El presunto autor del crimen de la calle Porcell conoció a la novia de la víctima por internet
La Policía no ha tardado ni 48 horas en resolver el salvaje asesinato de José Luis Hernández Gil, el joven de 28 años que apareció cosido a puñaladas en la medianoche del sábado en un portal de la calle de Juan Porcell, en el Casco Histórico de Zaragoza.
A media tarde de ayer, los agentes del Grupo de Homicidios detuvieron a un hombre, cuya identidad y edad todavía no se ha hecho pública, como presunto autor del crimen. El arresto se llevó a cabo en una vivienda de la calle de Louis Sallenave, junto al parque de Pignatelli.
Según pudo saber este periódico, el presunto criminal tiene su domicilio habitual en Asturias, pero desde hace unos días se encontraba en la capital aragonesa, adonde se había desplazado con la única finalidad, a tenor del resultado, de matar a José Luis Hernández.
Una obsesión patológica pudo ser el desencadenante del homicidio. De hecho, parece que el detenido conocía a la víctima por ser el novio de una joven zaragozana con la que había contactado a través de internet. La relación parece que se limitaba a correos electrónicos y chateos en la red. No obstante, por razones que se desconocen, el homicida decidió desplazarse hasta Zaragoza. Probablemente, para conocer en persona a la chica.
Durante el tiempo que pasó en la ciudad, se ignora qué relación entabló el criminal con la pareja, o incluso si llegó a tratar directamente con ella. Sin embargo, tenía el número de teléfono del fallecido y fue éste el medio que empleó para tenderle una trampa y conducirle hasta el escenario del crimen. Mediante sucesivos mensajes de texto, lo fue llevando hasta el número 10 de la calle de Juan Porcell, donde finalmente acabó con su vida.
Un ataque brutal y sorpresivo
Según pudo saber este periódico, el fallecido presentaba entre 18 y 20 puñaladas repartidas por todo el cuerpo, especialmente en el abdomen y en la cara. Todo apunta a que el ataque fue sorpresivo, porque el cadáver de la víctima no presentaba señales de defensa. El joven era además corpulento, lo que debió llevar a su agresor a atacarle por la espalda, donde se localizaron varias de las heridas. De momento, se desconoce si se ha recuperado el arma, pero sí se sabe que era de grandes dimensiones.
El testimonio de un testigo y la colaboración de la novia del fallecido pueden haber sido decisivos a la hora encauzar la investigación policial. Durante su corta estancia en Zaragoza, el detenido se había alojado primero en un hostal, pero en los últimos días residía en una vivienda del número 3 de la calle de Louis Sallenave, junto al paseo de Cuéllar.
Los investigadores se presentaron sobre las cuatro de la tarde de ayer en ese piso, donde sorprendieron al presunto homicida. La Policía temía que pudiera haberse dado a la fuga, pero lo encontraron en una actitud tranquila.
El arrestado fue trasladado a las dependencias de la Brigada de Policía Judicial para ser interrogado. Mientras tanto, otro grupo de agentes pasó unas tres horas registrando la vivienda en busca de pruebas incriminatorias, como ropa manchada de sangre o el arma homicida.
El registro practicado por los funcionarios fue minucioso en la vivienda -los investigadores salieron varias veces en busca de material: linternas, etc- y también en la calle, en la que incluso se inspeccionaron varios contenedores de basura.
Los vecinos del inmueble donde se produjo el arresto y posterior registro se sorprendieron al conocer que se había llevado a cabo una detención y que estaba relacionada con el homicidio perpetrado en la noche del sábado.
Tampoco se enteraron de lo sucedido los residentes en el número 10 de la calle de Juan Porcell, donde fue asesinado. Nadie oyó gritos ni peticiones de auxilio, lo que refuerza todavía más la hipótesis de que el asesino atacó por sorpresa a la víctima y que ésta no pudo reaccionar.
Una pareja encontró su cuerpo, todavía con vida, cuando yacía, en medio de un gran charco de sangre, en las escaleras de entrada del inmueble. El personal médico de una uvi móvil del 061 intentó reanimarle. Sin embargo, las múltiples puñaladas que presentaba desencadenaron su muerte.
José Luis Hernández Gil, tenía 28 años, llevaba una vida normal y trabajaba en el sector bancario en Zaragoza.