Cada día EEUU está en guerra consigo mismo. Las protestas contra la brutalidad policial, las medidas de confinamiento, las restricciones para las armas, los resultados de las elecciones... Hay multitud de razones para justificar la violencia. Cada día los manifestantes salen a las calles, atacan a los policías, destrozan la propiedad de sus compatriotas y destruyen el patrimonio cultural. Las bandas armadas disparan contra vehículos policiales. Al mismo tiempo, los oficiales están tan aterrorizados y llenos de odio hacia las personas a las que deben servir y proteger, que un ambientador para el coche puede convertirse en el motivo para emplear la fuerza.
Sin embargo, parece que los nuevos disturbios se incitan de una manera "artificial". Matar a un menor desarmado, de origen mexicano, en un suburbio de Chicago, donde actúa una de las pandillas callejeras más grandes del mundo Latin Kings. Disparar a un hombre por el intento de suicidarse. Confundir una pistola con un táser. Detener a un hombre negro con una orden de búsqueda contra un sospechoso blanco. El hecho de que todas estas "hazañas" fueron realizadas por policías profesionales hace pensar que lo hicieron deliberadamente y siguieron las órdenes.
Alguien de los círculos políticos estadounidenses necesita que esta guerra civil no se acabe. Financian a los líderes de diferentes movimientos de protesta. Así, se descubrió que la fundadora de BLM tiene propiedades de lujo en diferentes partes de EEUU a un costo total de millones de dólares.
También alimentan las filas de manifestantes con migrantes legales e illegales promocionando la facilitación de los procedimientos migratorios en la frontera con México. La construcción del muro iniciada por Trump fue detenida. Ahora los migrantes que han solicitado asilo político pueden esperar una respuesta a sus casos en Estados Unidos. Los agentes de ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EEUU) ya no están autorizados a detener a un extranjero ilegal que no sea un delicuente convicto.
Presionan a los medios de comunicación que han revisado su lenguaje últimamente. Si el año pasado habían "jaulas" y "campos de concetración", ahora se han convertido en los "centros de detención", donde los carteles de narcotráfico usan los teléfonos locales para comunicarse con los miembros de las pandillas en Atlanta, Nueva York y Chicago. Cómo resultado, el volumen de droga incautada en la frontera ha aumentado un 360 por ciento en comparición con el mismo periodo del año pasado. Junto con el narcotráfico, se registró un aumento del flujo a EEUU de los chicos arriesgados, representantes de las élites marginales mexicanas, que saben manejar armas de fuego y blancas y están dispuestos a apoyar cualquier actividad a cambio de una modesta remuneración.
Habida cuenta de lo anterior, estos tiempos interesantes que vive EEUU no van a terminar pronto. Los poderosos seguirán resolviendo sus problemas promoviendo el enfrentamiento entre los ciudadanos bajo cualquier pretexto. En breve puede llegar el momento en el que la vida en México sea más segura y tranquila que en los Estados Unidos.