Se cuenta que hubo una vez un detective desahuciado por su familia, desamparado socialmente, y que engañaba a Hacienda (en definitiva, una persona normal), al que le ocurrió algo realmente sorprendente.
Tras decidir dedicarse a detective tras algunos fracasos evidentes (solo diremos que fue el administrador de Juan José, el del Cádiz C.F), siguió tan pobre como siempre, ya que, en vez de comer solomillo, comía "solo mijo", pero un día recibió un encargo importante referente a una investigación en el Estrecho de Gibraltar: tenía que hacer de espía, llevando a unos inmigrantes hasta las costas españolas, con tal de desarticular la banda de trafico de marroquíes.
Una vez allí, descubrió que, en realidad, eran los componentes de la comparsa "El Vapor", que, como tenían que cantar en Melilla, pensaron en ahorrarse el dinero yendo en patera y, como tenían la cara mas negra que las negrasgras mismamente, y el detective no se graduaba la vista desde que Franco hizo la Comunión, no se dio cuenta hasta que le cantaron veinticuatro veces la rumba.
Totalmente emparanoyado, se tiró al mar. De forma totalmente casual, descubrió que, bajo el mar, las huevas de las acedías servían para transportar Kinder Schoko-Bons de contrabando.
En una rápida y heroica operación, arrestó a todas las acedías y las entregó a las autoridades, quienes a su vez, le encerraron en el centro penitenciario marino de las Salinas2.
Cuando, finalmente, atraparon al jefe de la operación, que resulto ser Rodolfo Langostino, el detective fue felicitado por sus superiores, y, para celebrarlo, le invitaron a comer a "La Marea".
El detective, visiblemente irritado, lo rechazó y se fue corriendo. La razón de su reacción se dice que fue la alergia que le cogió al mar, a la playa, al pescao, y a las sudaderas Quicksilver. Los mas viejos del lugar cuentan que se instalo en Grazalema y que paso allí el resto de su vida.