En el país del vicio, donde el gran ogro Charo habitaba... había un duendecín saltarín llamado Ulloa del Prado...
Ulloa del Prado iba todas las noches de planeta en planeta, mendigando por deuterio y saltando con tanta cafeína en sus venas que no pasaría el control ni para entrar a ver un mitín de Aznar...
Pues un día, a nuestro querido duendecín saltarín le dieron un ordenador que no funcionaba... y fue puerta por puerta por el gran castillo preguntando quién tenía un ordenador parecido... y -¡oh cuál fue mi sorpresa!- cuando el duendecín Ulloa llamó a mi puerta:
-toc, toc.
Y yo respondí: -¿Quién es?
-El duencín saltarín Ulloa...
-Adelante, adelante.
Y entre salto y salto desmontó mi ordenador... probó una pieza que resultó que estaba bien... y volvió a montarlo...
-Gracias amable señor -respondió el duendecín-.
Y yo repliqué -de nada.
Y al paso de las horas, cuando volvía de un duro día de trabajo en La Escuela para Niños sin Nada Mejor que Hacer... endendí mi ordenador y mi puse a ver una serie muy bonita....
Y al cabo del rato mi ordenador no funcionaba...
-¿Qué pasará? -me preguntaba yo asombrado.
Y vino mi dulce compañero de cama, DvD, y dijo -¿por qué no miras lo caliente que está?
Y al comprobarlo -¡oh grata sorpresa!- descubrimos que mi pequeñín estaba a 110 grados de temperatura.
¡Qué recuerdos de ese momento! ¡Qué sensaciones! ¡Qué felicidad embriagaba mi cansado cuerpo!
Y destripando a mi pobre ordenador mi querido compañero descubrió que al pequeño Ulloa del Prado se le había olvidado conectar el ventilador...
¿Moraleja?
Nunca dejes que otro duende meta mano a algo querido para ti.