Arráncame
Si te vas, si te marchas así,
arráncame primero
las uñas,
los dedos,
los músculos,
los huesos,
los latidos,
los pensamientos,
y casi todos los recuerdos...
Llévatelos igual que mutilas
los pétalos
de las indefensas margaritas
del parque…
Así no podré salir a buscarte
cuando la puerta aún vibre
enfrascada en su marco
y las llaves tintineen
con la insoportable
melodía de las despedidas
más allá de tu distancia.
Gotas grises y lluvia ligera
La sorda y fina lluvia cae desde el cielo
para oscurecer el tenue gris de las aceras,
también me oscurece los cabellos,
y cala gris en mi piel tocándome los huesos.
En esta misma calle veía de pequeño
cómo esas lágrimas de rutina en vez de pena
resbalaban por la piel y por el rostro
de las paredes amarillas de la iglesia.
Las gotas sobre el techo aún hoy repiquetean…
La iglesia ha cambiado un poco, apenas,
la calle ha mudado sus aires, casi todos,
y de ese niño pequeño… Nada, nada queda.
Me gusta pensar que el cielo sí es el mismo,
que las nubes aún lo recuerdan…
En los tiempos en los que, a un niño pequeño,
las gotas le calaban hasta la médula.
(El amor siempre huele a tierra mojada,
tanto que puede hacerte llorar lágrimas de barro)
Paratesia
En las caricias de las hojas
el rocío guarda sus lagos
hundidos por las huellas
de los pájaros,
y las uñas arañan
las cortezas
de un abrazo,
la noche se hace temprana,
el mañana llega despacio,
parpadean las estrellas,
el sol atrapa los velos
de las plantas del campo…
Suena, canta el barro,
chapotean las nubes, blancas,
primavera, azul verano,
el zumbido de las caderas
de una abeja
me lanza a los brazos
de un atardecer dorado…
Otoño, blanco invierno,
el cielo gris dibuja
las alas de un pájaro
en el desierto
sin voz de mis sábanas.
Entumecer
…Los labios son más hermosos
por lo que podrían decir que por lo que dicen,
he tenido muchas veces esa sensación,
al atravesar el portón de una catedral,
al andar descalzo en la orilla,
al dormir, al soñar, nada más despertarme,
subido en un barco en medio del mar embravecido,
fumándome un cigarro en la calle,
gritando en el silencio atardecido de un bosque…
Nunca es tan intenso como debería ser,
nunca es tan malo, ni tan doloroso, nunca es tan bueno,
tan cristalino, nunca es tan corto, tan largo,
tan necesitado, tan real como debería ser…
Hay momentos en los que parece
que puede llegar a ahogarte, otras veces…
Simplemente está.
Pero sigue ahí, siempre, siempre, siempre,
como un eco que no termina de marcharse,
como un rayo que no se apaga del todo entre las nubes…
Por suerte, incluso las guitarras se quedan en silencio
para que podamos imaginar esas maravillosas melodías,
que nadie tocará jamás sobre ellas…