A cuento de: http://invdes.com.mx/medio-ambiente/1999-por-que-debe-importarnos-que-los-caracoles-esten-desapareciendo.html
Aviso: Topic de política y medioambiente, 2 en 1
Los caracoles, al igual que los anfibios, las aves, las abejas y otros muchos organismos, son bioindicadores sensibles a la calidad de los medios naturales. Y actualmente los tenemos a todos contra las cuerdas.
Contaminación y tóxicos acumulativos en casi todas las cadenas tróficas, estadísticas de cáncer disparadas a nivel mundial, temporales y clima más inestable que nunca, extracción de recursos hasta el agotamiento del medio, tasas de retroalimentación y regeneración de los ecosistemas en negativo incapaces de recuperarse... La lista de daños es enorme.
Somos como un virus, pequeños en comparación a la escala del planeta, pero con un impacto constante de crecimiento exponencial sobre el medio. Y toda población natural que alcanza el límite de sus recursos o eleva el nivel de toxicidad del ecosistema hasta que es inviable, está condenada a dos opciones: la gran criba o la gran extinción.
Pero la pasividad que demostramos ante este hecho, algo que cada vez vemos más cercano pero por lo que no acabamos de tomar un objetivo claro, es la misma pasividad que tenemos con el compromiso de las decisiones políticas: nos vemos como ese pequeño virus, diminutos, impotentes ante la inmensidad del conjunto. Creemos que nuestras acciones no tienen un impacto directo en el conjunto global por un efecto de dilución contracorriente. Sin darnos cuenta de que hasta el organismo más pequeño, si obra de forma coordinada y en el mismo sentido, puede crear un fallo multiorgánico en el sistema y tumbarlo irremediablemente.
El medioambiente y la política vienen unidos de la mano, por mucho que los mercados, la economía y los medios informativos manipulados nos hagan creer lo contrario. La visión actual es que la política es dinero y el medioambiente de hippies, algo no solamente erróneo, sino patético y superficial, que refleja la escasa cultura y educación ambiental que tenemos. Cuando en realidad las decisiones políticas y ambientales comparten un tronco común fundamental: la forma en que nos relacionamos entre nosotros y con el mundo entero. No se puede manejar el dinero ignorando el suelo que te lo da y lo genera para tí, ni tampoco podemos recuperar los ecosistemas sin el dinero y los recursos que gestionan unos pocos.
España ahora mismo es un claro ejemplo de todo esto: vamos camino de unas terceras elecciones, con 4 partidos que siguen empeñados en mandar el mensaje de unión y de que se necesitan, pero que en la práctica no colaboran y sólo miran su propio culo sin ceder en nada ni acordar un punto intermedio. Y esos votos los hemos generado todos. Y esos enfrentamientos continuan en los bares y en internet, ignorando totalmente lo que debería de ser una política colaborativa en favor de un mundo mejor donde vivir, de un planeta donde podamos convivir con un futuro más o menos estable y seguro. Sin más, ni menos. Pero si no respetamos ni el suelo, ni los mares, ni el aire donde vivimos, ¿cómo vamos a respetar opiniones y creencias diferentes? Suena utópico, pero sin sueños no hay progreso. Y actualmente necesitamos un cambio en esa forma de progresar, tanto en economía, gestión de recursos, tolerancia, respeto...
Tal vez sea mucha reflexión y análisis para una noticia sobre... caracoles. Pero también es posible que la forma en que ignoramos los detalles de nuestro mundo nos esté condenando a un futuro muy duro para las generaciones venideras.
Porque todos alguna vez nos hemos asombrado de niños con algo tan simple como un caracolillo: ese momento curioso en el que hacemos lo mismo que ellos y coincidimos en la hierba mientras sale el sol después de una tormenta para ver el arcoiris y disfutar de la humedad y el frescor.
Las triste realidad, es que si este mundo sigue así, no habrá caracoles, ni frescor, ni un mundo verde que llene los recuerdos y la esperanza de los niños del futuro. Si seguimos así, sencillamente, perderemos todo por lo que merece la pena luchar. Dicen que el ser humano solamente cambia al borde del precipio, cuando estamos al límite. Aunque para ese momento ya hayamos pagado un precio difícil de olvidar que nos reenfoque a evolucionar por un camino diferente, como personas y como sociedad.
La pregunta que me queda y la respuesta que más miedo me da, es: ¿qué tendrá que sacrificar la humanidad para darse cuenta de que debemos cambiar de forma de pensar y actuar? Estoy seguro de que lo descubriremos, si no nuestra generación, una o dos generaciones más a lo sumo. Tiempo al tiempo...
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Consejo: Este hilo puede tomar muchos rumbos diferentes, de vosotros depende. Respira profundo un par de veces antes de contestar a alguien y asegúrate de que lo que escribes merece la pena. Personalmente con este tocho ya he dado mi opinión.