LOS PLACERES Y LOS DIAS
Un discurso histórico
FRANCISCO UMBRAL
EL MUNDO
El arranque violento, la voz arrojada, la palabra candente y lúcida. Rajoy, super-Rajoy hizo ayer por la tarde un discurso histórico, violento y elegante en el que las razones cobraban velocidad y la velocidad engendraba nuevas razones y encendía nuevas luminarias de sentido común y de sentido moral. Escribo la crónica de ese discurso con jadeo espiritual y con el gozo interior de haber sido uno de los primeros cronistas que se atrevió a apostar por este enorme político que ayer derribó a Rodríguez ZP, le borró la sonrisa entredudosa y le dejó pecho arriba, con unas cuantas lanzas clavadas en su corazón frío o frívolo o frígido o como se diga.
Rajoy le hace al presidente la pregunta fundamental: «Si todo está tan bien como usted ha dicho, para qué nos reunimos aquí».Sin recurrir al sepia de la Historia, como ZP, Mariano Rajoy dibuja enérgicamente una verdad que tiene la fuerza de los paisajes goyescos del natural inventado, pero eterno. Sin duda, Rajoy tenía en el bolso un discurso valioso, verdadero y audaz, pero el solemne cinismo con que ZP defendió el sinsentido de la tríada catalana le prendió fuego en cada palabra y salió llevado por su velocidad, que jamás atropelló sus ideas sino que las hizo más claras, más sinceras y más nobles, mientras el auditorio era un tornado de aplausos que se encadenaron durante todo el parlamento.
Nunca había dicho el señor Rajoy cosas tan últimas, tan enteradas, tan valientes, tan suyas y tan españolas al mismo tiempo. Después de haber escuchado ese discurso no se puede seguir mintiendo en el Parlamento, en la prensa, en el coliseo, no se puede seguir mintiendo a los catalanes ni a los españoles ni a nadie, porque la mentira perdió aquí todo sentido, hasta el sentido común, y Mariano se prolongó más de lo que pensaba, sin duda, porque aquel aula pedía más, exigía más, y a todo el mundo se le despertó un hambre de verdad que iba malogrando pálidamente la sonrisa inicial y cortesana del ZP y la vicepresidenta.
El popular no hizo retórica, sólo se permitió una graciosa imagen con el puerco espín al que quieren hacer la permanente. Eso es lo que quiere hacer ZP con los españoles, y las consecuencias, que Rajoy también enumeró, son las que ahora se vuelven como pinchos contra el talante del presi. Temimos en algún momento por nuestra precaria lucidez, pero temimos sobre todo por el futuro político de un hombre como el registrador de la propiedad, que se ha quedado solo en un vergel de aplausos, pero luego verá venir de frente a sus enemigos. No se pueden decir tantas verdades calladas, todas de un golpe y después de comer. No se pueden decir impunemente cuando tiene uno enfrente el paganismo de los dioses de la iglesia liberal socialista, que no es ninguna de las dos cosas, pero sabe aplaudir a muerte.
Tarde emocionante, tarde histórica donde se enfrentaron dos de las múltiples Españas: la modernidad mentida y sinuosa con la rusticidad de un registrador dispuesto a salvar una propiedad que no es la suya sino que se llama España. Ni siquiera sus mayores admiradores sabíamos que llevaba tantas verdades dentro. Gracias, Mariano, tío.