Los vecinos de la calle Príncipes de España, 15, en el municipio madrileño de Coslada, apenas comieron este sábado, en vilo por un suceso que, afortunadamente, acabó en final feliz. Un hombre de 43 años de nacionalidad rumana, se atrincheró con sus dos hijas, amenazando con matarlas, después de que su pareja presentase una denuncia contra él por violencia de género y le pidiese el divorcio. Tras más de siete horas de negociaciones, se entregó y la Policía Nacional lo detuvo acusado, en principio, de los delitos de detención ilegal, malos tratos y secuestro, por los que le podrían caer entre seis meses y dos años de cárcel.
Sobre las 11 de la mañana, cuando los agentes acudían a su domicilio a detenerle, el varón se encerró en el piso en el que residía la familia con sus dos hijas, a las que amenazó con matar con un cuchillo si alguien se atrevía a cruzar la puerta. Una de ellas, la pequeña, Sara, de 12 años, logró escapar saltando a la terraza de la casa de al lado descalza, en pijama y poniendo su vida en peligro, ya que la vivienda está en un 10º piso. La mayor, Miriam, que ayer cumplía 15 años, permaneció con su padre a la fuerza en el domicilio hasta pasadas las 18.00 horas, cuando fue liberada sin resultar herida.
Al lugar se desplazaron numerosos efectivos de la Policía Nacional -incluidos negociadores-, de la local, de los GEO, del Summa y de los Bomberos, que tuvieron que intervenir después de que el hombre intentase hacer volar el edificio. Llegó a abrir las bombonas de butano y los bomberos, según confirmó la Policía, tuvieron que poner en marcha un sistema para captar la fuga y evitar que el edificio explosionara. Todos los vecinos del inmueble tuvieron que ser desalojados por prevención y no pudieron volver a sus casas hasta pasadas las 19.00 horas.
La mujer, de 39 años, según contó a este diario Elena, una amiga, sufría violencia de género desde hace años. «Ya era mucho tiempo sufriendo malos tratos psicológicos», contó. ¿Y físicos? «Al menos un par de veces», añadió la mujer, con los ojos rojos y llorosos. Ella fue de las primeras que pudo abrazar a la madre de las niñas una vez estuvieron a salvo. «Me ha dicho que al fin ya es libre», expresó la amiga.
«Él estaba un poco loco», contaba también otra mujer, conmocionada por el suceso, que dijo conocer a la familia bastante bien, aunque otros vecinos defendían que era un tipo normal, tranquilo. «Los dos hermanos son muy buena gente, de los pocos integrados que hay por aquí y que no están metidos en líos. Son súper sociables. No da el estereotipo de lo que ha hecho. Al parecer la denuncia ha sido el detonante», contaba Quique horas antes de que el padre se entregase. Según detalló, la familia llevaba en Coslada unos 20 años viviendo.
"NO LO ESPERÁBAMOS"
«Se les veía bien, unidos. Nunca han dado problemas», puntualizaba a su lado Juli. «Nos ha sorprendido. No lo esperábamos. No bebe ni nada», añadía en el mismo grupo Rosa sobre el detenido, al que podrían imputársele también otros delitos, como amenazas de muerte a las niñas y tentativa de homicidio.
En el bar La Tapita, a escasos metros del edificio donde residía, se le veía antes con frecuencia. «Hace tiempo que no viene, pero le conozco vista. Era muy tranquilo. Y no tomaba alcohol, solo café. Pero en el interior de la casa nunca se sabe..», decía Alexandra, la dueña del bar.
En la misma línea se expresaban varios compatriotas, que estuvieron apostados durante horas tras el cordón policial pendientes de la última hora. «Llevaban una vida normal. No bebía alcohol», señalaron Mario y Christian. «Le ha debido entrar depresión o algo así. Se ha puesto nervioso porque la mujer quería el divorcio, pero era tranquilo. Yo le veía siempre de paseo con las niñas. Pero, claro, en su casa quién sabe qué problema tendrían», apuntó Nicolás.
Muchos de los vecinos del mismo bloque apenas se relacionaban con la familia. «No les conocíamos más allá de los buenos días, buenas tardes», afirmaron María y Julián, que viven en el bajo del número 15. Ellos se quedaron con la mesa puesta en casa cuando, a las 14.30 horas, la Policía les avisó que tenían que desalojar el edificio ante la amenaza de voladura. «Estamos por aquí picando algo, pero la verdad es que con un caso como éste no se tiene mucha hambre. Verla a ella esta mañana destrozada...», añadía María.
A primera hora de la tarde, otros vecinos del bloque, de avanzada edad, aguardaban sentados en unas sillas de camping que les habían prestado. «Era un vecino que no se paraba nunca. Viven aquí de alquiler. Casi nadie les conoce», decían sin querer dar sus nombres, como otro residente, que llegó a tener un enfrentamiento con el detenido. «Es un hombre alto, fuerte. Le conozco. He discutido con él». ¿Y eso? «Un día porque se metió con el jardinero. Fuimos a su casa y yo no sé si es que bebía o es que tiene carácter, pero... ¡hostias!», señaló el hombre sin querer dar más explicaciones.
Hasta un centenar de vecinos se apostaron en la calle durante horas, expectantes por el final. Cuando cerca de las 19.00 horas, la Policía se llevó detenido al padre y la madre y las niñas se reencontraron, se escucharon sus aplausos. Poco después, la Policía levantó el cordón policial y madre e hijas salieron de la ambulancia donde les prestaron atención psicológica. Varios vecinos se abrazaron a ellas. «Ahora, que le eche valor para tirar para adelante con sus hijas», se oyó decir.