Artículo en periódico español
Con tres homicidios cometidos la semana pasada, el número de granjeros blancos asesinados en Sudáfrica desde el fin del Apartheid, supera ya los 3.000.
El estado vecino Zimbabue, inició en 2000 una política de intimidación tras la que más de 4.000 granjeros blancos fueron forzados a abandonar su tierra, y por la que resultaron asesinadas unas 20 personas. La situación en Sudáfrica es mucho más peligrosa. En ése territorio viven 40.000 granjeros blancos que podrían ser víctimas de las agrupaciones radicales vinculadas con la organización juvenil del partido gobernante, el Congreso Nacional Africano. Hace poco su líder, Julius Malema, cantó públicamente la canción ‘Mata al Afrikaner” (Los afrikaner son los descendientes de los holandeses que fundaron la república Sudafricana). El representante de la Alianza Democrática de la oposición, Tom Stokes, reprobó con firmeza esta acción, afirmando que la asociación del CNA con la llamada a matar a los afrikaners no podía ser justificada.
La política de Apartheid protagonizó la vida política sudafricana desde 1948 hasta 1994, pero actualmente la situación ha cambiado. La minoría de los blancos del país casi no puede influir sobre su política interior, y temen por el menosprecio de sus derechos en muchas esferas de la vida social.
LOS BLANCOS QUE PUEDEN… SE VAN
Lo han bautizado como el Great Trek (la Gran Expedición) al revés. El fenómeno inverso a la incursión entre 1830 y 1840 de centenares de granjeros blancos, la mayoría descendientes de holandeses, en las regiones interiores de Suráfrica en busca de nuevas tierras donde asentarse y forjar un futuro para sus familias. Ahora, el Great Trek no se hace con carromatos de bueyes y aperos de labranza, sino en avión hacia Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos o Canadá y supone una fuga de capital humano especializado que puede hipotecar el crecimiento económico del país. Se calcula que un millón de blancos ha abandonado Suráfrica en los últimos años, un fenómeno que continuará, y del que se culpa a la alta criminalidad que sufre el país y a las políticas de discriminación positiva del Gobierno en beneficio de la población negra.
De una población total de 45 millones de habitantes en 1995, los blancos surafricanos alcanzaban los 5,2 millones. Hoy esa cifra podría no llegar a los 3 millones.
Los que emigran son jóvenes profesionales y parejas con hijos menores de 10 años. Las consecuencias a largo plazo son nefastas para la economía surafricana, tanto por la pérdida de profesionales especializados, de los que el país se encuentra carente, como por la pérdida de contribuyentes a las arcas del Estado. La población blanca envejece y sólo pagará impuestos durante los próximos 20 años, según un estudio publicado por el Instituto Surafricano de Relaciones Raciales, cuyos autores son Frans Cronjé y Marco Macfarlane. Mientras, la población negra se emplea en el sector informal, que no paga impuestos.
Cronjé y Macfarlane creen que la alta criminalidad es la responsable de este éxodo. Suráfrica es uno de los países más peligrosos del mundo, de acuerdo con las estadísticas.
DISCRIMINACIÓN POCO POSITIVA
Las políticas de discriminación positiva emprendidas por el Gobierno del Congreso Nacional Africano (ANC, en sus siglas en inglés) han sido duramente criticadas -y no sólo por los partidos de la oposición- por no ser efectivas en la lucha contra la pobreza y el desempleo, que se sitúa en más del 40% (en algunos guetos como Soweto la cifra puede llegar al 70% entre los jóvenes de entre 20 y 30 años).
La política llamada de BEE (Black Economic Empowerment, es decir, la potenciación económica negra) ha supuesto la llegada a la élite económica de Suráfrica de un número de empresarios negros, convertidos rápidamente en millonarios, algunos de ellos sospechosamente ligados al ANC, y una tímida generación de clase media, pero aún exigua.
La fuga de cerebros, de no frenarse o suplirse de alguna manera, sólo puede empeorar la situación: “Tendría que haber un enorme flujo de trabajadores capacitados para suplir las vacantes, y desafortunadamente ése no es el caso”, dice Cronjé.
Se calcula que por cada trabajador especializado que emigra del país se dejan de generar 10 puestos de trabajo de menor especialización.
La falta de trabajadores con una especialización, ocasionada por la fuga de cerebros, es especialmente notoria en el sector sanitario, exhausto además por tener que lidiar con la pandemia del sida, con más de cinco millones de surafricanos afectados, una de las cifras más altas del mundo.
Se calcula que existen 32.000 vacantes sólo de enfermeras en el sector público y, pese a que se ha puesto en marcha un plan para la construcción de hospitales y la mejora de los salarios y las condiciones laborales de los trabajadores, el éxodo sigue imparable. Suráfrica ha tenido que firmar un pacto con Reino Unido para que éste no contrate a sus médicos y enfermeros (el 6% del personal médico en tierras inglesas es surafricano). Suráfrica se ve obligada a contratar médicos de países más pobres, con lo que se empeora la situación sanitaria de otros, como Ghana, que tiene más médicos trabajando fuera del país que dentro.