Aún me acuerdo del día en el que mi padre me llamó para hablar sobre mi herencia. Hizo que me sentara en una silla y, poniendo una mano sobre mis hombros me dijo:
"-Hijo mío, algún día todo lo que ves será tuyo.
-Pero papá-le dije yo- estoy más ciego que un topo.
-Y yo -dijo mi padre- soy más podre que una rata."
Bueno, ahora en serio, de mis padres lo más probable es que herede una serie de inmuebles agrarios de cultivo oleícola (en castellano, olivos) con una extensión de 600 Ha (6 kilómetros cuadrados), con un total de 150000 olivos y una producción media de 3 millones de kilos de aceituna. Hace tiempo mis padres y yo estuvimos hablando con un tasador, el cual estimó el valor de la propiedad alrededor de los 8 millones de euros.
Propiedad aparte y, de acuerdo con el cambio de euro a pesetas (cuando la compraron por 315 millones de pesetas), a día de hoy nos encontramos con una plusvalía que sobrepasa los 6 millones de euros. De acuerdo a la ley actual sobre el impuesto de sucesiones (hay que tener en cuenta que soy del peor lugar en España a la hora de heredar, Andalucía) tendría que pagar un total de 2,5 millones de euros. Así que lo más probable es que tenga que malvenderlo todo para hacer frente a esa deuda. ¡Puta vida!