Imagine, querido lector, que usted y un buen número de conocidos suyos quieren que una ley se modifique por considerarla injusta. Nuestras leyes permiten que dicha ley pueda ser cambiada, y nos presentan varias vías para conseguirlo:
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Vote ud. a un partido político que lleve en su programa electoral la modificación de dicha ley.
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Pida ud. a un partido político que ya esté en el Parlamento que modifique dicha ley.
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Presente ud. una Iniciativa Legislativa Popular.
La vía número 1 es lenta y difícil. Tendrá ud. que esperar a que haya elecciones, tendrá ud. que encontrar un partido que lo lleve en su programa electoral, y votarle. Dicho partido deberá alcanzar una mayoría absoluta para gobernar y cambiar dicha ley. Si no consiguiera una mayoría suficiente para poder gobernar, pero fuera decisivo para la formación de un gobierno, al menos deberá exigir en su acuerdo de gobernabilidad dicho cambio legislativo.
Ardua tarea, porque si todo ello se pudiese finalmente conseguir, nadie garantiza que el partido al que ud. votó cumpla su promesa de reformar esa ley que ud. considera injusta. De hecho, la experiencia ya nos ha demostrado que aunque haya partidos que llevaban en su programa electoral promesas de reformar leyes injustas, finalmente han cambiado de criterio al llegar al poder.
Pasemos entonces al punto 2, y pida ud. a un partido político que ya esté en el Parlamento que reforme dicha ley. Verá ud. qué risas nos vamos a echar. Porque claro, si esos partidos no llevaban en su programa electoral la promesa de reformar dicha ley… ¿qué le hace a ud. pensar, incauto ciudadano, que ahora iban a cambiar de opinión?
Nos queda entonces sólo el punto 3: Presentar una Iniciativa Legislativa Popular, o ILP. ¿Y eso qué es? Pues eso es un mecanismo, contemplado en nuestra Constitución y nuestras miniconstituciones — los Estatutos de Autonomía — que permite a los ciudanos llevar directamente al Parlamento propuestas de creación o modificación de leyes.
¡Acabáramos! Existiendo la ILP, ¿por qué nos ha soltado este tío toda esta parrafada? Pues para que se ponga ud. en situación, y ya de paso, para que vea ud. lo fácil que es la participación de los ciudadanos en los parlamentos. Veamos.
Pongamos como ejemplo la Comunidad Autónoma de Andalucía. La ley que regula la ILP dice sobre ésta que está inspirada en “el fomento de la calidad democrática mediante la facilitación de la participación de todos los andaluces en la vida política, económica, cultural y social“. Y ahora es cuando debería llegar el sonido de las campanillas y los aplausos.
La teoría es preciosa. La práctica, sin embargo, es todo lo contrario.
Sepa ud. que deberá reunir 40.000 firmas para que su ILP llegue al Parlamento andaluz. Ni 10 ni 1.000, sino 40.000. Es lógico establecer una barrera, pensará ud., ya que de no ser así, los atareados parlamentarios se iban a saturar con tanta petición de ciudadanos que no tienen otra cosa que hacer que incordiar en la relajada vida parlamentaria.
Pues venga, a recoger firmas se ha dicho… aunque claro… pensándolo bien… 40.000 firmas, entre ocho provincias andaluzas… son 5.000 firmas por provincia. Y oiga, a ver a quién conoce ud. en Jaén o en Huelva, porque reunir las 40.000 firmas sólo en la provincia donde ud. vive va a ser un poco complicado.
No obstante, ud. es un obstinado ciudadano y no se va a dejar impresionar por las cifras. Si total, acaba ud. de caer en la cuenta de que tiene un cuñado que vive en Jaén y un amigo que vive en Cádiz. Se les llama y que ellos recojan también unas cuantas firmas. Pues vamos allá ¡Que no decaiga!
Pero no. No es tan sencillo. Sepa ud. que para poder recoger firmas necesita ud. que haya un fedatario. ¿Fedaqué? Fedatario. Que la ley dice que las firmas deben ser autenticadas por un Notario o un Secretario Judicial, y oiga, que creo recordar que su cuñado el de Jaén no es notario…
No se venga abajo, tozudo ciudadano, que hay una solución: ¡Hágase ud. fedatario especial! ¿Que si estoy de coña? No, es totalmente en serio: “Podrán adquirir la condición de fedatarios especiales los andaluces que, en plena posesión de sus derechos civiles y políticos, juren o prometan ante la Junta Electoral autonómica dar fe de la autenticidad de las firmas de los signatarios de la Proposición de Ley“.
Así que ud., y toda aquella persona que se disponga a recoger firmas en cada lugar, deberá acudir a Sevilla, el día que a la Junta Electoral le apetezca, a la hora a la que a la Junta Electoral le apetezca, para jurar o prometer que las firmas serán auténticas. ¿Y eso no se puede hacer de forma telemática o en la ciudad donde vivo? No oiga, no. Y no se queje, recuerde que la ILP se inspira en “el fomento de la calidad democrática mediante la facilitación de la participación de todos los andaluces en la vida política, económica, cultural y social.“
Ánimo, que es posible. Contacte ud. con gente de toda Andalucía, convénzales para que vayan a Sevilla en horario laboral un día laborable, y haga que recojan entre todos 40.000 firmas. En seis meses…
¿Y esto no tiene coste? Pues claro, hombre. Si hay que plasmar 40.000 firmas, habrá que imprimir unos cuantos de miles de papeles, con su correspondiente texto de qué se firma y quién lo firma. Además, no pretenderá recoger 40.000 firmas sin publicitarse algo ¿no? Tendrá ud. que imprimir folletos, propaganda, colocar pancartas en los puntos de recogida, etc. Pero no desespere, tozudo ciudadano, que como la ILP se inspira en “el fomento de la calidad democrática mediante la facilitación de la participación de todos los andaluces en la vida política, económica, cultural y social“, existe una subvención para que ud. recupere el coste de todo el proceso. Eso sí, procure ud. reunir las 40.000 firmas, y que todas sean válidas, porque como reuna ud. 39.999 firmas, la pasta se la queda la Junta, que está la cosa muy malita y alguien tendrá que pagar el cochazo de Susana Díaz.
¡Ah! se me olvidaba. Si ud., tenaz ciudadano, consigue finalmente contra viento y marea esas 40.000 firmas, o incluso 50.000, no olvide una cosa: aunque su ILP sea admitida, si finalmente el Parlamento decide no debatirla — quién se ha creído ud. que es, terco ciudadano, diciéndole a los parlamentarios de lo que hay que debatir — la Junta también se quedará con el dinero de la subvención, por si los ERE.
Si está ud. pensando en solicitar la ayuda de una asociación, olvide la idea. La ILP solo la pueden presentar personas físicas, y por lo tanto el coste de la misma la deben soportar personas físicas.
Venga hombre, no se me venga ahora abajo. Si total, solo hay que buscar gente en toda Andalucía, viajar a Sevilla un día laborable a hacerse fedatario, imprimir unas decenas de miles de papeles, pagar por adelantado y conseguir 40.000 firmas. ¡Ah!, que casi se me pasa: No olvide ud. que sólo pueden firmar ciudadanos inscritos en el Censo Electoral de Andalucía, así que revise ud. bien, no vaya a ser que su cuñado el de Jaén esté inscrito en el censo de Albacete, en cuyo caso su firma sería invalidada. ¿Y cómo sé yo que quien firma está inscrito? No pregunte ud. tanto, que para algo es ud. fedatario.
¿Que se le han quitado a ud. las ganas de presentar la ILP? Pues será ud. un flojo, porque “el fomento de la calidad democrática mediante la facilitación de la participación de todos los andaluces en la vida política, económica, cultural y social” está ahí para quien quiera utilizarlo".
Ahora en serio: Unión Progreso y Democracia ha presentado una ILP para la reforma de la Ley Electoral en Andalucía. UPyD es un partido político, con una organización bien estructurada, con sedes en todas las capitales de provincia y algunas ciudades más, con una capacidad organizativa que jamás podrían tener unos ciudadanos que decidieran por su cuenta presentar una ILP. Pero es que la ILP no está pensada para partidos políticos, sino para ciudadanos, y visto lo visto, creo que no me equivoco si afirmo con total rotundidad que presentar una Iniciativa Legislativa Popular por parte de ciudadanos particulares es una tarea material y humanamente imposible.
Hágase un favor y firme la ILP de UPyD cuando se encuentre una mesa. Aunque sólo sea por conocer a un fedatario, que oiga, no se conoce todos los días.