http://www.greenpeace.org/espana/news/el-csn-reconoce-que-tuvo-notic
Madrid, España — El CSN da la espalda a los trabajadores y defiende a la central, ignorando un estudio que demuestra el incremento del riesgo de cáncer en los trabajadores de las centrales nucleares
El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ha reconocido ahora públicamente a través de su portavoz, Francisco Morales, de que tuvo noticia inmediata, a través de su inspector residente, del suceso de contaminación radiactiva de más de un centenar de trabajadores de la central nuclear Ascó-1 el pasado mes de septiembre de 2004. En este incidente, del que el CSN no informó en su momento, se produjeron graves fallos de Protección Radiológica por parte del titular de la central que el CSN sigue silenciando. Todo ello es una muestra más de la falta de transparencia de este Organismo, de su connivencia con la industria nuclear y de su desprecio por la salud de los trabajadores.
En este contexto, resulta lamentable que la Presidenta del CSN, Mª Teresa Estevan Bolea, no informara de lo ocurrido en el Congreso de los Diputados durante su comparecencia del pasado 1 de diciembre de 2004 ante la Comisión de Industria, Comercio y Turismo. Durante su intervención, Estevan Bolea, de forma voluntaria, ofreció a los Diputados información sobre los sucesos más significativos ocurridos en las centrales nucleares durante 2004, obviando hacerlo sobre la irradiación interna de 114 trabajadores de Ascó-1 ocurrido pocas semanas antes.
Ante la pasividad del CSN en este caso de contaminación por yodo radiactivo, los trabajadores de la central no han tenido otro remedio que ponerse en contacto con Greenpeace para denunciar las graves deficiencias en las medidas de protección radiológica que dieron lugar a lo ocurrido. Según estos trabajadores, el suceso no es un hecho aislado.
La contaminación se produjo cuando los trabajadores realizaban el mantenimiento de equipos dentro del edificio en el que se aloja el reactor de la central, sin que nadie les hubiera informado de que existía una fuerte contaminación ambiental por iodos y gases nobles radiactivos generados en el combustible que se había roto durante la operación. Los principales equipos para medirla no estaban operativos, a pesar de lo cual se siguió trabajando utilizando unos equipos portátiles que eran ineficaces, con lo que medían dosis del orden de un décimo del valor real de contaminación.
A pesar de que era conocido por la central que en el ciclo de operación se habían producido fallos de combustible y que, por ello, era de esperar una contaminación ambiental muy superior a la habitual, no se realizaron medidas radioquímicas precisas del ambiente en el que se desarrollaba la actividad.
El CSN demuestra la misma indiferencia que la central cuando su portavoz mantiene ante los medios de comunicación que valores de contaminación interna por debajo de 1 mSv son despreciables y que no merecen ni medidas correctoras ni estudios adicionales. Esta afirmación no es coherente con el hecho de que el CSN haya forzado a la central nuclear de Cofrentes a notificar una fuga de agua radiactiva, causada por la rotura de una manguera el 21 de septiembre, que tardó en repararse casi dos horas y en la que estaban comprometidas dosis por debajo de 0.06 mSv. Se desconoce si hubo trabajadores afectados, pero este hecho incide en la falta de seguridad de las centrales.
“Son una prueba más de la falta de cultura de seguridad en las centrales nucleares españolas, en las que prima siempre la producción ante la seguridad y la escasa preocupación del CSN por la salud de los trabajadores”, declaró Carlos Bravo, portavoz de Greenpeace en temas nucleares.
Cuando cada vez es más abundante la información científica que alerta de que cualquier contaminación interna, incluso bajas dosis, representa un peligro para la salud, el CSN se limita a decir que cuando son inferiores a 1 mSv no pasa nada.
Sin embargo, el pasado 29 de junio un equipo formado por más de cincuenta especialistas de diversos países publicaba un artículo en la revista British Medical Journal (1) en el que se revelan los resultados de un estudio epidemiológico realizado sobre más de cuatrocientos mil trabajadores, sometidos a las dosis de radiación externa, sin contabilizar sucesos extraordinarios, de centrales en 15 países. Las conclusiones: al menos un 2% de cánceres son atribuibles a la radiación recibida.
Greenpeace se pregunta cuáles serían los resultados si el estudio se hubiese basado en dosis por contaminación interna en vez de radiación externa. Cuando se trata de radiación externa, la ropa y la piel palian en parte los efectos y además, la parte más castigada resulta ser la periferia de los órganos, mientras que cuando se trata de contaminación interna ésta puede permanecer largos períodos de tiempo dentro del cuerpo y afectar a órganos, como es el caso del tiroides cuando se trata de contaminación por yodo radiactivo, el tipo de contaminación habida en el suceso de Ascó.
“La urgencia por acortar las paradas de recarga para minimizar los períodos improductivos y maximizar los beneficios económicos, hace que se trabaje en condiciones peligrosas, sin tener operables los medios necesarios y con riesgo de contaminación de los trabajadores”, añadió Bravo.
La contaminación interna en los trabajadores de Ascó se descubrió horas después de que estuvieran expuestos a la radiación, cuando uno de ellos hizo que saltara la alarma del pórtico de salida de la zona controlada, diseñado para detectar contaminación externa. Al comprobarse que no existía contaminación externa, se concluyó que la alarma era debida a contaminación por inhalación de gases radiactivos. Y es que más trabajadores que venían de esa zona hicieron saltar también las alarmas. En ese momento la central no tomó medidas inmediatas. Al menos transcurrieron tres horas desde que se detectó por primera vez la contaminación interna hasta que la central por fin dio la orden de que todos los trabajadores en el área afectada se pusieran inmediatamente máscaras con filtros de carbón activo. En ese valioso tiempo los trabajadores, que seguían dentro de contención ignorantes del riesgo que corrían, siguieron recibiendo dosis innecesarias de contaminación interna.
La investigación del suceso ha demostrado que más de un centenar de trabajadores sufrió contaminación interna y que dos de ellos recibieron dosis significativas. Sin embargo, los trabajadores temporales de contrata acusan a la central de haber recibido un trato discriminatorio, puesto que esencialmente sólo el personal fijo de la plantilla de la central fue sometido a una medición precisa de los niveles de radiación interna. Además, algunas de las medidas se hicieron bastante tiempo después de haber sufrido la contaminación, extrapolando los resultados al momento del incidente, lo que hace que éstos sean poco creíbles y fáciles de manipular. No puede descartarse que las dosis reales recibidas por algunos trabajadores pudieran ser superiores a las reportadas.
Los trabajadores van más allá, pues denuncian que estos hechos son habituales. Se ha descubierto, por ejemplo, que el procedimiento de calibración de los detectores portátiles era incorrecto, con lo que es posible que en el pasado muchos trabajadores hayan estado sometidos a contaminación interna sin que nadie lo supieran. Se quejan también de que el CSN ignora la realidad de las condiciones en las que desarrollan sus actividades en recargas y de que no se preocupa por perseguir estos incidentes, a los que considera menores y poco importantes.
Greenpeace reitera su consideración de que las nucleares son instalaciones anticuadas, peligrosas y que emiten radiaciones que producen efectos nocivos para las personas y el medio ambiente. Por ello el Gobierno debe cerrarlas cuanto antes, tal como se comprometió el presidente Zapatero.
— Greenpeace