Respuesta de Arturo Pérez Reverte a un joven guipuzcoano.
EL SEMANAL
"Eres joven y guipuzcoano, según deduzco por tu carta y el remite.
Escribes como lector reciente de la última aventura de nuestro amigo Alatriste,
contándome que es el primer libro de la serie que cae en tus
manos. Te ha gustado mucho, dices, excepto el hecho «poco riguroso» y
«poco creíble» de que una galera española estuviera tripulada por soldados
vizcaínos que combatían al grito de Cierra, España; en referencia a la
Caridad Negra, que en los últimos capítulos combate a los turcos, en las
bocas de Escanderlu, llevando a bordo a la compañía del capitán Machín de
Gorostiola. Y añades, joven amigo - lo de joven es importante -, que eso
no disminuye tu entusiasmo por la historia que has leído; pero que el
episodio de los vizcaínos te chirría, pues parece forzado. «Metido con
calzador - son tus palabras - para demostrar que los vascos (y no los
vascongados, don Arturo) estábamos perfectamente integrados en las fuerzas
armadas españolas, lo que no era del todo cierto.»
Son las siete últimas palabras del párrafo anterior las que me hacen, hoy,
escribir sobre esto; la triste certeza de que realmente crees en lo que
dices. Te gusta la novela, pero lamentas que el autor haga trampas con la
Historia real; la auténtica Historia que - eso no lo cuentas, pero se
deduce - te enseñaron en el colegio. Así que, con buena voluntad y con el
deseo de que yo no cometa errores en futuras entregas, me corriges.
Debería, a cambio, escribirte una carta con mi versión del asunto. El
problema es que nunca contesto el correo. No tengo tiempo, y lo siento.
Esta página, sin embargo, no es mala solución. La lee gente, y así quizá
evite otras cartas como la tuya. De paso, extiendo mi respuesta a la
cuadrilla de embusteros y sinvergüenzas de los sucesivos ministerios de
Educación, de la consejería autonómica correspondiente, de los colegios o
de donde sea, que son los verdaderos culpables de que a los diecisiete
años, honrado lector, tengas - si me permites una expresión clásica - la
picha histórica hecha un lío. Machín de Gorostiola es un personaje
ficticio, como su compañía de infantería vizcaína. En efecto. Pero uno y
otros deben mucho al capitán Machín de Munguía y a los soldados de su
compañía, «la mayor parte vascongados», que, según una relación del siglo
XVI conservada en el Museo Naval de Madrid, pelearon como fieras durante
todo un día contra tres galeras turcas, en La Prevesa.
En cuanto a lo de Cierra, España, ni es consigna franquista ni del Capitán
Trueno. Quien conoce los textos de la época sabe que, durante siglos, ése
fue usual grito de ataque de la infantería española - en su tiempo la más
fiel, sufrida y temible de Europa -, que en gran número, además de
soldados castellanos y de otras regiones, estaba formada por vizcaínos;
pues así, vizcaínos, solía llamarse entonces a los vascos en general, «a
veces cortos de razones pero siempre largos de bolsa y espada».
Y guste o no a quien manipuló tus libros escolares, amigo mío, con sus
nombres están hechas las viejas relaciones militares, de Flandes a
Berbería, de las Indias a la costa turca. Los oprimidos vascos fuisteis -
extraño síndrome de Estocolmo, el vuestro - protagonistas de todas las
empresas españolas por tierra y mar desde el siglo XV en adelante. Ése
fue, entre otros muchos, el caso de los capitanes de galeras Iñigo de
Urquiza, Juan Lezcano y Felipe Martínez de Echevarría, del almirante
Antonio de Oquendo, su padre y su hijo Miguel, o de tantos otros
embarcados en las galeras del Mediterráneo o en la empresa de Inglaterra.
Las relaciones de Ibarra, Bentivoglio, Benavides, Villalobos o Coloma
sobre las guerras del Palatinado y Flandes, los asedios, los asaltos con
el agua por la cintura, las matanzas y las hazañas, las victorias y las
derrotas, hasta Rocroi y más allá incluso, están salpicadas de tales
apellidos, sin olvidar las guerras de Italia: en Pavía, por ejemplo, un
rey francés fue capturado por un humilde soldado de Hernani, en el curso
de una acción sostenida por tenaces arcabuceros vascos. Y te doy mi
palabra de honor de que aquel día todos gritaron, hasta enronquecer,
Cierra, España: voz que, en realidad, no tenía significado ideológico
alguno. Sólo era un modo de animarse unos a otros - eran tiempos duros-
diciéndole al enemigo de entonces, fuera el que fuera: Cuidado, que ataca
España.
Así que ya ves, amigo mío. No inventé nada. El único invento es el negocio
perverso de quienes te niegan y escamotean la verdadera Historia: la de tu
patria vasca - «La gente más antigua, noble y limpia de toda España»,
escribía en 1606 el malagueño Bernardo de Alderete - y la de la otra, la
grande y vieja. La común. La tuya y la mía."
Arturo Pérez Reverte.