No hay mejor olor que el del coño. Y es único. Mientras el olor y el sabor del semen varían muy poco de un tío a otro (¿no lo sabías?), no hay dos mujeres que huelan igual (y esto deberías saberlo). Es verdad indiscutible que cada mujer concentra su olor en varios lugares de su cuerpo: en la coronilla, en la nuca, en las tetas o en las muñecas. Pero, siendo esto ya un verdadero goce, todavía es mejor bajar y comprobar en la práctica la diferencia y lo exclusivo del olor y el sabor entre las piernas, ese coño donde todos sus aromas alcanzan su máximo esplendor.
Sabemos a ciencia cierta a qué huelen las nubes e incluso a qué saben, porque todas saben y huelen igual. Pero no se puede decir lo mismo de las ingles, del monte de venus, de las fosas internas junto a la vulva, del perineo, del coño. El buen explorador conoce y reconoce los olores y los sabores del terreno y sabe que cada terreno tiene sus propias demandas. Y una buena exploración, minuciosa y detenida, es algo que cualquier territorio se merece y agradece.
El buen uso de la polla tiene sus compensaciones, cómo dudarlo, para quien la tiene y para quien la aloja temporalmente. El placer de la frotación interna, el intercambio entre el glande, el tronco y las mucosas vaginales, ese diálogo entre el miembro hipersensible a plena erección y el coño húmedo, caliente y encendido, no tienen competencia. Un buen coito, largo y calmoso o urgente y explosivo, culmine en suave relax o en agotamiento sudoroso, se reconoce como parte de los grandes momentos de la vida. Pero, ya se sabe, la gracia del sexo no se reduce al inmenso placer de follar. Aunque, incluso follando, hay momentos y momentos. Por ejemplo, la postura del perrito permite gozar del coño con la polla (y viceversa) al mismo tiempo que de su fragancia con la nariz si se toma el tiempo suficiente. Y sin olvidar que queda a la vista el espléndido panorama del culo, la espalda, los hombros, la nuca, al completo. Y hay cientos de posturas más.
Una buena sesión de sexo oral forma parte de esos mismos grandes placeres. Sentir en la boca, en los labios, en el paladar, en la lengua el poder de toda esa carga sensual que habita el coño tampoco tiene rival. El temblor del clítoris entre la boca, sentir en los labios de la boca cada pliegue y cada arruga de los labios vaginales, dejarse inundar la boca de la humedad que viene de la vulva adentro, sentir en la cara el roce liviano del vello o la suavidad lisa en su ausencia, atrapar cada uno de los accidentes, irregularidades y sorpresas que el coño tiene, produce o emite… Y si la habilidad y la receptividad confluyen en un punto y un momento determinado, llegado el momento de la explosión, recibir la vibración del clítoris, el espasmo de la cadera, las contracciones de los labios. El momento en que ella se corre también es perfecto para meter la polla. No son pocas las mujeres que tienen un orgasmo casi a continuación.
El coño es el único orificio del cuerpo que se hace desde dentro hacia fuera; y luego se disfruta de fuera a dentro. Hasta en eso la evolución ha hecho de él un lugar exclusivo en el mundo. Seguro que más de uno dirá que se lo ha pasado de muerte en Cancún o en Indonesia, ya. Como en el coño, en ningún sitio.
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