Y lo hace encendiendo su pitillo número 170.000 de una vela de su tarta de cumpleaños. La señora empezó a fumar poco después de que estallara la I Guerra Mundial, cuando tenía 7 años, y solamente 5 cigarritos al día.
Dice que nunca ha querido dejarlo. Fumadora ella, pero con unos pulmones de hierro, ha sobrevivido a la muerte de su marido y de su hijo, que murió hace dos años con 72.
A la simpática abuelita inglesa, que espera un telegrama de la reina, el tabaco le ayudó a calmar los nervios durante las dos guerras mundiales.
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