Cómo la cultura española se convirtió en progre: el ejemplo Anagrama
No hay muchos estudios acerca de la tutela cultural que llegan a ejercer algunas editoriales sobre la parte más inquieta de la sociedad; estudios sobre cómo anticipan tendencias y logros sociales, cómo arriesgan en relación a las costumbres del momento e incluso a las leyes vigentes; cómo generan dependencia intelectual en generaciones enteras y acaban funcionando como prescriptoras hasta cierto punto ideológicas. La editorial Anagrama protagonizó en el último cuarto del siglo XX una fabulosa agitación de la vida cultural española, y ya bien entrados en el siglo XXI toca preguntarse cómo ha variado su papel en nuestra sociedad, sobre todo al cumplirse cuatro años desde que su editor y fundador, Jorge Herralde, cedió el timón a un nuevo equipo.
El editor, que acaba de publicar un volumen sobre los entresijos de su oficio hasta el año 2000 ('Los papeles de Herralde', en el propio sello), vivió ese cuarto de siglo donde lo progresista solía escandalizar y lo artístico casi siempre se enfrentaba al discurso dominante o encontraba el desdén oficial o, cuando menos, ensanchaba las conversaciones del momento y las volvía incómodas. De todo ello, quizá, queda muy poco en 2021.
EDIT: me quedo con este fragmento del texto:
los libros de Bukowski parecen cada vez menos cómodos en su catálogo, como ese único amigo íntimo al que le toleramos aún determinados chistes. La edición de Anagrama de 'Lolita', de Nabokov, fue siempre una declaración de intenciones en relación a la sexualidad, y que hacía lógico que se publicaran luego otros libros peligrosos, como 'El fin de Alice' (1996), de AM Homes. Ahora, sin embargo, diríamos que buena parte de los autores y autoras que orbitan alrededor de Anagrama son aquéllos que, de vez en cuando, proponen la prohibición de 'Lolita' por tratarse de un libro que defiende la pederastia (sic), campaña censora que además les evita el enojoso trance de medir su talento con el de Nabokov.