontró con la mirada fija en la mesa y a Rubster completamente borracho. Cuando llegó hasta el Errante pudo ver los tatuajes sagrados asomándole en el cuello y unos ojos astutos y despiadados. Apestaba a vino y bebía sin parar. Miró a Yuldor y en seguida supo que había sido todo un error, moriría en el distrito de los ladrillos y sus huesos acabarían formando parte de una muralla.
El errante vio la bolsita de chips en la mano de Yuldor y se la quitó con violencia. Se giró sobre sus talones y abofeteó a Yuldor y entonces dirigiéndose a todos dijo:
“Que nadie se haga ilusiones, ya os aviso, vais a desear que vuelvan los tiempos de la gran opresión, cuando vuestros hermanos eran segados como el trigo en los campos…no hay esperanza”.
Apuró el vaso y se fue.

Algo crujió en la conciencia grupal de los esclavos del adobe. Mientras la noche seguías su camino.

3
Altoresso

II

Bostrek era el tercer hijo del Barón Andrónico. Todo el mundo lo conocía por ser Arconte de la Iglesia Universal en Thaulis. Quizá por eso sorprendió a todo el mundo cuando el Sínodo lo condeno por herejía y lo vieron subir al cadalso aullando desesperado el nombre de su tercer y amado hijo, Bostrek.
A la edad de cinco años tuvo una revelación cuando arribó al Castillo del Barón un seguidor del Camino. Fue despachado de manera expeditiva y sin embargo marcó por completo el sino de la vida de Bostrek. Convenció a su padre, el Barón, quien a escondidas lo puso bajo la tutela de un preceptor local quien lo instruyó en artes numéricas. Pocos años después el niño había superado al maestro y tras mucho insistir y pese a la negativa de la Baronesa, pues el corazón de Andrónico estaba deshecho de amor, se le concedió una escolta y una nave y partió a los cinco núcleos del Camino para aprender misantrosofia, augurios, imágenes sagradas y ponerse a los pies de profetas, magos y tecnosofistas.

Atenazaba al niño el único destino de hacerse poderoso en sabiduría para optar a la Puerta Melifica que se abría cada diez años en el lago de Ura para revelar a un único aspirante el secreto integrador. El cual por cierto no había encontrado en dos milenios ningún pretendiente digno.
Muerto el niño emergió el sabio y a la edad de veinticuatro años se distinguía por su larga barba enrollada y por sus escritos, los cuales le hicieron merecedor del epitome de El profundo.

Cuando se enteró de la muerte de su padre a manos de la Iglesia hubo de esconderse unos meses, en los cuales descuidó su entrenamiento, pues una partida de inquisidores andaba tras su pellejo. Fueron meses de dolor intenso por la desaparición de su bien amado padre. A poco estuvo de perder la ocasión decenal y pese a que los informes lo colocaban cercado por los Exequtores, dispuso todo para el viaje hasta Ura.
Lo atormentaba su insignificancia, su incapacidad. Muchos maestros concurrían al que decían sería un evento inspirado, los augurios señalaban conjunciones proclives y señalaban la presencia de un pretendiente digno. Desde luego Bostrek no se sentía reflejado en las optimistas expectativas, pues a diferencia de Ulamon, Catronio y Peersen, el no poseía ningún Poder Despertado, no podía hablar con los espiritus de la subrealidad, no podía alterar la materia y tampoco canalizar energías. Su don, si valiera, era haber leído más que nadie y tener mayor deseo que cualquier de escuchar la Voz de la Puerta.

Cientos de Naves atestaban la explanada. Una desértica depresión conducía a un antinatural lago que brotaba de la secura y en medio de la ensenada un promontorio minúsculo en el que aparecería un portal energético en las próxima tres horas. Acompañado por el fiel mayordomo de su padre, ya anciano, y uno de los escoltas familiares, nada menos que un Braxiano, de nombre Hulfo, se mantuvo en relativo anonimato para eludir a una posible presencia inquisitorial.
Encapuchado en la bodega de la nave veía pasar a los grandes candidatos, al musculoso Ulamon, el retorcido Catronio y la enfermizamente atractiva Peersen. Ademas de otros tantos avanzados. Y cientos de anónimos andantes de la senda que difícilmente arribarían al promontorio.
“Dos Exequtores confirmados, maestro Bostrek”. Dijo Hulfo.

Empezó a considerar la posibilidad de esperar otros diez años, quien sabe, quizá en ese tiempo consiga adquirir un Poder Despertado. El mayordomo lo observó meditabundo y espoleado por su experiencia habló: “Vuestra familia está en la ruina, vuestros hermanos para sobrevivir se apretaran en la Iglesia y hasta ellos mismos os darán caza, no os queda dinero para afrontar los costes de vuestra formación y hasta la nave será puesta en embargo, hacedlo hoy o no lo hagáis nunca”.
En ese instante sonaron los tambores.
Salieron al exterior. La puerta resplandecía con una luz prístina. Cientos de aspirantes se lanzaron a la profundidad del valle cada uno según su instrucción, según su herejía, según su fe. Bostrek arrojó su hábito. Y se lanzó.

Nadaban como enloquecidas truchas la milla que separaba la orilla de la puerta. Algunos se ahogaban y por eso lo llamaban el lago de los caídos. Peleaban sin miramientos por alcanzar el promontorio, algunos se daban muerte con violencia y todos los que lo poseían hacían uso de Poder Despertado. Asi se dieron las mayores locuras imaginables, gente que ardia bajo el agua, otros que se derretían como ponzoña licuada, espíritus que agarraban de los tobillos a contrincantes, voces demoniacas que turbaban a los valientes y tras mucho guerrear, regido por una suerte que le era muy familiar, Bostrek, alcanzó la orilla.
Ulamon, Catronio y Peersen elevaban sus manos contra la puerta, un viejo llamado Alnon hincó la rodilla en el promontorio solo para decir “La puerta es una farsa” y morir, y detrás de ellos completamente embriagado Bostrek.
Los Voz de las mil voces comenzó a rugir. Bostrek entendía que era audible por todos pero un tiempo después comprendió que no. Que solo le hablaba a él. Como una consciencia enferma, hecha de mil espiritus, la Voz hablaba.

"De la inanidad venimos para este espectáculo ocasional, ellos la llaman subrealidad, nosotros no. ¿Qué haremos? ¿Dotar a un pequeño de una porción de secreto? ¡qué desperdicio! ¿Quién de estos lo aguantaría? Ya lo sabemos, el gran brujo de Ugai nos ató aquí cada diez años, solo para hacerlos sudar, para aprovecharse de sus trabajosos afanes….¿pero, quien es ese? Jajaa otro fanfarrón, Ulamon, que portento de mierda, y Peersen extasiada de si misma….en fin, cerremos la puerta".
"Oh, un momento, ese de ahí nos escucha. Siii, si que lo hace, venga, démosle una minúscula ventaja, démosle algo con lo que el brujo de Ugai no sepa que hacer….hmmm ¿consciencia completa…..ubicuidad……desdoblamiento…..no, las leyes no lo permiten, pero y si….veo que le gusta leer y si le permitimos leer a la gente, si, eso. Concedido".

La puerta se cerró. El nivel del agua del lago bajó, a tal punto se secó que muchos tuvieron que volver andando por el fondo y ser ayudados para escalar la otrora orilla.
Bostrek abrió los ojos. No lograba entender de donde procedía tan horroroso vendaval si no se movía un arbusto que estaba a su lado. Pero era un viento distinto. Estaba hecho de palabras, no, no de ellas. Estaba hecho de pensamientos.

Pensamientos que procedían de todas partes.