Entre el 21 de febrero y el 18 de diciembre de 1916 tuvo lugar la batalla de Verdún, una de las mas duras y cruentas de la Primera Guerra Mundial. Sus 303 días de duración dejaron un total de entre 700.000 y 1.250.000 víctimas mortales, de los cuales se estiman que aún 100.000 de ellas yacen enterradas, perdidas en alguna parte del campo de batalla.
Durante esos meses se calcula que fueron disparados unos 60 millones de proyectiles de artillería, de los cuales un tercio no llegaron a explotar. Hasta nueve pueblos fueron borrados del mapa (literalmente). De los nueve, seis de ellos nunca fueron reconstruidos ni repoblados, mientras que los tres restantes solo lo fueron parcialmente.
Los campos de batalla de Verdún son el epicentro de lo que se conoce en Francia como la zona roja, un área la cual al finalizar la guerra estaba saturada de proyectiles sin estallar, la gran mayoría con gases venenosos, granadas y municiones oxidadas. Para agravar mas el panorama, el suelo estaba contaminado con altas cantidades de plomo, mercurio, cloro, arsénico, diversos gases peligrosos, ácidos y restos humanos y animales.
La zona estaba tan dañada tanto física como ambientalmente que era imposible su recuperación, por lo que se promulgó una ley que prohibía la entrada en las peores zonas.
Originalmente la zona roja tenía un área de 1.200 kilómetros cuadrados, en la cual su zona de exclusión se ha ido reduciendo gracias a los trabajos de limpieza que allí se llevan donde aún en 2006 producían hasta 300 proyectiles por cada 10.000 metros cuadrados en los 15 centímetros mas superficiales del suelo. En varias zonas cerca de Ypres y Voëvre el 99% de las plantas mueren, ya que su terreno tiene hasta un 17% de arsénico.
Se estima que aún harán falta otros 700 años de trabajos de limpieza y dejar que la naturaleza haga su parte para declarar lo peor de dicha zona compatible con la vida.
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