El último estudio de la Agencia Tributaria sobre el IRPF puso a Elche en el mapa al calificar tres de sus barrios, Carrús, el Toscar y el Pla como los más pobres de España. Las rentas tan bajas en los barrios ilicitanos tienen mucho que ver con la economía sumergida, no tanto por ocultar una riqueza sino por esconder una realidad de precariedad. Dentro de Elche hay una industria camuflada pero conocida por todos, Hacienda incluida.
Cualquier día de la semana, también los domingos, el sonido de las máquinas de coser se escapa entre las persianas a medio cerrar. Miles de mujeres que desde su casa o en talleres, la mayoría clandestinos, hacen que esta industria siga viva. Son aparadoras, un colectivo que no necesita presentación para ningún vecino. Muchos hogares tienen un ingreso extra por una madre, hermana o hija que se gana su jornal en la máquina de coser.
Aun siendo miles de aparadoras en la ciudad no existen muchas fábricas, marcas o rótulos que anuncien sus centros de trabajos. Se trata de una actividad económica basta pero troceada en cientos de talleres que se camuflan con el entorno urbano. Una red que se extiende por los barrios obreros de la ciudad convirtiéndolos en fábricas invisibles.
Son una pieza clave en la cadena productiva del calzado a pesar de llevar casi medio siglo obligadas a vivir en la invisibilidad de la economía sumergida. Para la mayoría de ellas no hay contratos ni sindicatos y tampoco pensiones. Unas desde cocheras mal ventiladas convertidas en talleres, otras trabajando desde su casa mientras cuidan a sus hijos. Zapato a zapato, mujer a mujer, el calzado ilicitano ha llegado a ocupar el 70% del empleo sumergido de toda la provincia de Alicante.
Con las deslocalizaciones muchas empresas se llevaron su producción para zonas de Asia. El volumen de trabajo descendió y la precariedad siguió aumentando. Pero el aparado esquivó el golpe y sobrevivió contra todo pronóstico. La bajada de salarios por la crisis económica ha hecho otra vez rentable el pequeño taller para muchas empresas. A su vez, la falta de oportunidades ha convertido la máquina de coser en una opción, otra vez, para muchas mujeres.
No se puede explicar la industria del calzado sin hablar de la segregación por sexos, la cual ha tenido un papel fundamental en el ocultamiento. La cadena de producción para elaborar un zapato está troceada, se calcula que el 88% del aparado se realiza fuera de las fábricas legales mediante el uso de pequeños talleres clandestinos o el trabajo a domicilio. A su vez, el 80% dentro de todo el volumen del aparado se desarrolla en condiciones de clandestinidad. El ahorro generado por no pagar seguridad social o espacios dignos de trabajo para estas mujeres crea unos beneficios que van a parar a manos de sus verdaderos empleadores: fábricas, marcas e intermediarios.
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La fragmentación de la producción ha generado varias situaciones beneficiosas para la clandestinidad. En primer lugar ha propiciado el surgimiento de empresarios que hacen de intermediarios entre las fábricas y las aparadoras. Estos “repartidores de trabajo” llevan partes de zapatos para ser unidas casa por casa o bien a pequeños talleres que ellos organizan en condiciones de precariedad.
Esta situación ha alejado a trabajadoras de sus empresarios reales, reduciendo la posibilidad de demandas laborales. La subcontratación provoca que la mayoría de las aparadoras casi nunca sepa para que marca, muchas grandes y bien conocidas, está trabajando realmente. Tampoco conoce a sus compañeras, más allá de las 4 o 5 con las que comparte taller, lo que prácticamente elimina sus posibilidades de aliarse en movimientos sindicales.
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Una buena parte de las aparadoras trabaja en su casa y eso convierte los espacios laborales, en este caso los domicilios, en invisibles a ojos de las inspecciones. Según el estudio, un 56,7% no utiliza una habitación reservada para su actividad laboral. El resultado son máquinas de coser y materiales tóxicos, como los pegantes, cerca de la cocina y otros espacios de la casa al alcance de niños. En 2016 un menor tuvo que ser trasladado hasta Valencia en helicóptero con quemaduras en el 70% debido a un incendio.
Entre los problemas de salud relacionados con el oficio hay algunos que se repiten como las lesiones osteomusculares (dolor de huesos, columna, y articulaciones) las cuales afirman padecer un 66,7%. Los problemas psicológicos como la depresión, ansiedad o el trastorno del sueño también se repiten en un 26,7%. Pero si hay una enfermedad conocida entre las aparadoras es la polineuropatía tóxica, conocida como “parálisis del calzado” y producida por el uso imprudente de los adhesivos junto a unas malas condiciones higiénicas.
Pese a que la mitad de las mujeres encuestadas trabajan de 10 a 14 horas en tareas repetitivas (sin contar las horas que dedican las tareas del hogar) y sin recibir un buen salario, la mayoría, un 60%, considera que lo peor de su trabajo es no poseer un contrato laboral. Y es que para las mujeres que trabajan en negro no existe la posibilidad de reconocer ninguna lesión o baja por enfermedad laboral.
Fuente: vice.com
El artículo, como es de vice, mete muchísima propaganda feminista de por medio que he intentado cortar, pero es altísimamente recomendable leerlo entero desde la fuente original (tiene fotos de gente del pueblo y hasta una conocida de la familia) ya que da datos que he omitido por eso, por el cansinismo del "pobres mujeres explotadas en casa y en el curro". El artículo se centra en las mujeres, pero los hombres también están MUY puteados en el calzado. Mi padre sin ir más lejos con casi 60 años tiene que hacer 9 horas de pegar suelas con cola super tóxica y no cobra ni 1000€.
Como ilicitano, como hijo de aparadora y de zapatero, este artículo ayuda a explicar mucho mi visión del mundo porque es lo que he mamado desde pequeño. Estar yo jugando en la cocina a la Nintendo 64 con el ruido de fondo de la máquina de aparar de mi madre y el olor del semen (sí, el pegamento que usan se llama así xD) y ver cómo venía el Paco con la bolsa de plástico más grande que yo llena de zorros, muestras, tacones, suelas, lenguas... para que mi madre se las montase.
Joder, mi primer trabajo (en negro, con 16) fue "figurando" un verano en la fábrica que trabajaba entonces mi madre, 8 horas de pie en el mismo sitio por 400€. Ahora mi madre ha sido operada del túnel carpiano en ambas manos, tiene otro montón de problemas de salud derivados de ser aparadora (y eso que lo dejó hace ya unos años por salud y por falta de curro) y está en proceso de que le den una invalidez.
En el artículo se trata un poco de refilón, pero quizá uno de los mayores problemas aparte de la precariedad, es el tema de los empresarios. Tanto mi madre como mi padre han tenido historias y broncas con los empresarios: a mi madre el jefe las despidió a todas las de la fábrica intentando engañarlas para que firmaran un finiquito ficticio y no pagarles ni aceptarles el tiempo de contrato. 3 años de juicios al final les han dado la razón, pero el empresario es "insolvente" y ha pagado el FOGASA, aunque sigue teniendo una nave en el mismo sitio, con distinto nombre, y trabajando. Mi padre ha empezado a cobrar ahora en Enero lo que tiene atrasado desde hacía ya 4 meses, con los dolores de cabeza que le ha supuesto a mi madre ya que, aunque yo les ayudo económicamente, han tenido que sacar de "la hucha" para pagar las facturas, comida, etc. estos meses. El jefe les decía que no había dinero pero se fue con su hijo de viaje a Paris para celebrar la luna de miel del mismo. Y mucha gente se ha pirado de la empresa, sin cobrar, durante estos meses; mi padre ha aguantado porque a su edad ya no volverá a encontrar curro.
La gente cuando vió lo de Hacienda diciendo que 3 barrios de la ciudad eran los más pobres de España (yo vivía en Carrús hasta los 12) montaba en colera, por orgullo, porque sabían perfectamente que eso era así porque todos curraban en negro. Elche es una ciudad que es tan pobre que el centro comercial que tiene, pegado a un Corte Inglés, no hay fin de semana que no esté abarrotado hasta los topes. O que el centro no tenga todas las terrazas de bares y heladerías llenas a la hora que vayas.
En Elche hace medio siglo hasta el más tonto, con 4 duros, se montaba una fábrica de calzado y se levantaba 100k fácil al mes. No es de extrañar que el Parque Industrial de la ciudad tenga las empresas españolas más grandes de textil: Pikolinos, Xti, Kelme, Panama Jack... pero el dinero se quedaba siempre en los de siempre. Al resto, migajicas.
Y ahora los que ya no pueden vivir ya del calzado, viven de las rentas de alquilar a precios desorbitados locales, o tenerlos cerrados pillando polvo (yo llevo 10 años "mirando locales" y puedo asegurar que hay algunos que por no bajar 200€ el alquiler de lo que pedían a lo que ofrecíamos, aún están cerrados).