Cae la lluvia contra el mercedes negro alquilado. La noche está alquitranada y yo voy puesto de antipsicóticos y bourbon caro.
Miro mis pantalones de pana manchados de ceniza, semen, y restos de comida. Lanzo el Quijote al asiento del copiloto, soy incapaz de valorar si es un libro supremo.
La chica sale del portal con su paraguas desvencijado, ella mismo es un mal pertrecho contra la vida.
Me da por acordarme del rapero Toteking, las sinrazones por las qué abofeteó a uno de sus fans...., sé que he visto el video por casualidad y lo he analizado por encima, las razones por las que ahora recuerdo esto las relego al azaroso discurrir de la mente.
Pongo el intermitente y me incorporo a la carretera, voy por debajo del limite de velocidad mientras la sigo. Ella se acurruca contra si misma buscando refugio contra la pesada lluvia.
Entonces aparece en escena el tipo a vigilar de cerca, un árabe flaco, muy alto, de proporciones simiescas.
Hace años que no soy capaz de realizar mi trabajo sin la intermediación de muchas, muchísimas sustancias. Nunca voy sobrio porque me es necesario interponer algo entre un posible ego puro y la realidad en cuanto lo otro, lo dado. Sin ese peaje yo sería capaz de llevar una vida normal pero no de persistir en sendas oscuras y aguantar.
Sin ir puesto sería imposible para mi dedicarme a esto.
El tal Hamet Berengeri recorta sus distancias contra la chica protegida y yo echo mano de mi glock 9mm mientras dejo el coche en punto muerto y lo acompaño hasta la acera con la inercia, protegiéndome contra la puerta.
Cuando estoy a punto de interceptarlos, ella se gira de súbito y lo besa, le sorbe las bembas como si ser y besarlo fuera no solo inseparable sino indistinguible.
Giro el volante y salto al asiento y arranco el coche.
Tomo unas leves notas en la libreta en el siguiente semáforo.
Redacto un mensaje de texto dónde expongo a mi cliente principal los motivos por los que debería contratar a un buen abogado de divorcios.
"¿Has matado al moro?" me escribe inmediatamente.
Aparco mi coche en el primer hueco que veo, me largo dos buenos tragos de bourbon.
Puede que que mis honorarios estén tarifados, que yo tenga que ir encebollado a todas partes.
Pero al menos sé distinguir el amor cuando lo veo.
Aunque vaya ciego.