Doctor, tengo el siguiente problema:
cuando hago el amor con mi mujer, me da la impresión de que no siente nada. Algunas veces incluso se duerme... figúrese!
Eso tiene una explicación científica. Algunas mujeres cuando se excitan se acaloran tanto, que les es imposible sentir nada. Trate de hacerle el amor y abanicarla al mismo tiempo.
- ¡Gracias, Doctor!
Y esa noche así lo hizo, pero cuando atendía al abanico, no atendía a lo otro. Así que contrató a un negro para que la abanicase, mientras él le hacía el amor. - Dale, negro. ¡Abaníca! ¿Sientes algo ahora, mi amor? - No, nada.
- ¡Más fuerte, negro! ¡Carajo! ¿Y ahora, mami?
- Nada, nada...
A ver, negro. Dame para acá el abanico y tu dale a ella.
El negro se pone encima de la mujer y empieza con lo suyo, mientras el marido la abanicaba. - ¿Y ahora, cariño, sientes algo?
- ¡¡¡Siiii... ahora siii... ahhhh...AHHHH...!
- ¿Ves, negro de mierda? ¡Así se abanica!
Se encuentran un inglés, un alemán y un español en una cafetería y toman unas copas juntos. De repente el inglés le dice a los otros: Oye, ese de ahí de enfrente es igualito a Jesucristo.
No, que va a ser Jesucristo.
Que sí, que sí. Pero si es igualito. La barba, la túnica...
Ese de ahí es Jesucristo seguro!
Se levanta el inglés, se dirige hacia el hombre de la mesa y tanto le insiste que ya el hombre le susurra al inglés:
Mira, efectivamente soy Jesucristo, pero, por favo, habla bajito y no se lo digas a nadie porque me vas a formar un escándalo impresionante en la cafetería.
Como los demás se enteren verás...
El inglés loco de alegría le dice: Tengo una lesión en la rodilla que me hice de pequeño haciendo deporte. Por favor, cúrame.
Jesucristo le pone la mano sobre la rodilla y le cura. Y el inglés se va a su mesa y, claro, se lo cuenta todo al alemán y al español.
Se levanta el alemán y va corriendo hasta la mesa de Jesucristo y le dice:
Oye, que me ha dicho mi amigo que tú eres Jesucristo. Tengo un ojo de cristal, por favor cúrame. Jesucristo le pone la mano en el ojo y se lo cura. Entonces el alemán se va a su mesa y se lo cuenta a sus amigos.
Jesucristo empieza a pensar que en breves instantes aparecerá por allí el
español queriendo, como todos, que le cure, pero el tiempo pasa y el español no va. Y entonces Jesucristo, ya mosqueado y picado por la curiosidad, se levanta y se va hacia la mesa donde están los tres y, poniéndole una mano en el hombro al español, le pregunta:
Oye, ¿¿tú por qué no...?
Y el español salta de la silla y apartándose violentamente le dice:
¡¡¡¡¡¡¡¡EH, EH, EEEHHHH!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡SIN TOCAR QUE ESTOY DE BAJA!!!!
ala, que lo disfruteis