Le alzó un poco la cabeza, colocó la palma de la mano bajo su cuello y localizó la oquedad que había en la base de su cráneo. Había utilizado aquel punto en incontables ocasiones. Hundió el pulgar con mucha fuerza en el blando cartílago y sintió que se hundía. La mujer se derrumbó al instante. Veinte minutos, pensó.
Ángeles y Demonios - Dan Brown
Página 427 Editorial Umbriel
se puede hacer eso, o se lo ha inventado Dan?