Érase una vez, un planeta muerto hace mucho tiempo. Su gente aborrecía de ansiedad por el poder, ya fuera económico, social o de fuerza, y daba uso de cualquier medio disponible para tal fin. Algunos lo conseguían, casi siempre arrastrando al resto hacia abajo, en actos insolidarios solo movidos por una sed de codicia que aumentaba exponencialmente según el poder del individuo se hacía más grande.
Esa especie tenía una definición del lado bueno de su personalidad, que quizás en un tiempo pasado les definió y ahora era utilizado como una mera excusa para autoproclamarse los amos éticos del mundo. Lo llamaban humanismo, y era una innata capacidad para ayudar al prójimo y forjar fuertes relaciones con otros individuos, así como formar colectivos y sociedades. Todo esto seguido bajo unas leyes no escritas, pero que todos conocían y sabían que sería su medio para avanzar en la vida.
Puede resultar irónico que dicha capacidad, tan fuerte y causante de su avanzadísimo estado tecnológico y social, fuera desapareciendo con el paso de los años, y el avance de los llamados sistemas económicos. Todo unido a una educación que promovía a cada individuo estar por encima del resto, provocó que esa fuera su principal motivación, en ocasiones usando medios que contradecían esas normas escritas en los genes, esas que llevaban su mismo nombre. Traicionando la razón de su existencia.
Según el sistema avanzaba, el caos en él también lo hacía. Una especie inteligente regida por una ley entrópica natural que se encuentra en todas las cosas; resultaba gracioso ver como no se daban cuenta del insulto que propinaban a su propia inteligencia y conocimiento. A medida que el tiempo pasaba, los bienes materiales pasaban a ser más importantes que las propias personas, hasta tal punto que el recurso más insignificante e innecesario, era motivo suficiente como para olvidar aquellas normas escritas en sus genes, que parecían desvanecerse según el ansia de poder aumentaba.
Autodestrucción y decadencia eran definiciones para este suceso, en el que solo participaba esa especie. En un mundo repleto de recursos, suficientes para llenar las vidas de todos, la codicia imbuída por el problemático sistema, llevó a un punto en el que unos pocos tenían demasiado, tanto que les sería técnicamente imposible dar uso de todo ello, y al resto no tener ni siquiera lo necesario para vivir con dignidad, en base a unos derechos que la otra mitad había definido un tiempo atrás. Más mentiras hacia sí mismos.
Los rumores cuentan que esta especie en sus inicios, fue la más social y solidaria de todo el planeta, en la que todos los miembros de la tribu compartían todo con todos. La propiedad era algo existente, pero fatuo y jamás superpuesto a esas leyes, a esa "humanidad" que les permitía seguir juntos.
Nunca podríamos haber imaginado que ese sistema les llevase a un punto en el que nada es lo mismo: las relaciones personales se han convertido en meras acciones de negocios, superficiales y materiales. Los sentimientos y las emociones pasaron a la historia, los sueños, quemados como si de brujas se tratasen. La imposición de la nueva "realidad" cegaba a todos, no les permitía ver más allá de un billete, de una moneda, de una posesión de naturaleza inexistente que le servía para mantener su felicidad.
Los sistemas alternativos decían ser utopías, "no eran lógicos ni viables, y la naturaleza humana era demasiado cruel como para ellos". Lo que fueron mentiras en una época se convirtieron en verdades duras como puños, los sueños del pasado se esfumaron y la clave del desarrollo de la especie, esas famosas reglas, se perdieron en un mar de pesimismo en el que cuanto más daño se hiciera al prójimo, más tiempo se sobrevivía.
En el último año de existencia de esta especie perdida en los tiempos, cuando toda la civilización había traicionado a sus raíces y olvidó la razón de su existencia, cuando dejaron de existir los lazos que los unían... dicen las leyendas que sus individuos perdieron parte de su vista y empezaron a ver solo de un color. Dicen que ese color era verde. Y no el de los árboles y bosques que habían poblado su planeta en el pasado, precisamente.