Sí, sé que soy cuenta nueva y que seguramente saltarán todas las alarmas, pero he creado esta cuenta especifica para compartir con vosotros esta historia en la que estoy trabajando.
Cada varios días iré poniendo una parte nueva, con la intención de generar expectación y a su vez leer vuestro feedback. Si os gusta y queréis comentarme algo, estaré encantadísimo de leeros, por aquí o por privado.
¡Gracias!
// PRÓLOGO //
Londres, 1891.
Por primera vez en años, el hospital psiquiátrico de la ciudad abría sus puertas a un investigador privado interesado en la historia de un paciente.
El motivo, lejos de tratarse de un evento inusual, formaba parte de la agenda de un viejo aristócrata interesado en aclarar los hechos ocurridos en un suceso que conmocionó la sociedad londinense años atrás. Y aunque quienes lo conocían creían que lo hacía por disipar los miedos de aquellos que todavía seguían aterrados ante lo ocurrido, la realidad era que su afán por adquirir más renombre entre sus iguales le llevó a cometer el error de sumergirse en un enigma del que no podría salir sin perder la cordura.
Así pues, el experto contratado no encontró resistencia frente a los empleados del lugar. Algunos incluso le ofrecieron una serie de consejos para evitar ser sorprendido ante los internos que caminaban libremente por los pasillos. Pues, a fin de cuentas, se trataba de un centro de reclusión para todo tipo de pacientes con enfermedades mentales, y varios de ellos portaban semillas de ira que brotaban en los momentos más inoportunos.
Encontró al enfermo que le interesaba en una pequeña celda abierta. Lejos de parecer un sujeto atormentado por la locura, se encontró con un hombre sereno, de mirada lúcida e inteligente, que lo saludó con la cabeza y lo invitó a pasar con un gesto de una mano raquítica y temblorosa, que contrarrestaba con el aspecto pulcro y saludable de su rostro.
- ¿Me esperaba? –Dijo el investigador, sorprendido ante la actitud del individuo-
- Ah, pero no hoy. Llevo esperándole muchos años. Suponía que a alguien le interesaría lo que pudiera saber…
- ¿Sabe quién soy?
- Le delata su vestimenta. Siéntese y haga las preguntas correctas, supongo que no ha venido a perder el tiempo, y cada segundo que pasa mi mente se deteriora más. Debe perdonarme si durante su entrevista soy incapaz de recordar algunos detalles.
- No estoy aquí para entrevistarle, señor Wells. -Dijo, mientras se sentaba en una silla redonda de caoba con un respaldo que, sin duda, había visto mejores días- Más bien, estoy aquí para tomar su declaración de lo ocurrido en la mina de Godshield. Únicamente le haré un par de preguntas previas, y tras ellas, me gustaría que usted me dijera todo lo que pudiera recordar de aquel día. Nombres, horas, pequeños detalles que pudiera haber pasado por alto en los días que narró su versión a la policía. Cualquier cosa que le venga a la mente, ¿está conforme?
- Estoy conforme. Pero ha de saber, joven, que algunos secretos están mejor dejándolos descansar en el fondo del abismo. Acepte mi declaración como una advertencia de los horrores que habitan en planos ignotos, y no como una invitación a conocer sobre ellos. Si no quiere verse hasta el fin de sus días en una habitación como esta, recordará mis palabras, y guardará esta información lejos de ojos y oídos curiosos.
- Eso déjelo a mi criterio, señor Wells. Me gustaría hacerle la primera pregunta. Dado que es conocido que los trabajadores de la mina consumían opio durante los descansos, ¿consumió usted dicha sustancia el día de la catástrofe?
- No. Ni ese día, ni ninguno de los anteriores.
- Bien. –El inspector buscó en el bolsillo delantero de su larga gabardina y sacó una libreta de cuero junto a una pequeña pluma y un bote de tinta, que puso sobre una mesa improvisada, y comenzó a escribir- En ese caso, ¿se declara usted completamente lúcido el día y hora del suceso?
- Así es.
- De acuerdo. A continuación, señor Wells, me gustaría que me contara con el máximo detalle posible todo lo ocurrido. Desde el momento en el que bajó a la mina, hasta el momento en el que fue encontrado cerca del río. Durante su declaración evitaré hacer preguntas para evitar distraerle de sus pensamientos, aun así, verá que escribiré en mi cuaderno no sólo todo aquello que vaya diciendo, sino pequeños apuntes para aclarar después. Olvídese de mí durante su testimonio, y concéntrese en aportar toda la información posible. Dicho esto, cuando quiera puede comenzar.
El hombre sentado en la celda pareció marchitarse de pronto, como si evocar los recuerdos de aquel fatídico día lo atormentara más de lo que había manifestado desde que el investigador entrara en la estancia. Pese a todo, se aclaró la garganta, echó los hombros para atrás, y tras coger aire, comenzó a relatar.
- Bien. Empecemos por el comienzo…
