El viejo debate sobre Al Ándalus y su hipotético encaje en la historia del Estado español. El hecho de que la historiografía españolista siga discutiendo sobre el papel del propio Al Ándalus es ejemplo de la imposibilidad histórica de engarzar un proyecto nacional español.
Este debate parte de las siguientes premisas:
1º España es algo más que un Estado creado hace unos dos siglos, es una nación.
2º Andalucía no es sino una parte de esa nación. Su historia no es más que una “historia regional”. No es fruto de un proceso histórico propio, sino parte de un conjunto nacional más amplio (España).
De ahí que desde la historiografía oficial hayamos escuchado muchas veces la afirmación, tan evidente como falaz, de: “Al Ándalus no es Andalucía”. Evidente, porque hay unos elementos de discontinuidad manifiestos entre ambas realidades históricas que no es necesario señalar aquí. Falaz, porque oculta una segunda parte de la afirmación que no se pronuncia: “Al Ándalus no es Andalucía porque Al Ándalus es España”. Esta segunda parte no suele expresarse tal cual, pero se explicita en un discurso que iguala la presencia andalusí en distintos puntos de la Península -Córdoba y Gijón, por ejemplo-, para negar Andalucía como formación social históricamente determinada, subsumiéndola a una pretendida historia española. De esta forma, la afirmación “Al Ándalus no es Andalucía” se ha utilizado para negar el enorme peso en la formación social andaluza del periodo andalusí. El debate sobre si Al Ándalus ha de considerarse más o menos español implica la negación del Al Ándalus andaluz. Un ejercicio de negación que sólo se explica como correlato necesario para un ejercicio de afirmación españolista.
Siendo la andalusí una formación social de extensión territorial muy variable (como lo eran todos los reinos del Mediterráneo y de Europa en la Edad Media), reúne unas características específicas que para el Pueblo Andaluz hablar de la sociedad andalusí sea, en cierto modo, hablar de sí mismo.
Hay distintas razones que justifican este peso de Al Ándalus en Andalucía, que es incluso reconocido -en ocasiones- por la historiografía oficial:
1º Razones cronológicas: La presencia de Al Ándalus en la actual Galicia, en Navarra o en la Cataluña pirenaica no alcanza, en el mejor de los casos, el siglo. Cualquier lugar de la actual Andalucía fue andalusí durante al menos 500 años. Otras, durante casi 800.
2º Razones geopolíticas: tal y como afirma Taylor: “Las capitales han llegado a representar simbólicamente a sus Estados, con una serie de construcciones arquitectónicas distintivas”. Las capitales de Al Ándalus -en la Córdoba Omeya (siglos VIII-XI), en la Sevilla almorávide y almohade (siglos XII-XIII) y en la Granada nazarí (siglos XIII-XV)-siempre han estado al sur de Sierra Morena. La capital de Al Ándalus era el lugar desde el que se establecían impuestos, se dictaban leyes, se ordenaban ofensivas militares en Al Ándalus y donde residía el juez (cadí) mayor. Y todas las capitales andalusíes estaban en la actual Andalucía. La importancia de la ubicación geográfica del centro político, administrativo, judicial y simbólico de Al Ándalus no es poca.
3º Razones económicas: durante el emirato y el califato independientes, la administración y recaudación de impuestos estaban fuertemente centralizadas en la capital andalusí y las coras al sur de Sierra Morena eran las que sostenían con sus impuestos la mayoría de los gastos fiscales del gobierno.
4º Razones administrativas: la división administrativa también fue diferenciada. Mientras en la actual Andalucía y algunos espacios limítrofes la organización territorial se divide en coras -que indican una organización territorial más consolidada-, en Toledo, Badajoz o Lerida no existen coras, sino que es una ciudad (y los contingentes militares acantonados en la misma) la que articula la organización territorial. Ciudades cuyo gobierno, de carácter más militar que civil.
Desde Abd al-Rahman I, se fragmentó al-Ándalus en dos grandes unidades geográficas. Una era la kura, una división administrativa básica, capitalizada en la madina y gobernada por un qa´id. Cada kura podía fragmentarse en aqalim (distritos), centralizados en los husûn, que se subdividían en ayza (partidos). Otra unidad territorial era el tagr, una marca fronteriza con los Reinos cristianos del norte. Se pudieron diferenciar al menos tres tugur en época califal: al-tagr al-aqsa (Frontera Superior o Marca de Zaragoza), al-tagr al-wasta (Frontera Media o Marca de Toledo) y al-tagr al-garbi (Frontera Occidental).
Con la llegada y ocupación de los almorávides, según el geógrafo hispanomusulmán al-Idrisi, se mantuvo la división territorial en kuwar y se respetaron sus funciones político-administrativas. Destacó en sus textos las circunscripciones provinciales de Sevilla, Córdoba, Jaén, Málaga, Granada y Silves (Niebla). Asimismo, describió las vías de comunicación que las enlazaba y determinó su origen en las antiguas viae tardorromanas.
Con los almohades, se trasladó la capital a Sevilla y, según el geógrafo Ibn Said al-Maghribi, se dividió el territorio en los reinos de Córdoba, Sevilla, Málaga, Jaén, Granada y Almería. También reordenaron y fortificaron el territorio para defenderse de la amenaza cristiana.